Tiempo de graduaciones, una de las ceremonias más hermosas y significativa, sobre todo para los padres y las madres, a veces un poquito largas, pero siempre emotivas.

No he tenido el privilegio de ver desfilar a mis hijos, pero de solo imaginarlo el corazón se me quiere salir del pecho.

Para eso un trabaja fuerte y procura darle la mejor educación. Era lo que un amigo me comentaba durante el fin de semana, pues lo tocó ver a su hija vestir toga y birrete la semana pasada.

“También nos graduamos los padres”, me decía. Luego me describía, en detalles, todos los sacrificios que tuvo que hacer para poder lograr que su hija alcanzara su meta.

Tiene toda la razón. En las graduaciones los padres también desfilan y reciben su diploma, sobre todo aquellos que cumplieron cabalmente con su responsabilidad.

Ese diploma acompañará a nuestro hijo toda su vida, como símbolo de que tiene las herramientas para enfrentarse a los retos que la vida le ponga de frente. Aunque no garantiza nada, brinda oportunidades en un mundo cada vez más competitivo, hay que ir a la batalla con la mejor preparación posible.

Los padres vivimos para ver a nuestros hijos bien, para verlos felices. Por eso las lágrimas de orgullo que brotaban de los ojos de ese padre, mientras me hablaba de la graduación de su hija, tenían tanto valor.

Él se sentía realizado, había cumplido con su deber. Todo el sacrificio y el esfuerzo valió la pena. Cuanto me alegro por él y su familia. También por todos los padres durante la pasada semana que han visto desfilar a sus hijos. Les sobran razones para sentirse orgullosos.

Las graduaciones son momentos muy sublimes y significativos, donde abundan historias hermosas de gente que ha perseverado y superado adversidades.

El año pasado hizo noticia un joven que desfiló junto a su caballo, a quien le rendía honores por haberlo ayudado a transportarse diariamente. También madre e hijo que se graduaron juntos, personas de edad avanzada quienes decidieron retomar los estudios y terminarlos, entre otras bonitas historias.

Días atrás leí sobre un joven que se graduó de enfermero en New York University (NYU), luego de haber trabajado un tiempo como empleado de mantenimiento en la universidad.

Como estas historias y la de la hija de mi amigo, muchas otras desfilaron por las distintas graduaciones del País.

A todos ellos mi reconocimiento, como a sus padres y familiares.