La tierra tembló fuerte y todos hemos sido sacudidos. Nadie más que las familias de los pueblos del sur, pero todos de una forma u otra hemos sido afectados. No estábamos listos y no he conocido a nadie que me diga que se había preparado para enfrentar un terremoto. 

Aunque todos crecimos escuchando sobre la posibilidad de un sismo en la isla, lo veíamos como algo lejano. Nos hablaban de meternos bajos mesas y pupitres, pero nada abundante ni muy específico. Sólo cuando ocurría una tragedia en un país vecino como Haití o en otra parte del mundo hablamos sobre el tema, pero no lo veíamos como algo que pudiera tocarnos. 

Así fue hasta el pasado 7 de enero a las 4:24 de la mañana. Como la mayoría de las personas, sentí la sacudida mientras dormía y rápido  cogí el celular para verificar en Twitter qué había pasado. De inmediato, surgió la información y las noticias sobre los estragos y las estructuras caídas en los pueblos de la zona. La imagen que más ha retumbado en la cabeza de la gente es la de la escuela colapsada en el pueblo de Guánica.

Imposible no imaginar lo que pudo haber ocurrido si el terremoto de 6.4 hubiera ocurrido durante horas escolares. Quienes somos padres y madres no podemos dejar de pensar en eso. Desde ese 7 de enero a las 4:24 de la mañana al día de hoy, nuestra realidad cambió. Los temblores y los problemas asociados no han cedido, añadiendo de forma permanente una nueva problemática a nuestro país. Ya no sólo serán los huracanes, ahora los terremotos formarán parte de nuestra vida. El problema con los terremotos es que no son por temporada, ni existen modelos confiables y precisos para predecirlos. No se ven en los radares ni en los modelos de computadora, como los huracanes, que hasta nombre le ponen y así se identifican. El rabo del huracán pasa rápido, mas las réplicas de un terremoto pueden prolongarse por mucho tiempo, meses y hasta años. Ese carácter impredecible nos obligará a estar siempre preparados. 

Esta sacudida nos obligará a cambiar muchas cosas. A nivel de gobierno, a repasar la forma en que se certifican las construcciones y se responde a la emergencia. A nivel familiar, a tener nuestro plan de contingencia, de forma que podamos reaccionar con mayor efectividad. Los seres humanos tenemos la capacidad de adaptarnos a nuestro entorno y eso tendremos que hacer. 

Ahora no sólo hablaremos de meteorólogos y Centro Nacional de Huracanes, si no también de geomorfólogos y la Red Sísmica. Debemos ir poco a poco incorporando la nueva realidad a nuestra cotidianidad y seguir viviendo, con precaución, pero vivir. El fin de semana, coloqué en mi Instagram un post donde hablaba de un juego de voleibol de mi hija y alguien me señaló que no deberían estar jugando. Discrepo, lo importante es ser precavidos y asegurar que no existe un riesgo mayor en la actividad que se realiza, como en este caso, pero tratar de continuar viviendo. Siempre solidarios y aportando para ayudar a quienes han sido más afectados. 

Nuestra isla sigue siendo la más bella del mundo y su gente la mejor. Nos tocará seguir mejorando nuestra preparación para enfrentar la naturaleza cuando esta se antoje de golpearnos, ya sea con huracanes o terremotos. Nada que otros lugares del mundo no hayan hecho. Nos tocó y vamos pa’lante.