Es increíble como nuestra música impacta al mundo entero, rompiendo las barreras de los idiomas y las culturas. La verdad que por pies cuadrado y per cápita no existe lugar en el planeta con más talento musical que nuestra Isla.

Las tarimas de los grandes espectáculos internacionales están acostumbradas a recibir a los nuestros. Cuando los organizadores de los grandes eventos se sientan en la mesa a planificar cómo lograr impactar a una audiencia compuesta por representantes de todo el mundo, siempre en la lista corta surge la música de un boricua como alternativa.

Ricky Martin, Jennifer López, Daddy Yankee, Marc Anthony y otros han sido seleccionados en otras ocasiones, pero esta vez, en el mundial de fútbol en Rusia, el turno le tocó a Nicky Jam.

Además de sentirnos orgullosos por tratarse de un boricua brillando en lo más alto, este acontecimiento merece un reconocimiento especial por la realidad de vida que este cantante ha tenido que enfrentar.

No conozco personalmente a Nicky Jam, pero fui una de las muchas que creció escuchando su música. Como otros de su época, Nicky se las arregló para hacer música desde la calle y con el pegajoso reguetón logró enamorar a toda una generación.

Su música sonaba en cada esquina, pero de pronto se apagó. No fue que bajó la intensidad, fue que simplemente desapareció. Era tan abundante la cosecha de músicos urbanos, que su ausencia no era algo de lo que se hablara muchos ni que incluso se extrañara. No es hasta que comienza nuevamente a sonar su música en la internet, que todos comienzan a recordarlo y a mirar nuevamente para su esquina.

Cuenta el rapero que luego de tocar fondo en lo personal y profesional, se propuso un nuevo comienzo que incluyó mudarse a Colombia para relanzar su carrera. Apostando a su talento, fue poco a poco trabajado y creciendo al punto de lograr recuperar terreno perdido y superar por mucho lo que antes había logrado.

Hoy la fortuna le sonríe a Nicky Jam, pero la historia tras su éxito debe ser motivo de inspiración para quienes aspiran a cosas grandes y piensen que la ruta se le está haciendo difícil. Así es la vida. Las cosas que tienen valor cuestan sudor y sacrificio. Hay que estar dispuestos a luchar independiente de las circunstancias para alcanzar nuestros sueños y nunca abandonar el camino. Las pausas en ocasiones son necesarias y hasta obligadas. Ese respiro de reflexión para rectificar errores y ajustar el camino no te hace débil, por el contrario, te fortalece.

En el caso de Nicky incluyó cambiar de ambiente, moverse de lugar y comenzar desde cero en un nuevo escenario. Me imagino cuantas “aves de malagüero” se habrá encontrado en el camino, pronosticando su fracaso. Esos nunca faltan. Pero nada pudo con su determinación y hoy debe sentir gran orgullo cuando mira hacia atrás y aprecia el difícil camino que logró superar para llegar a la cima.

A Nicky Jam mi respeto y mejores deseos. A quienes siguen su carrera, además de cantar sus pegajosos coritos, tienen en su historia enseñanzas para replicar en la vida diaria.