En casa, los domingos se escucha salsa gorda. La Rueda de Frankie Ruiz, La Loma del Tamarindo de El Gran Combo, Asalto de Navidad de Willie Colón, entre muchos otros.

Uno de mis favoritos nunca falta, Sammy Marrero y el maestro Raphy Leavitt, que en paz descanse.

Este pasado domingo, fue todo de Raphy y Sammy. Mi esposo y yo estábamos antojados de su música. Cantamos y la disfrutamos mucho, mientras yo preparaba un arrocito y una carne. En fin, un domingo familiar disfrutando de buena música.

Sin embargo, es inevitable no hablar de la amarga controversia entre la familia de Raphy Leavitt y Sammy Marrero, que mantiene al vocalista preocupado sobre su forma de ganarse la vida.

Sammy Marrero, cantante por muchos años de la orquesta de Raphy Leavitt, enfrenta una demanda en el tribunal federal que busca evitar que pueda cantar las canciones que popularizó con su voz única, alegando que está violando derechos de autor.

Además, la familia del pianista Leavitt reclama una indemnización de $850,000 por haber tocado las canciones en fiestas de algunos municipios. 

Independiente de las razones técnico-legales del caso, lo cierto es que el resultado neto es negativo para todos, pero sobre todo injusto y dañino para un buen hombre como Sammy Marrero.

A cada rato me encuentro con grupos y bandas que le hacen tributos a los grandes cantantes y compositores, tocando buena música y ganándose la vida dignamente. ¿Cuál es el problema de que lo haga Sammy? ¿Cuál es la diferencia?

Sammy le ha regalado mucha alegría a nuestro pueblo y los que hemos tenido el privilegio de conocerlo sabemos que, si bueno es como cantante, mejor es como ser humano.

Duele mucho ver a Sammy en esta etapa de su vida atendiendo líos en los tribunales, cuando quiere y merece estar en las tarimas de las plazas de los pueblos y en los festivales alegrándole la vida a la gente.

No sé si Sammy prevalezca o no en los tribunales, ojalá que sí. Ningún argumento legal en su contra puede superar en valor a la fuerza moral que acompaña a Sammy, quien se encargó con su talento, empeño y dedicación de agregarle valor a las hermosas composiciones del maestro Raphy Leavitt.

Sammy no solo debería tener derecho, si no también merece, porque lo trabajó, la oportunidad de ganarse la vida haciendo lo que le gusta y hace con tanto amor; cantarle a su gente las canciones que hizo grandes. 

Ojalá la familia de Raphy, gente también buena, puedan llegar a un acuerda con Sammy fuera de los tribunales. Un acuerdo que sea justo y razonable. Saber que seguiremos escuchando las canciones de Raphy en la voz de Sammy, sería la mejor forma de comenzar la Navidad para los fanáticos de su música. ¡Ojalá!

PD. Sammy, nos veremos en ese concierto “Tributo al Maestro” el 30 de diciembre. ¡Allí estaré esgalillá!