El pasado fin de semana regresé al hotel San Juan en Isla Verde, Carolina, donde en el 1999 trabajé como mesera. Esta vez fui a pasar un fin de semana con mi familia.

Me alegró reencontrarme con algunos compañeros de trabajo, entre ellos Keith, quien lleva más de 25 años como bartender atendiendo la barra principal del hotel. Está igualito, no sólo en su físico, sino también en su forma de ser. Una persona exquisita y súper simpática.

Igual todos los empleados que allí conocimos, pues esa era la norma: un servicio de primera. La pasamos de show, todo espectacular, pero lo mejor de todo y por mucho, fueron las atenciones y el servicio.

Empleados simpáticos, atentos y muy profesionales. La mayoría con una larga trayectoria en el sector turístico, proyectaban un gran amor hacia su trabajo. Se ayudaban unos a otros, trabajando como un gran equipo para asegurar un servicio de primera haciendo quedar bien a su patrono, pero sobre todo a Puerto Rico.

No era sólo una impresión prejuiciada de mi parte, coincidían los turistas que allí conocimos. 

Masticando mi inglés aprendido en la Ana J. Candela en Cidra, con el que me fajo con cualquiera, le pregunté a los turistas que allí conocí, la mayoría americanos, sobre su experiencia en la Isla. Hablaron maravillas de Puerto Rico. Aplaudieron el mofongo y la Medalla; y relataron el buen servicio. Incluso, mencionaron los nombres de algunos empleados: Martin, Keith, Berta, Miguel y Samuel, quienes como típicos boricuas a minutos de haberlos conocido ya los hacían sentir como en familia. 

Me llenó de alegría aquel testimonio, pues estaba hablando bien de mi gente y validaban mis amigos turistas la impresión que yo había tenido.

Se da una combinación de factores, gente buena y capacitada, haciendo lo que les gusta y apasiona. Cuando la gente hace lo que le gusta, se nota. No hay forma de tener buenos resultados si te pesa tu trabajo y no le tienes amor. Cuando esto ocurre lo mejor es buscar otra opción para ganarte la vida y dejarle ese espacio a una persona que valore la oportunidad. Que tenga hambre de hacerlo bien y se levante todos los días con ganas de trabajar.

La clave está en encontrar esa actividad que nos llene, estimule y permita sacar lo mejor de nosotros. Aquellos empleados sin duda encontraron en el servicio su vocación y lo hacen notar. Son el activo principal con el que cuenta este hermoso hotel, realidad que estoy segura se repite en toda la industria hotelera.

Gracias a todos por sus atenciones, pero sobre todo por hacerme sentir orgullosa al escuchar al de afuera, hablando tan bonito de su trabajo.

¡Enhorabuena!