El Paso. A sus 92 años, la menuda señora Antonia Morales vive la lucha más importante de su vida. Cuando más tranquila debía vivir se enfrenta a los planes de las autoridades de El Paso (Texas) y un grupo de empresarios de demoler su barrio, conocido como Duranguito y que tuvo como vecino al mismísimo Pancho Villa.

La batalla que presenta esta originaria de Palomas, en el estado mexicano de Chihuahua, comenzó en octubre de 2016, cuando se dio a conocer el proyecto "La Arena", un recinto multiusos en el que querían que jugase un equipo de baloncesto profesional y que obligaría a tirar abajo el barrio histórico en donde Doña "Toñita" vive desde 1965.

En aquel 2016, los administradores de El Paso y el grupo de empresarios de Mountain Star Sports Group creían que en sólo unos meses podrían terminar con la oposición, pero nunca imaginaron que una anciana de menos de cinco pies de estatura sería un obstáculo hasta ahora insalvable.

La mujer explica que los promotores llegaron ofreciendo dinero a los vecinos del lugar, pero que ella rechazó la oferta. Cuando elevaron su propuesta, Morales fue rotunda: "Les dije que no, que yo no quería dinero".

En cambio se encontraron con una respuesta que presagiaba lo que iban a enfrentar desde entonces: "Les dije: 'Yo voy a pelear por mi comunidad'".

"Duranguito para El Paso es la historia, es los comienzos de El Paso, son las raíces de El Paso, son barrios de muchos años atrás. Ellos dicen que aquí no es histórico y están equivocados", le cuenta a Efe Doña Toñita, como la conocen en la zona.

La señora Morales habla desde una banca afuera de la vecindad en donde alguna vez fue administradora y hoy vive sola luego del acoso de empresarios hacia los vecinos para que vendiesen sus propiedades.

En los años 60 del siglo pasado la situación era diferente en el barrio, era un lugar lleno de asaltantes, malvivientes y prostitutas, pero poco a poco mejorando con el propio esfuerzo y la fortaleza de Doña Toñita.

Si superó aquel trance, dice, ahora también hacerlo y luchará hasta el último momento por su comunidad.

"A Toñita le decían la abuela del barrio porque ella ha estado ahí desde 1965 en Duranguito y ella era la que le daba dulces a todos los niños, la que les ayudaba con sus tareas, la que se preocupaba para ayudar a la comunidad", explica David Dorado Romo, historiador y parte de la Fundación Paso del Sur.

Esta organización ha apoyado a los habitantes del área en su lucha en contra de la destrucción de este histórico barrio en donde el revolucionario mexicano Francisco Villa tuvo una propiedad.

El también escritor, junto a otros activistas de la región fronteriza, ha intentado que la ciudad escuche las peticiones de crear un sitio turístico histórico y frenar las demoliciones en esa área, pero, a decir del propio Romo, han sido ignorados por el alcalde, Dee Margo.

Para Romo, el regidor se ha obsesionado con ganar el caso y levantar un recinto con capacidad para 15.000 espectadores en esta zona histórica para ellos.

Cuenta que en julio del 2006 la ciudad texana realizó un estudio con un costo de 100.000 dólares para conocer la imagen que se quería proyectar de El Paso hacia el exterior y lo que representaba la ciudad texana en la actualidad.

En él se pudo saber que para la gente El Paso era representada por un viejito que "habla español, que está sucio, que no tiene educación y es flojo".

Lo que ahora la ciudad buscaba era una imagen moderna con juventud, cosa que para Romo contrasta totalmente con la imagen de Doña Toñita y Duranguito.

Así se contraponen en esta lucha la anciana en su antiguo barrio con raíces del país vecino (México) con los deseos de las autoridades locales de dar una imagen de renovación.

Y lo tendrán difícil, porque Doña Toñita dice que, aunque su vivienda se ve rodeada de una malla ciclónica con letreros de construcción que quizá a muchos intimidaría, ella le da fuerzas para seguir peleando por sus ideales y la historia de El Paso.

A cuatro años de esta guerra a la que se han sumado activistas de la región, aún hay mucho por escribir y ella continúa con la ilusión de ganar.

“Tengo 92 años, pero todavía pienso seguir luchando. Qué se conserven nuestras raíces, que se conserve nuestra comunidad”, pide.