Los aspirantes a la Casa Blanca no suelen tener vergüenza para pedir dinero a sus seguidores.

Pero a medida que el coronavirus cambia la vida cotidiana, inunda hospitales, hunde mercados financieros y deja a 3.3 millones de estadounidenses sin empleo, el presidente Donald Trump y su probable rival demócrata, Joe Biden, de repente se encuentran navegando terrenos peligrosos.

Lo que solía ser una solicitud rutinaria de dinero político ahora podría parecer sorda o vulgar. Los dos también corren el riesgo de competir por recursos limitados con organizaciones benéficas que intentan recaudar dinero para aliviar la pandemia. Con una potencial recesión en el horizonte, existe la duda de si los donantes ricos están de buen humor y si los partidarios de base que aportan pequeñas cantidades seguirán teniendo los medios para seguir haciéndolo.

Eso presenta un delicado desafío ya que ambos candidatos intentan acumular cantidades masivas de efectivo necesario para la campaña en este año electoral.

“Es difícil tener una conversación con alguien en este momento para preguntar cómo les va y luego pedirles apoyo financiero”, dijo Greg Goddard, un recaudador de fondos que trabajó para la campaña presidencial de Amy Klobuchar antes de que la senadora demócrata de Minnesota abandonara la contienda.

Para Tim Lim, un consultor demócrata que trabajó tanto para Barack Obama como para Hillary Clinton, “es un mundo en el que nadie tiene la respuesta correcta”.

La tarea es particularmente compleja para Biden, quien trata de mantenerse en una campaña electoral prácticamente congelada por el virus.

El ex vicepresidente carece de las reservas de efectivo que tiene Trump, acumuladas en los últimos tres años de su presidencia. Biden no ha logrado la nominación de su partido y no podrá hacerlo hasta que se celebren las elecciones primarias que se aplazaron para los próximos meses debido a la emergencia por el coronavirus.

El senador de Vermont, Bernie Sanders, su único rival en 2020, no ha dado indicios de retroceder.