WASHINGTON. Michael Avenatti quiere dejar algo en claro: Él no mete cuentos. 

Hace un año, el abogado encaraba la recta final de un juicio en el que enfrentaba a una firma a la que había acusado de producir batas quirúrgicas defectuosas. Cuando el otro bando puso en duda que pudiese presentar al gerente de la fábrica, localizada en Honduras, Avenatti se tomó un avión y fue al país centroamericano para convencer al hombre de que se presentase a declarar en Los Ángeles. 

“Hicimos los deberes. Hicimos lo que teníamos que hacer. Se presentó a declarar un viernes por la tarde y su testimonio fue devastador para la defensa”, expresó Avenatti. La empresa tuvo que pagar una compensación de $454 millones. 

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Charlatán, dueño de un estilo frontal y a quien le gustan los trajes elegantes, Avenatti está usando su típica combinación de agresividad y bravatas para hostigar al presidente Donald Trump ni más ni menos en nombre de la actriz porno Stormy Daniels. Con un estilo digno del de Trump, que busca acaparar toda la atención, Avenatti provoca constantemente al presidente en entrevistas y tuits, e incluso quiere obligarlo a prestar testimonio bajo juramento. 

Desafiando a Trump a que lo subestime, Avenatti, de 47 años, afirma que este caso es ideal para un “matadragones” como él que se pasa la vida apoyando a los David de este mundo contra los Goliat. 

Hasta ahora, este presidente al que le gusta hablar de todo no ha dicho nada sobre Daniels, aunque la Casa Blanca dice que el mandatario niega las afirmaciones de la actriz. Daniels contó su historia en una entrevista del programa de CBS “60 Minutos” que fue muy vista el domingo, en la que dijo que se acostó una vez con Trump, quien por entonces ya estaba casado con su actual esposa Melanie, en el 2006 y que un individuo la amenazó con causarle daño físico en el 2011 si contaba su historia. El abogado de Trump Michael Cohen le pagó a Daniels $130,000 días antes de las elecciones presidenciales del 2016 como parte de un acuerdo de confidencialidad que ella ahora trata de invalidar. 

Avenatti dijo en NBC que “no hay dudas” de que Trump sabía del acuerdo y señaló que Daniels estaba dispuesta a devolver los $130,000. Insistió en que Daniels había sido “amenazada físicamente” y publicó un tuit con una foto del 2011 que la muestra sometiéndose a un detector de mentiras para ver si decía la verdad sobre su relación con Trump. 

Ha aparecido más de una vez en CNN junto con el abogado de Cohen, David Schwarts, con quien mantuvo una acalorada discusión esta semana en la que Avenatti le tomó el pelo a Schwarts diciéndole repetidas veces “¡matón!, ¡matón!, ¡matón!”. 

Avenatti no ha dicho cómo fue que se puso en contacto con Daniels, pero asegura que nadie está pagándole nada a él ni a su clienta. 

“No hay patrocinadores, ni respaldos políticos, ni PACs (comités de acción política, que apoyan financieramente a los políticos), ni operadores políticos ni respaldo de sector alguno”, sostuvo Avenatti. El único apoyo que tiene, indicó, es un portal que recibe donaciones que ha recaudado unos $300,000. 

Quienes conocen a Avenatti dicen que no les sorprende que se haya enfrascado en esta batalla. 

“Michael no veía la hora de comenzar a litigar en los tribunales desde que salió de la universidad”, expresó Jonathan Turley, profesor de derecho de la Universidad George Washington que tuvo a Avenatti como alumno. “Se agranda bajo la presión asociada con estos casos”. 

En el pasado Avenatti ha estado involucrado en demandas contra estrellas de Hollywood, corporaciones e incluso la Liga Nacional de Fútbol Americano. 

William Cornwell, abogado de Boca Ratón, Florida, lo considera “uno de los abogados litigantes más talentosos con los que me he enfrentado”. 

Fuera de los tribunales, Avenatti tiene energía para regalar. En su tiempo libre disfruta de la velocidad y ha participado en más de 30 carreras de circuitos profesionales de automóviles en Estados Unidos y Europa desde el 2010. Hace varios años compró una cadena de cafeterías en Seattle en sociedad con el actor Patrick Dempsery, de quien después se distanció. Terminó vendiendo su parte. 

Duerme no más de cuatro o cinco horas diarias y tira frases tipo “la vida no es lo mismo que probarse vestidos”. A menudo termina sus tuits con la expresión “#basta”, en español. 

Se graduó en la Universidad de Pensilvania --en la que también estudió Trump-- y cursó estudios en la facultad de derecho de la igualmente prestigiosa Universidad George Washington. Dice que el ímpetu con que enfrenta a los poderosos deriva del recuerdo de sus hijas cuando, siendo adolescentes, vieron a su padre quedarse sin trabajo. Dice que fue una experiencia “devastadora” para su familia. 

Los partidarios de Trump están tratando de pintar a Avenatti como un cuadro demócrata. En su portal personal Avenatti dice que trabajó para el alcalde de Chicago Rahm Emanuel antes de que éste colaborase con los gobiernos de Bill Clinton y Barack Obama. 

Una revisión de documentos federales que hizo la Associated Press indica que Avenatti no ha hecho donaciones políticas desde el 2007. Del 2003 al 2007 aportó $5,750 a una serie de candidatos demócratas, incluidas las campañas presidenciales de John Kerry, John Edwards y Dick Gephardt. 

Avenatti niega que el caso de Daniels tenga un trasfondo político y dice que aprueba algunas cosas que hizo Trump, como la desregulación y la reforma fiscal. 

Pero asegura que él y Trump son dos personas muy distintas. 

“No nací con todos los privilegios y un negocio inmobiliario en Manhattan”, expresó. “Soy un peleador callejero con un título universitario de una escuela de elite”.