Más de un año ha transcurrido desde que el huracán María dejó sentir su furia sobre la Isla y en algunos lugares de Puerto Rico la necesidad sigue como el día después del azote. Por eso, en San Sebastián, un grupo de voluntarios no ha dejado de trabajar desde aquel 20 de septiembre de 2017. 

A través de distintas iniciativas, como la creación de un bazar de artículos donados o el crecimiento de un comedor comunitario ya establecido en la Iglesia Presbiteriana, este grupo de pepinianos encontraron una forma de servir a sus compueblanos más desventajados.

Pero la necesidad es tal que todo esfuerzo se está quedando corto.

“Nosotros sabíamos que había necesidad, pero después de María se destapó. Nos encontramos con personas que no nos imaginábamos que tenían necesidades porque lo perdieron todo”, rememoró Carmen Méndez, una de las voluntarias y coordinadora de ayuda a los vecinos.

“Yo te diría que hay más necesidad ahora que cuando pasó María, porque la situación económica de la gente está crítica. Las cosas han subido de precio y mucha gente se ha quedado sin trabajo. La gente que estaba trabajando en la agricultura está en el aire. Los que trabajan en construcción, el dinero que supuestamente iban a enviar de FEMA no ha llegado rápido”, apuntó.

El grupo de voluntarios no tiene nombre, ni oficina y tampoco están incorporados. Son solo vecinos de diferentes denominaciones religiosas que han querido extender la mano.

La Iglesia Presbiteriana de San Sebastián les cedió un pequeño cuarto donde establecieron una especie de bazar que abre los miércoles en la mañana. Allí se dona ropa, zapatos o artículos del hogar que están disponibles para aquellos que tengan necesidad, sin costo alguno. 

Las donaciones han sido tantas que han realizado viajes a pueblos cercanos, como Maricao y tan distantes como Morovis, para compartir con las personas que se han visto sin nada

“El bazar tomó auge después del huracán. Anteriormente, recibíamos ropa y la llevábamos a las casas, pero después del huracán, la necesidad ha sido muchísima más. La iglesia nos permitió utilizar estar área y ya la gente sabe que hay este sitio específico”, sostuvo Méndez. 

El grupo, además, visitó todos los rincones del pueblo y llevó un inventario de las necesidades más apremiantes para intentar conseguir soluciones a través de donaciones. 

“Hubo un tiempo, de octubre a noviembre del año pasado, que murieron muchas personas que estaban encamadas porque no tenían equipos que necesitaba o luz eléctrica. Eso nos afectó mucho. Nos dimos a la tarea de identificar los casos que necesitaban, por ejemplo, camas de posición o estufas y tratábamos de buscar la forma de conseguirlas por donaciones”, contó Méndez.

De igual forma, con la ayuda de la iglesia, reforzaron el Proyecto Maná, una cocina que inició en la Iglesia en la década del 90, con la intención de darle comida caliente los fines de semana a ancianos y a otros necesitados. 

“Cocinábamos de 300 a 500 comidas calientes todos los días y las repartíamos. Después del huracán seguimos el proyecto y actualmente ofrecemos comida hasta 60 personas todos los sábados y domingos”, contó, por su parte, el pastor Nelson Gutiérrez.

Necesitan más espacio

La iniciativa ha tenido gran arraigo en todo el pueblo y la necesidad de muchas personas es tal que el espacio se les hizo pequeño. Por eso, urge conseguir algún local donde puedan ofrecer más servicios.

Una de las opciones es habilitar alguna de las escuelas que han sido cerradas en el pueblo de San Sebastián para crear un centro de ayuda a la comunidad totalmente gratis.

“Identificamos dos escuelas: la Agustín Acevedo, de Piedras Blancas y la escuela Joaquín Oronoz, en Villa Rita. La idea es trasladar el bazar ahí y también sabemos que hay necesidad de ayuda psicológica, orientación a madres solteras, estudiantes que pasan prácticamente todo el día sin comer porque la situación económica es difícil. En fin, poder ofrecer más ayuda en un mismo sitio. Que la gente sepa que puede ir allí y que va a encontrar ayuda”, detalló Méndez, quien indicó que cuentan con el respaldo del alcalde, Javier Jiménez, y también se han reunido con el representante Félix Lassalle.

“Le explicamos la necesidad que tenemos de un lugar donde podamos dar más servicios. El problema es que muchas de las escuelas que han cerrado están deterioradas. Les han quitado puertas y ventanas”, contó Méndez.

“Este pueblo es enorme, tenemos sobre 42,000 habitantes y barrios distantes… Esas escuelas pueden servir para tener contacto eficiente con las personas”, comentó, por su parte, el pastor Víctor Manuel Viana, director de iniciativas comunitarias y bases de fe en el municipio.

Por lo pronto, el grupo de vecinos seguirá ofreciendo los servicios que tengan a la mano para quienes más lo necesiten.

“Nuestra prioridad es dar el servicio y ayudar a las personas. Poco a poco iremos consiguiendo más ayuda porque esto no va a acabar en el 2019. Ya esto es parte de nuestras vidas”, sentenció Méndez.