A José Acevedo Báez, don Cheo, la emoción y las lágrimas le ahogaban las palabras cuando estrenaba su nueva casa de concreto en una empinada jalda del sector Las Piñas del barrio Beatriz en Caguas.

Los vientos del huracán María dejaron en el piso la casita de madera y techo de cartón en la que vivía el humilde viudo de 71 años. En la tarde ayer, en la loma no soplaba el viento, sino una brisa suave era la que refrescaba la que será ahora su nueva morada, pintada de crema con borde azul cielo.

La estructura con pisos de loza está equipada con lavadora, estufa y nevera, gabinetes, baño y una habitación con juego de cuarto.

Con lechón asado y golosinas, vecinos, familiares y amigos celebraban con don Cheo su residencia, lograda gracias a la ayuda de Voces, Fundación Topy Mamery, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) y decenas de buenos samaritanos, algunos del barrio, que pusieron su granito de arena para que el hombre -que no tuvo hijos y vive solo- volviera a tener un techo. También la organización Enactus, del Recinto Universitario de Mayagüez, donó el mobiliario de la casa.

“Yo me siento más que feliz de la vida, pero bien agradecido por todos los que han colaborao y me han ayudao (se le quiebra la voz y llora). Me siento feliz, pero lloro porque hay que tener sentimientos y agradecimiento”, sostuvo don Cheo.

“Lo que le pido de favor es que no me abandonen, que mientras puedan venir nos ponemos de acuerdo para estar en otro momento disfrutando aquí de este palacio que me han hecho. Lo que le pido es que siempre se acuerden de mí que yo me voy a acordar de esto toda la vida”, dijo para agregar que nunca perdió la esperanza.

“He tenido una gran suerte… vivo agradecido de Dios primero, y de toda la gente que han ayudao y eso va a ser un recuerdo inolvidable que yo creo que hasta después de muerto yo lo voy a recordar”, expresó el humilde hombre que pasó el huracán en casa de un hermano y cuando regresó encontró su hogar en el piso.

De una familia pobre de 7 hermanos, don Cheo emigró a los 15 años a Estados Unidos y laboró allá por mucho tiempo recogiendo tomates, manzanas y melocotones. En 1986, el hombre que sólo pudo estudiar hasta el octavo grado, regresó a su natal Caguas y continuó labrando la tierra.

Ayer vecinos lo elogiaban por su carácter alegre, servicial y bonachón. Unos llegaban con presents, como Milagros, quien cargó desde Caguas con un cuadro con la imagen de tres cotorras. “Soy casi sobrina, casi prima y casi hija. Le puedo decir papá y no pierdo”, expresó la mujer.

(teresa.canino@gfrmedia.com)
(teresa.canino@gfrmedia.com)

Fue Lourdes Soler, residente del barrio Beatriz y hermana de la actriz Cristina Soler, quien se percató de la necesidad de vivienda que tenía don José y comenzó a contactar personas que se volcaron en ayuda. “Empezamos a hacer como una red de gente maravillosa y con amor, porque don José se ha ganado eso”, contó.

Junto a ella estaba Roxana Mamery Serrallés, hija mayor del fenecido productor Topy Mamery y presidenta de la fundación que lleva el nombre de su padre.

“Este proyecto para nosotros es inmenso… No me puedo ni imaginar lo que es de un momento a otro no tener nada. Aquí no quedaba nada y el empeño que él mismo le puso, porque don José trabajó en su casa junto a los contratistas, y ver la felicidad de él, eso nos llena”, sostuvo.

Además, de la nueva vivienda de don José, la Fundación trabaja en la reconstrucción de otras tres casas en el barrio Cercadillo en Cayey, y a otras cuatro viviendas les arreglaron los techos y pisos.

Pero dijo que la necesidad de vivienda es grande. “Por lo menos, (hay) 30 personas diarias que nos escriben a la fundación que no tienen techo, que tienen toldos, que necesitan ayuda”, dijo Mamery.

Relató que la fundación comenzó labores hace unos cuatro años ofreciendo servicios de hogares sustitutos a niños necesitados, talleres de arte, música y deportes.

“Una vez pasa el huracán María nos damos cuenta que había una necesidad adicional y empezamos a hacer reparaciones en hogares de niños y luego nos damos cuenta que había muchas familias alrededor de la Isla que necesitaban ayuda”, indico Mamery, quien residía en Miami y se mudó a Puerto Rico para trabajar de lleno en la organización. Su hermana Tania también es parte de la organización.

“Creo que mi papá estaría superorgulloso del equipo que se ha creado y hemos podido mantener su legado en algo bonito, en algo que estamos ayudando a Puerto Rico. Si él estuviera parado aquí al lado mío estuviera gozándoselo conmigo”, expresó Mamery, quien dijo que su papá hacía labor social en el anonimato.

Expresó que al principio la fundación se nutría “pesito a pesito” con ayuda de familiares y amigos de la familia “y poco a poco con lo que se podía”, además de que mucha gente donaba su talento. Después del huracán María, indicó que comenzaron a recibir ayuda de la organización Unidos por Puerto Rico.

Mariela Cruz Miranda, encargada de proyectos, comenzó como voluntaria en la fundación y actualmente es la única que devenga salario por sus labores. Los demás, hacen voluntariado.

“Hemos logrado ayudar a más de 200 familias alrededor de la Isla”, indicó Cruz Miranda.

En el caso de don José, la fundación aportó $18 mil y FEMA le otorgó al viudo otros $33 mil.

La casita, en cemento armado y bloques, tuvo un costo de alrededor de $45 mil. Mucha de la obra se tuvo que hacer a mano, por el poco acceso del lugar para el acarreo de maquinaria y materiales, explicó el ingeniero contratista, William Rodríguez Rodríguez.