MANAGUA. El presidente Daniel Ortega acusó el jueves a la Conferencia Episcopal de Nicaragua de formar parte de un golpe de Estado en su contra, al participar en un acto para conmemorar el 39 aniversario de la revolución que derrocó a la dictadura de Anastasio Somoza y con el país sumido en la crisis política más profunda de la última década. 

Frente una plaza ocupada por miles de sus seguidores, el mandatario de 72 años aseguró que fuerzas adversas a su gobierno financiadas por agencias norteamericanas se confabularon con el obispado nicaragüense para sacarlo del poder. 

Desde hace tres meses este país centroamericano ha sido escenario de una ola de protestas reprimidas con violencia que han dejado más de 250 muertos y han supuesto para el exguerrillero y actual presidente comparaciones con la tiranía de la familia Somoza. 

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Ortega regresó al poder en 2007 después de tres derrotas electorales consecutivas. La crisis que enfrenta estalló el 18 de abril tras una fallida reforma al seguro social, que luego de la muerte de manifestantes derivó en la demanda para que deje el poder. 

“Me dolió que mis señores obispos tuvieran esa posición de golpistas, se descalificaron entonces como mediadores”, sostuvo el gobernante, dando por muerto el diálogo con el que buscaba superar la crisis. 

La Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos registró 351 homicidios relacionados con la agitación entre el 19 de abril y el 10 de julio, mientras que el gobierno dice que hay más de 200 muertos. La gran mayoría de fallecidos eran civiles, señaló el grupo. 

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos dijo el jueves que había contado 277 muertos. 

El obispo auxiliar de la arquidiócesis de Managua, monseñor Silvio Báez, uno de los más fuertes críticos del gobierno de Ortega, hizo declaraciones en Twitter tras el discurso del mandatario. 

“La Iglesia no sufre por ser calumniada y perseguida. Sufre por quienes han sido asesinados, por las familias que lloran, por los detenidos injustamente y por quienes huyen de la represión. Rezamos y estaremos a su lado siempre, en el nombre de Jesús”, afirmó. 

Sin embargo, no todos los nicaragüenses son sus detractores. 

“La revolución está más viva que nunca”, dijo a The Associated Press Arelia Membreño, habitante del barrio Laureles Sur, quien afirmó que a pesar de los errores Ortega ha hecho un gobierno para los pobres. “A mí me dieron crédito, becas para una hija y la calle que antes era de tierra frente a mi casa hoy es de pavimento, por eso lo apoyo”, afirmó la comerciante de 32 años. 

Su respaldo contrasta con el rechazo a Ortega de los últimos tres meses que se ha manifestado en las calles de Nicaragua con enormes concentraciones y marchas, bloqueos viales y una gran presión interna e internacional con resoluciones como la adoptada por la Organización de Estados Americanos, que condenó al Estado por las muertes, pidió el desarme de los grupos paramilitares afines al gobierno e instó a buscar una salida pacífica. 

Ciudades como Masaya, León, Estelí, Matagalpa y los barrios orientales de Managua, que fueron bastiones de la lucha contra la dictadura de Somoza, se han levantado contra Ortega, que ha calificado las protestas como un intento de golpe de Estado. 

El gobernante ordenó a principios de julio una ofensiva para "liberar a las ciudades" de los bloqueos que llegaron a cubrir más del 50% de las vías en el país, muchas de ellas de importancia para el tráfico internacional y el traslado de la producción local. 

"Vamos avanzando en la liberación de nuestro territorio. Estamos asumiendo como gobierno la reconstrucción de la paz que nos quisieron arrebatar", expresó su esposa, la vicepresidenta y vocera del gobierno Rosario Murillo. 

La liberación a la que se refiere Murillo consiste en caravanas de policías antimotines y fuerzas paramilitares que a fuerza de balas y violencia han abierto las vías y han permitido recuperar bastiones simbólicos como el barrio Monimbó, en la ciudad de Masaya, donde los nicaragüenses se alzaron contra Somoza a fines de la década de 1970 como parte de la revolución. 

“Nunca pensé ver a Daniel convertido en un dictador, menos en un criminal que quiere quedarse en el poder a sangre y fuego”, dijo a la AP el analista político Julio López Campos, un antiguo guerrillero que fue muy cercano a Ortega y hoy es crítico del gobernante.