Jerusalén.- David Grossman y Fernando Aramburu se unieron hoy jueves en Jerusalén en un profundo diálogo para tratar de destripar los nacionalismos, la patria y el conflicto, en el marco del XX Congreso Internacional de Hispanistas que se celebra esta semana.

 Ambos han escrito sobre qué les ocurre a las personas en medio de la violencia, sobre la identidad y la patria y sobre conflictos muy diferentes, pero que comparten similitudes.

 "El pueblo judío ha estado condenado a vivir fuera de su lugar durante tantos siglos, que para mí la patria es casi un hogar. El lugar donde me siento en casa. Una de las grandes cosas de Israel es que debe curarnos de la experiencia de nunca sentirnos en casa en el mundo. Es algo que caracteriza la experiencia judía. No pertenecer al lugar, ser vistos con ojos sospechosos", dijo Grossman.

 Y, sin embargo, lamentó que sea "bastante trágico que después de 72 años de independencia los israelíes no tengan un hogar sino, más bien, un fuerte" condenado a defenderse de su vecindario.

 El lenguaje, en su caso el hebreo, es también su patria primaria, aseguró durante la conversación, que contó con el apoyo del Centro Sefarad Israel. Y consideró "milagrosa" la rehabilitación y modernización del hebreo de la mano de Ben Yehuda: "Si el patriarca Abraham se sentase hoy en mi mesa, entendería al menos la mitad de lo que dicen mis nietas", señaló.

 Grossman es una de las plumas más admiradas de Israel pero también uno de los pensadores más criticados, por su posicionamiento sin tapujos contra la ocupación de los territorios palestinos y la denuncia del precio moral que el país y la sociedad pagan por ello.

 También criticó el "blanqueo" que medios y políticos hacen del lenguaje, para evitar llamar a las cosas por su nombre y recordar a la sociedad que está ocupando por la fuerza a otro pueblo.

 El conflicto, coincidieron ambos autores, debe dejar paso a la reconciliación. "Una víctima nunca deja de serlo", apuntó Aramburu, pero añadió que sin embargo "se le puede ayudar a tener alivio y reconocimiento".

 En este sentido Grossman recalcó que para el pueblo judío "la historia principal es la historia de ser víctimas", y sugirió que "quizás sea hora de cambiar, buscar otro lugar, contar otra historia que describa este lugar en el que estamos y descartar ideas fosilizadas".

 El deseo de pasar página para una sociedad en conflicto, sin embargo, no debe llevar al olvido, dijo el autor vasco, que reclamó la creación de un "banco de la memoria" del conflicto en su tierra.

 Grossman se mostró pesimista con el conflicto entre palestinos e israelíes, aseguró no saber "si llegará a ver el final" algún día y dijo que "incluso si la paz llegase hoy, ya habría llegado demasiado tarde". El conflicto no se acabará con la firma de un acuerdo, sino con una paz real en los corazones y un cambio de la visión del mundo de los afectados.

 Y demandó un diálogo, que considera inexistente en la derecha gobernante en el país, sobre "el precio que Israel paga por vivir así".

 "¿Cómo puedes ser plenamente moral cuando ocupas a otro pueblo por 52 años? Para mantener esta ocupación, tienes que crear un tipo de amortiguador entre la situación y tu", señaló en declaraciones a Efe tras el encuentro.

 Israel se mantiene "en una situación muy complicada porque, por un lado, es realmente una muy buena democracia. Puedo escribir los artículos más duros sobre Netanyahu y serán publicados en portada, podemos participar en manifestaciones, hay libertad de expresión. Hay libertad, pero al mismo tiempo, estamos ocupando a otro pueblo".

 El resultado de esa violación moral es, a su entender, "que para poder funcionar aquí tienes que eliminar parte de tu comprensión, parte de tus sensibilidades y parte de tu moralidad. Esto supone un precio muy elevado, no se trata solo de palabras bonitas", algo que "cambia a la gente y a la sociedad" y la manera en que se tratan unos a otros.

 "En esta situación, el poder de la literatura es muy necesario, porque, si la situación distorsionada hace que todo el mundo parezca igual, si la situación utiliza a los seres humanos como soldados, si confisca sus sensibilidades, la literatura hace justo lo contrario: da especificidad a los individuos y remarca lo rico que el individuo es".