Monopoli, Italia. No importa a qué parte del mundo vayas, seguramente encontrarás a algún boricua.

Nuestra visita al hogar que comparte con su esposo Alessandro Indelli y sus dos hijos, Gabriele y Marco, fue la excusa perfecta para el primer encuentro con otras dos boricuas que, como ella, llegaron a este país por amor.

Conquista a primera vista

A los 18 años, mientras estudiaba en la Inter de Arecibo, Yaritza Morales quiso conocer mundo. Por eso cuando llegaron a la universidad reclutadores del Army, tomó el examen, lo pasó, pero prefirió esperar dos años para irse con algunos créditos. “La idea era ir y regresar. Jamás y nunca pensé en lo que estoy hoy día”.

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Y es que estando en la base en Texas, en su primer día de clases en una escuela donde van militares de todas partes del mundo para aprender inglés, conoció al italiano Domenico Santisi. “Cuando llegué ya él estaba allí. Nos presentamos a toda la clase y la primera persona que se vira y me habla fue él. Lo miré y dije ‘¡qué muchachito más lindo!’. Esto fue amor a primera vista. Ya el segundo día él me decía ‘te amo’, y yo pensaba ‘este está loco’. No podíamos salir porque estaba en training y a ellos les advirtieron que no podían relacionarse con otros. Estuvimos así por dos meses”, narra Yarizta quien es natural del barrio Montebello de Manatí.

Domenico regresó a su país pero se las ingeniaban para comunicarse mientras la boricua permanecía en el Army. Igual hizo el italiano para llamar a sus futuros suegros en un intento de convencerlos que la relación iba en serio. Con su regreso a Puerto Rico, y la aprobación de sus papás, Yaritza decidió comenzar una vida en Viareggio, Italia. “Los primeros meses fueron como una luna de miel, pero el tiempo pasaba y empecé a preguntarme ‘¿qué hago aquí?’”.

Aprender el italiano se le hizo fácil. “Ya me sabía las canciones de Eros Ramazzotti en español, así que para aprender empecé a leerlas y escribirlas en italiano”. La cocina también fue un quitao porque le gusta y se las ingeniaba para darle el toquecito boricua.

Ser ama de casa no era lo suyo así que para agilizar la residencia y la oportunidad de poder estudiar decidieron casarse.

Tuvieron dos bodas: una sencilla en Puerto Rico y una “de princesa” en Italia. Hoy la pareja está radicada en Gaeta y tiene tres hijas: Carla Yaritza (18), Michelle (12) y Lorenza (8). Yaritza completó sus estudios en educación especial, lo que no ejerció para dedicarse a sus niñas. Como ya están más grandes, trabaja en una tienda especializada en café.

“Aquí aprendí a vivir la vida que viven los italianos pero sin dejar atrás mis costumbres y tradiciones. Enseñé el español a mis niñas desde que nacieron porque para mí es importante que ellas lleven con orgullo su otra mitad, Puerto Rico, y lo hablan a todos con mucho orgullo”, acota Yaritza.

Mitad y mitad

Aurora Méndez está casada con Mario Pinto y son padres de Esther Naomi. (Enviada Especial / teresa.canino@gfrmedia.com)
Aurora Méndez está casada con Mario Pinto y son padres de Esther Naomi. (Enviada Especial / teresa.canino@gfrmedia.com)

“Era pequeña pero recuerdo todo. Para mí era como un cuento de hadas ver los edificios, las personas, la comida… todo me encantó. Digo que fue Dios que puso esa gotita de pasión por este país”, recordó.

Ya de regreso a Puerto Rico, con el retiro de su papá del ejército, se mudaron al barrio Campo Rico en Canóvanas, de donde es oriunda su mamá. “Me fui a estudiar a la UPR de Carolina, donde completé mi bachillerato en Cultura Turística. Mientras estudiaba italiano, entré en Yahoo Messenger para mejorar mi italiano. Entonces conocí a mi media naranja, Mario Pinto Fiorentino”, narra la hija más pequeña de 7 hermanos.

Las conversaciones eran largas, desde la fe hasta política y el arte. “Me mandó una foto y se me pareció a uno de los actores de The Godfather, así todo serio, pero me gustó. Fue amor a primera vista, a distancia. Después de ocho meses mami me regaló una web cam y conoció al resto de mi familia”.

Así fue por casi un año hasta que Mario le pidió matrimonio. “Fue una ceremonia bien linda pues mi papá nos casó”, recuerda Aurora.

Gracias a sus cuñadas aprendió la cocina italiana. El sazón boricua lo da con los ingredientes que su mamá le envía congelados desde la Isla, o si no se las inventa.

“Llevo 16 años en Nápoles. Mario y yo somos completamente opuestos en la cultura y en los carácteres, pero nuestra fe y el amor que nos tenemos trasciende fronteras. Hay algunos choques pero al final del día es más los que nos une que lo que nos separa”, asegura Aurora quien junto a Mario son padres de Esther Naomi, una despierta “boricuitaliana” próxima a cumplir los 4 años.

“A pesar de la distancia, he mantenido mi vínculo familiar y he podido traer un pedacito de Puerto Rico a mi hogar. Le he podido comunicar a mi familia italiana parte de la cultura, las tradiciones, los festejos, la comida y de lo hermoso que es mi Puerto Rico y su gente. Digo que mitad de mi corazón siempre estará en Puerto Rico, pero la otra mitad ahora le pertenece a Italia”, acota esta boricua quien recientemente empezó a trabajar como maestra de Inglés mientras su esposo labora en el Departamento de Turismo de Italia, en las ruinas de Pompeya.