PARÍS. El gallo Maurice podrá seguir cantando en una isla francesa, falló el jueves una corte al rechazar una queja de los vecinos que demandaron por el ruido del ave.

La demanda contra Maurice -junto con otras quejas por el ruido generado por campanas de iglesias, cencerros y cigarras, así como por los olores de granjas- han provocado un debate nacional sobre cómo proteger la cultura rural ante expectativas más asociadas con zonas urbanas.

La corte falló que la dueña de Maurice, Corinne Fesseau, podrá quedarse con su ave en la pequeña isla de Oleron, en la costa atlántica de Francia. Los vecinos frustrados sopesan apelar.

La abogada de Fesseau, Julien Papineau, dijo a The Associated Press que su clienta “está contenta. Lloró cuando le comuniqué el fallo de la corte”.

El canto madrugador de Maurice exasperaba a dos vecinos de Fesseau, una pareja de jubilados que se mudó a la isla hace dos años. Pidieron a la corte hacer que el animal se alejara o se callara.

En lugar de eso, el juez en la ciudad sudoccidental Rochefort les ordenó pagar 1,000 euros (1,005 dólares) a los demandantes por daños a su reputación y costos de la corte.

“Eso hizo a mis clientes sentirse muy mal”, dijo su abogado Vincent Huberdeau, quien denunció que Fesseau intencionalmente puso el corral del gallo cerca de la ventana de sus vecinos y luego convirtió a Maurice en una causa célebre de las tradiciones rurales. El juez se excedió al sancionar a los demandantes, agregó.

El caso también resultó contraproducente para los quejosos entre la opinión pública, al menos localmente. Más de 120,000 personas firmaron una petición exhortando a las autoridades a dejar a Maurice en paz y alguien llevó un “comité de apoyo” conformado por gallos y gallinas de la región para apoyar a la dueña de Maurice durante el juicio de julio.

“El campo vive y hace ruidos, también el gallo”, decía una de sus pancartas.

El fallo resultó en buenas noticias para una bandada de patos en la región Landes, en el suroeste de Francia, donde vecinos han demandado a granjeros por los graznidos y el olor de las aves.

Las autoridades también fallaron contra los residentes de una aldea en los Alpes franceses que se quejaron en 2017 por el ruido de los cencerros y también fracasó un esfuerzo del año pasado para sacar a las cigarras de un pueblo sureño para proteger a los turistas de su canto veraniego.

Desde que salió a la luz la historia de Maurice, algunos legisladores franceses han sugerido aprobar una ley para proteger los sonidos y olores del campo como parte del patrimonio rural de Francia.