Al ver que el coronavirus invadía las residencias de ancianos y sembraba muerte, Valerie Martin se dijo a sí misma que eso no sucedería en el geriátrico que administra en Francia.

La medida que tomó para evitar que el virus infectase y matase a los vulnerables ancianos bajo su cuidado fue tan drástica como efectiva: Ella y sus empleadas se encerraron en la institución junto con sus 106 residentes.

Durante 47 días y noches, el personal y los residentes del geriátrico Vilanova en las afueras de Lyon capearon juntos el temporal mientras el COVID-19 mataba a decenas de miles de personas en otros geriátricos de Europa, incluidas más de 9,000 en Francia.

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“Me dije, ‘’no, no en el mío. Mis residentes tienen mucha vida por delante’”, declaró Martin en una entrevista. “No quiero que este virus los mate después de todo lo que han soportado”.

El lunes, Martin y otros 12 empleados que permanecieron en la residencia pusieron fin a su cuarentena en medio de abrazos y cantos, declarándose victoriosos: Todos los controles hechos en la residencia, a personal y residentes, dieron negativo. Los empleados, que se llaman a sí mismos los “felices confinados”, partieron en una caravana de vehículos, haciendo sonar bocinas, listos para el reencuentro con sus familias, casas y mascotas.

“Lo hicimos”, dijo Martin. “Cada día, cara hora, fue un triunfo”.

El COVID-19 mató a decenas de personas en otras residencias, pero Martin dijo que en Vilanoba hubo solo cuatro muertos y que ninguno de esos decesos parece haber estado relacionados con el virus. La edad promedio de los residentes es de 87 años y las muertes no fueron inesperadas, señaló.

Dado que personal y residentes estuvieron confinados, no fue necesario encerrar a la gente en sus habitaciones, como hicieron en otras residencias para evitar que los residentes se contagiasen de un virus que venía de afuera. Esto evitó que los residentes sufriesen la soledad que padecen otros. En Vilanova los residentes siguieron viéndose y saliendo al patio a respirar aire fresco.

El hijo de una residente de 95 años dijo que el personal es un “equipo fantástico”, que salvó a su madre al protegerla del virus y mantenerla animada, organizando incluso un festejo para su cumpleaños, el 17 de abril. Gilles Barret expresó que las publicaciones diarias de noticias, fotos y videos en la página de Facebook de la residencia nos tranquilizaron”.

“Salvaron vidas”, expresó. “Perfecto, perfecto todo. Me saco el sombrero”.

Martin dijo que no quería que sus residentes se sintiesen “prisioneros” y que no se hubiese sentido bien si ella seguía entrando y saliendo mientras privaba a los residentes de su libertad durante la cuarentena, que rigió desde el 17 de marzo.

Los residentes estuvieron confinados en sus habitaciones los dos primeros días mientras el personal hacía una limpieza profunda del lugar. Martin dijo que esos dos días fueron “catastróficos”.

“En solo dos días percibimos que había gente que no quería comer, que no quería levantarse, gente que decía, ‘¿para qué me bañan? Esto no tiene sentido’”, manifestó.

Decidió que había que hacer algo. En total, 29 de los 50 empleados se ofrecieron como voluntarios para quedarse y el 18 de marzo se presentaron con almohadas, bolsas de dormir y ropa para lo que pensaron sería un encierro de tres semanas, pero que luego decidieron extender. Otro personal seguía enterando y saliendo, pero no se mezclaba con los residentes, usaba equipo protector y seguía un estricto protocolo.

El personal dormía en colchones en el piso. Martin lo hizo en su oficina. Una de las voluntarias dejó a su bebé de diez meses en su casa. El personal llevaba la cuenta de la los días en una pizarra que decía “Siempre juntos con el corazón”.

“Fue duro”, dijo la enfermera Vanessa Robert. Pero hubo momentos de “gran dicha, cuando nos reuníamos por la noche y nos divertíamos, tirándonos bombas de agua”.

Martin dijo que su prioridad ahora es consolar a su gata, Fanta, que la debe extrañar mucho. Agregó que uno de los momentos más insólitos de toda la odisea fue cuando se subió a su auto y escuchó el mismo tema de un CD --el de “Misión Imposible” de Limp Bizkit-- que había estado escuchando cuando se bajó del auto siete semanas antes.

“Fue como llegar a un campamento de verano”, comentó. “Un confinamiento con 130 personas puede ser algo muy gratificante”.