El brote de COVID-19 en Shanghái, la mayor metrópolis de China, sigue siendo “extremadamente nefasto” y mantiene en cuarentena a sus 26 millones de personas, según dijo el martes un funcionario local.

El brote en la ciudad “sigue a un alto nivel”, indicó el director del grupo de trabajo de Shanghái de control de epidemia, Gu Honghui, en declaraciones recogidas por medios estatales.

“La situación es extremadamente nefasta”, dijo Gu.

China ha enviado más de 10,000 trabajadores de salud de todo el país para ayudar a la ciudad, incluidos 2,000 militares, y hace pruebas masivas a los residentes, algunos de los cuales llevan semanas confinados.

La mayor parte del este de Shanghái, que se suponía podría abrir el viernes, seguía en cuarentena junto con la mitad occidental de la ciudad.

Shanghái confirmó otros 13,354 casos el lunes -la gran mayoría asintomáticos-, lo que eleva el total a más de 73,000 desde que comenzó la ola de contagios el mes pasado. No se han atribuido muertes al brote, impulsado por la subvariante ómicron BA.2, mucho más contagiosa pero también menos letal que la variante delta.

Otro brote seguía expandiéndose en la provincia nororiental de Jilin, y la capital, Beijing, también registró nueve casos nuevos, sólo uno de ellos asintomático. Se cerró un centro comercial de la ciudad donde se había detectado un caso.

Aunque la tasa de vacunación en China ronda el 90%, sus vacunas de desarrollo propio, que utilizan muestras inactivas del virus, están consideradas como menos potentes que las vacunas de ARN mensajero como las fabricadas por Pfizer-BioNTech y Moderna y que se utilizan en el extranjero, así como en los territorios chinos de Hong Kong y Macao.

Además, la tasa es mucho menor entre los ancianos, y apenas en torno a la mitad de los mayores de 80 ha completado su vacunación.

Mientras tanto, han aparecido quejas en Shanghái sobre las complicaciones para conseguir alimentos y productos esenciales, así como falta de trabajadores médicos, voluntarios y camas en las unidades de aislamiento donde decenas de miles de personas permanecen bajo observación.

Shanghái ha convertido una sala de exposiciones y otros recintos en enormes centros de aislamiento donde personas con pocos o ningún síntoma se alojan en un mar de camas separadas por biombos.

El descontento se ha visto avivado por reportes y videos compartidos en internet que documentaban la muerte de una enfermera a la que se negó el ingreso en su propio hospital por restricciones de COVID-19, así como de bebés separados de sus padres.

La circulación de imágenes que mostraban a varios bebés metidos en cunas hizo que el Centro Clínico de Salud Pública de la ciudad emitiera un comunicado diciendo que los niños estaban bien atendidos y estaban siendo trasladados a un nuevo recinto cuando se grabó el video.

En una conferencia virtual el lunes, el Consulado de Estados Unidos en Shanghái alertó de posibles separaciones familiares durante la cuarentena, y dijo que tenía una “capacidad extremadamente limitada” de intervenir en esos casos.

Está creciendo la preocupación sobre el posible impacto económico del confinamiento sobre la capital financiera china, que también es un importante centro manufacturero y de logística. La mayor parte del transporte público está suspendido y los negocios no esenciales están cerrados, aunque aeropuertos y estaciones de tren siguen abiertos y tanto el puerto como algunos centros industriales importantes, como plantas automotrices, siguen operativos.