“Cuando comienzo a maquillarme siento como un cosquilleo. Como que Polillín dice, ‘Vladimir, déjame salir, ya vamos para allá a alegrar a los niños’”.

Primera Hora se topó con el payaso Polillín en los pasillos del Cuartel General de la Policía en Hato Rey, saludando efusivamente a todos los que se encontraba en el pasillo.

Se veía feliz, y en verdad lo es.

Al preguntar, confirmaron que era el agente Vladimir Ramos que usaba el personaje de Polillín para orientar en las escuelas y comunidades a niños, jóvenes y adolescentes sobre valores y otros temas de prevención.

El uniformado de 40 años, que entró a la Policía a los 20, se crió en el residencial Santiago Iglesias de Ponce.

Fue allí que tuvo que decidir qué modelo quería seguir: el de su madre o el de su padre que era adicto a las drogas.

Triunfó el tesón y la valentía de su madre y precisamente lleva el mensaje de “cómo coger un modelo para la vida. Esa persona que se convierte en tu héroe. Mi mamá me motivó a hacer las cosas bien, enseñándome valores. Siempre quería trabajar por un mejor Puerto Rico”.

El uniformado que tiene tres hermanas y cuatro hijos recuerda que su madre, tras sacar del hogar a su padre -ahora ya rehabilitado- “fue ama de casa. Se dedicó a nosotros…”.

El primer trabajo del agente fue en el hospital Damas de Ponce, brillando pisos y limpiando oficinas médicas durante las noches.

“Por fin me llamaron para entrar a la Policía”, recordó sobre su actual empleo que dice amar sin ningún reparo.

¿Siempre quiso ser policía? 

“Era algo que nació en mí; quería trabajar para hacer el bien a las personas. Es hermoso trabajar para servir”, sostuvo.

El policía trabajó en el cuartel de Monte Hatillo desde el 1999 y fue en el 2005 que empezó a entrar en el personaje cuando fue movido al Negociado de Relaciones con la Comunidad.

Un día lo invitaron a una charla de orientación y notó que “el uniforme creaba distancia. Los niños tenían un poco de miedo”, dijo.

“Ahí decidí usar mi personaje Polillín para llevar el mensaje de una manera alegre y divertida”, confesó.

Al finalizar la charla “me quitaba la peluca y les decía que además de ser Polillín soy el agente Vladimir Ramos Peréz, soy policía”.

Más de diez años después al uniformado aún le da un sustito cuando va a sacar a pasear a Polillín.

“Me pongo nervioso todos lo días. Es que cada vez quiero superar más lo que hago. Si no me dieran esos nervios entonces perdí la emoción de querer hacerlo bien”, confesó.

Ya a las 4:00 de la madrugada, el agente está en pie.

Comienza a maquillarse y siente “una alegría indescriptible… Ver esa sonrisa de los niños, esa ilusión… De verdad que esa experiencia es única”, dijo.

¿Y por qué el nombre de Polillín?

“Pues sale de la polilla. Tu sabes que la polilla empieza a caer en un sitio, tú la sacudes pero al rato vuelve y está en el mismo la’o, y tu vuelves y sacudes y sigue cayendo en el mismo sitio, y así es Polillín, siempre sigue ahí, mira, cayendo, cayendo, brincando y alegrando a to’ el mundo”, dijo riendo.

Pero para el uniformado a veces es duro aguantar las lágrimas, sobre todo cuando habla de los valores, como la prevención del bullying, que le enseñó su mamá ya fallecida.

“Cuando hablo de tu héroe se me salen las lágrimas, pero tengo un pañito con talco para retocar y secar rapidito”, mencionó.

En lo que va de año, el agente Ramos junto a su compañero Luis Ruiz han visitado 67 escuelas públicas y 12 colegios y ha realizado 20 actividades en comunidades. 

Ha impactado a 698 niños en preescolares; 22,157 en elementales; 5,572 en intermedia y 6,127 escuela superior. También a 9,689 adultos en las comunidades escolares.

Sume usted. Y son sólo dos personas llevando la esperanza y la alegría a todo Puerto Rico.