SYDNEY. Más de 100 pasajeros australianos y neozelandeses que viajaban por la Antártida en el crucero Greg Mortimer, la mayoría de ellos contagiados del nuevo coronavirus, arribaron la mañana del domingo a Melbourne en un vuelo procedente de Uruguay.

El avión con 112 pasajeros, entre ellos 96 australianos, fue abordado de inmediato por personal médico con trajes protectores. Trece de los 16 neozelandeses transbordaron a una aeronave alquilada que los trasladaría a su país.

La empresa Aurora Expeditions, operadora del crucero Greg Mortimer, confirmó esta semana que el coronavirus fue detectado en 128 de los 217 pasajeros. El canciller uruguayo Ernesto Talvi dijo que dos pasajeros australianos continuaban en cuidados intensivos en un hospital en Montevideo.

El barco estuvo varado en Uruguay más de dos semanas después de zarpar de Argentina el 15 de marzo para un viaje de regreso de 16 días a la Antártida.

“Quienes necesiten ir al hospital serán llevados y el resto de los pasajeros será puestos en cuarentena en hoteles”, detalló la subdirectora de salud pública del estado de Victoria, la doctora Annaliese van Diemen.

Los neozelandeses que se dirigen a su país también serán puestos en cuarentena en hoteles.

“Como se detectó el COVID-19 a un gran número de pasajeros del Greg Mortimer, todos son tratados como si hubieran dado positivo en COVID-19, en una medida de precaución”, dijo un portavoz del Ministerio del Exterior.

Por otra parte, el estado de Australia Meridional informó el domingo sobre el fallecimiento, en un hospital de Adelaide, de un hombre de 74 años que contrajo coronavirus a bordo del crucero Ruby Princess.

Más de una docena de pasajeros del Ruby Princess han fallecido a causa del virus y más de 500 personas están contagiadas.

Australia suma 57 fallecidos por coronavirus.

En la mayoría de la gente, el nuevo coronavirus provoca síntomas leves o moderados que desaparecen en dos a tres semanas. En algunas personas, sobre todos los adultos mayores y las que padecen trastornos de salud subyacentes, puede provocar enfermedades más graves, como la neumonía, e incluso la muerte.