La madrugada del 9 de marzo de 2010, Luis Gustavo Rivera Seijo forzó con su hombro derecho la puerta trasera de la residencia de Ana Cacho, en la urbanización Dorado del Mar. Se quitó los zapatos para no hacer ruido y se trasladó a la cocina porque tenía hambre.

En la cocina, comió galletas y bebió jugo de la nevera. También tomó un cuchillo para defenderse por si se topaba con alguien en la residencia de dos niveles, contó John Morales, agente del Negociado Federal de Investigaciones (FBI), sobre la confesión que tomó al imputado por la muerte de niño Lorenzo González Cacho el 6 de agosto de 2010.

Luego, Rivera Seijo, de 37 años, subió al segundo piso y al ver a alguien en la cama se “espantó” y regresó al primer nivel de la casa. Entró a una habitación y no vio nada. Entonces, se movió a un cuarto contiguo, donde Lorenzo, de 8 años, dormía junto a su hermana menor.

“Narra que las voces le estaban diciendo que matara al niño”, indicó el agente en un español salpicado por un acento inglés.

“Él estaba en conflicto y por eso sale de la recámara un momento”, agregó.

Ante el juez Carlos Salgado Schwarz, del Tribunal de Bayamón, quien preside la vista preliminar que se sigue contra Rivera Seijo, Morales relató que el imputado le contó que regresó a la habitación y que se colocó sobre el niño y lo apuñaló en tres o cuatro ocasiones.

“Oyó la nariz romperse”, detalló ante una sala repleta de público.

“El niño despertó, abrió los ojos y respiraba de tal manera que se estaba ahogando”, añadió el agente sobre la confesión.

Según el testigo, el hombre conocido como El Manco vio que la hermana de Lorenzo, quien no es testigo en la vista preliminar, en un momento abrió los ojos. Posteriormente salió de la residencia por la puerta trasera que da al patio, sin calzado, y brincó la verja del patio por el mismo lugar por donde accedió al lugar. Rivera Seijo, según Morales, no se percató si tenía sangre en su ropa.

Después del crimen, El Manco enterró el cuchillo en una casa cercana, pero las autoridades nunca encontraron la supuesta arma homicida, pese a que revisaron el lugar donde Rivera Seijo alegó esconderlo.

“Él dijo que él solo asesinó al niño. Él dijo cosas como ‘Yo maté a ese chico’. Nunca mencionó a otra persona”, afirmó a preguntas del fiscal Mario Rivera Géigel.

Previo a ofrecer detalles de la confesión, Morales apuntó que antes de iniciar la entrevista conversó brevemente con Rivera Seijo, quien le dijo que había cursado un año de estudios en la Universidad de Puerto Rico. También le contó que padecía de esquizofrenia y que había perdido su brazo en un accidente automovilístico en el 2007 o 2008. 

“Me dijo que desde los 17 años tenía esquizofrenia y ya escuchaba voces y que estaba controlado con la medicina”, indicó el testigo.

En ese preámbulo, Morales le informó que había preocupación por su seguridad porque los Ñeta, una organización de confinados, había indicado que tomaría acción contra la persona que había matado a Lorenzo.

Rivera Seijo, según Morales, no mostró preocupación por la amenaza. A petición suya, hizo un dibujo del interior de la casa y firmó un documento en el que admitió que apuñaló a Lorenzo con un “objeto de filo”. 

“El croquis que preparó concuerda con lo que relató”, subrayó Morales.

Sin embargo, Morales no mencionó que la hora en que Rivera Seijo alegó llegó al centro comercial cercano a la casa de Lorenzo contrasta con la hora que el testigo Juan Vázquez declaró lo dejó en el lugar. El Manco indicó que llegó a las 2:40 a.m. y Vázquez indicó que lo dejó allí a eso de las 10:00 p.m.

Abogado sugiere que confesión estuvo influenciada 

Pero en el contrainterrogatorio, el licenciado Mario Moczó González, de la Sociedad para la Asistencia Legal, siguió una línea de preguntas para establecer que la confesión de Rivera Seijo pudo haber estado influenciada por información provista por las autoridades al hombre.

Por ejemplo, Moczó González cuestionó al testigo sobre la ausencia de abogados en la entrevista y que este concluyera que Rivera Seijo estaba “lúcido” solo a través de las respuestas de “un paciente psiquiátrico”.

“Él nos dijo que se las había tomado (las medicinas)”, respondió el agente del FBI.

También confrontó a Morales con la confesión escrita de Rivera Seijo que incluía la palabra “objeto de filo” y el nombre y el apellido de Lorenzo, pese a que el imputado no conocía a la familia.

“Nadie le dio ese detalle”, aseguró el testigo sobre el nombre del niño.

“Así lo escribió sin asistencia”, agregó sobre el uso de la descripción “objeto de filo”.

Moczó González resaltó con sus preguntas que Rivera Seijo negó ser el autor del crimen en dos ocasiones antes de confesar, que mencionó que durmió en un lugar que no existía y que, aunque dijo que entró a la casa a robar, en la residencia no faltaba nada. Además, que relató que dejó sus documentos de excarcelación en el zafacón de la residencia. Sin embargo, las autoridades recuperaron esos papeles en una bolsa plástica en el patio de la casa. 

Morales, a preguntas del abogado defensor, respondió que las autoridades estatales “quizás” mostraron a Rivera Seijo fotos de la casa antes de su entrevista.

Moczó González también subrayó la dificultad de brincar una verja con un cuchillo en la mano, según el relato de Rivera Seijo.

El agente del FBI declaró, además, que la entrevista con Rivera Seijo acabó cuando surgieron preguntas sobre Arnaldo Colón, un amigo de Cacho, quien figuró como sospechoso al inicio de la pesquisa que capitaneó la fiscal Wanda Casiano.

La defensa no abundó sobre este asunto, pero en el redirecto, a preguntas del fiscal Rivera Géigel, Morales explicó que preguntó a Rivera Seijo que si temía o encubría al hombre. También indagó si Colón lo había atacado sexualmente cuando eran jóvenes.

Ante esta pregunta, Morales señaló que Rivera Seijo se alteró y se levantó de la silla perturbado y negó que Colón, quien no es testigo en la vista preliminar, lo hubiera agredido sexualmente.

Importancia de la confesión

La confesión de Rivera Seijo constituye un elemento esencial para que el Ministerio Público pueda probar las alegaciones contenidas en la denuncia en su contra.

Hasta el momento, el Ministerio Público solo había ubicado al imputado en el exterior de la casa de Lorenzo mediante evidencia circunstancial.

Sin embargo, al concluir la vista, el juez Salgado Schwarz apuntó que la admisibilidad de la confesión estaría atada a la decisión de la defensa de presentar prueba sobre una orden que emitió la jueza Elizabeth Linares Santiago, del Tribunal de San Juan, relacionada a otro caso de asesinato que Rivera Seijo enfrentaba en marzo de 2010.

En ese caso, otro juez exoneró a Rivera Seijo del crimen por la causal de “insanidad mental”.

La orden de Linares Santiago, emitida a petición de sus abogadas María Soledad Sáez y Carolina Zambrana, establecía que las letradas debían ser informadas sobre cualquier entrevista que las autoridades realizaran al imputado. Morales declaró hoy que no llamó a las abogadas para informarles de la entrevista.

Antes del testimonio del agente investigador Simón Rosa, los abogados defensores argumentaron que las confesiones de Rivera Seijo eran inadmisibles porque violentaban esa orden. El juez permitió los testimonios de Rosa y de Morales dando la impresión que esta controversia estaba zanjada, pero no ha sido así.

La vista preliminar continúa mañana en la tarde.