Entré por el portón principal y de inmediato fui recibido con cariño y mucha energía.

Debo confesar que llevaba tiempo sin pisar el histórico Estadio Hiram Bithorn para un evento deportivo grande como lo es la inauguración de la temporada de la Liga de Baseball Profesional Roberto Clemente. En el encuentro los Campeones Cangrejeros de Santurce recibieron a los Indios de Mayagüez en el inicio de la defensa del título y la celebración de los 80 años de la franquicia cangrejera.

Me sentí cómodo y feliz de revivir el ambiente de fiesta, alegría y camaradería deportiva en el cual me desempeñé y que tanto disfruté por años. 

¿La asistencia? Muy buena para un viernes inicio de un fin de semana largo repleto de distracciones. La gerencia cangrejera no escatimó en recursos y esfuerzos para brindarle al fanático un buen espectáculo para los aficionados, invitados y homenajeados Atanacio “Tany” Pérez, Iván Rodríguez y Edgar Martínez, todos miembros del Salón de la Fama de Grandes Ligas.

Pero en pocos días conocería de la partida física de Vera Cristina Zabala, quien por cerca de 47 años se convirtió en ángel y custodio de la imagen y sueños de Roberto Clemente Walker, el pelotero más grande de toda América Latina y figura cimera de este deporte en Puerto Rico.

Doña Vera, como la conocíamos, era una mujer dulce, de hablar suave y pausado con un corazón tierno pero de carácter fuerte y de fe inquebrantable.

Recordamos cómo entre lágrimas y dolor, fortalecida en el legado de sus hijos enfrentó la partida a destiempo del “Astro Boricua”. 

Joven y hermosa, Vera no cesó de trabajar para hacer realidad las causas y los sueños de Clemente aún cuando el más importante de ellos, la Ciudad Deportiva, yace en el olvido.

Doña Vera continuó muy ligada y entregada a los Piratas de Pittsburgh y todas sus actividades filantrópicas manteniendo vivo ese espíritu caritativo de nuestro primer miembro del Salón de la Fama.

Podría pensar que “la viuda de Clemente” como le solían decir, quiso esperar a ver cómo comenzaba la temporada de la liga de Baseball Profesional que lleva el nombre de su esposo para entonces decir adiós para reencontrarse con el gran amor de su vida. 

Así comenzó la temporada de nuestra pelota invernal. Hemos sido testigos de viejas añoranzas de un deporte que fue rey en Puerto Rico. Pude ver el ambiente de fiesta y de buen compartir, de baile, frituritas, cerveza, traguitos y golosinas. Vi niños de la mano de sus padres vistiendo uniformes de sus equipos favoritos, con guante y bola en mano 

esperanzados en una oportunidad de obtener un autógrafo. Observé muchas damas activas y motivadas a apoyar a su equipo favorito. Disfruté la ilusión de un nuevo comienzo de nuestro béisbol.

Confieso que la noticia del fallecimiento de Doña Vera  me ha puesto triste. Solo nos queda apoyar el deporte y verlo como lo que es, parte de lo que somos como pueblo, el sueño de muchos niños y niñas que disfrutan el deporte y anhelan representar el país y ser ciudadanos de bien.

Por Doña Vera, Roberto y sus hijos sería  bueno que el béisbol recuperara su sitial. Es la mejor forma de agradecerles todo lo que han hecho por Puerto Rico.

Hasta luego Vera y dele un abrazo al número 21 de nuestra parte.