Unos buenos amigos a quienes les tengo un cariño muy especial se acercaron a mi esposa para hacernos una invitación.

Resulta que ellos conocen a una extraordinaria mujer con un gran poder de palabra y energía positiva que brinda ayuda a personas con situaciones de vida retantes y necesidad de sanación de espíritu.

Identificados con mi proceso, ellos querían que la conociera y viviera de primera mano la experiencia.

Sin dudar un segundo, mi esposa les dijo que sí y me hizo una cita con la mujer. Presentí que ese encuentro sería especial.

Días después tomé ruta a Hormigueros y en el trayecto surgieron mil preguntas e inquietudes. ¿Era una adivina, una astróloga o una síquica? Mientras disfrutaba del hermoso paisaje de la zona Sur y la belleza del amanecer, la ansiedad por el encuentro crecía.

Llegué al pueblo a eso de las 8:00 de la mañana y allí en la escalera de la iglesia me esperaban mis amigos. Poco después arribó la protagonista de esta historia.

Era una mujer menuda, de dulce hablar, con una entonación muy particular, de mirada agradable e inquebrantable fe. 

Según mis amigos, su historia de vida es digna de un libro, pero sobre ese particular no quise auscultar porque no había aún la confianza. Se me hizo saber que desde muy pequeña dejó ver un don especial de espiritualidad.

Sus manos tocaron nuestros hombros y de inmediato pidió que mi amiga y yo entráramos juntos a la iglesia mientras ella comenzaba una conversación en voz alta con la Virgen, Jesús y Dios.

Con las manos extendidas caminamos alrededor de la iglesia mientras ella pedía energía, luz, fuerza y sanación. Entonces entendí el por qué mi amiga y su esposo estaban allí. 

La mujer no dejaba de alabar y bendecir el día mostrando agradecimiento por todo lo que nos rodeaba. 

“Escojan un lugar para ustedes y expresen ahí lo que sienten”, nos dijo.

Cada cual tuvo su espacio. Fue un momento de paz y de comunión como ninguno. 

Antes de partir decidí tomar una foto de ese hermoso espacio seleccionado donde había una cruz hecha de pedazos de árboles. 

Luego continuamos el trayecto hacia otros lugares para seguir sanando y reforzar nuestra fe. 

La historia es un poco más extensa, pero debo respetar ese momento no tanto por mí, sí por mis amigos.

Solo puedo decir que salimos más unidos, renovados, llenos de luz y repletos de energía. Todo gracias a un ser especial que llegó a nuestras vidas, nos tocó el corazón y lavó nuestras heridas. 

Antes de partir compartimos la foto pues en ella quedó grabado un mensaje. Si mantenemos la fe y la esperanza, un ángel llegará a tu vida e iluminará el camino hacia la victoria.