Al principio del siglo 20 y después de la Primera Guerra Mundial, los Estados Unidos estableció una política de aislacionismo. Lo que sucediera alrededor del mundo era de muy poco o ningún interés para el gobierno estadounidense.

Y mientras los alemanes y japoneses avanzaban en sus planes de expansión e imperialismo, los ciudadanos estadounidenses comenzaron a preocuparse a sabiendas de que podría repetirse la historia de aquella Primera Guerra Mundial.

Así las cosas, se vivía la tensión de un conflicto bélico, la economía mundial se hacía más frágil y los ciudadanos mostraban preocupación por la dejadez de su gobierno que minimizaba un posible ataque. 

El 7 de diciembre de 1941, Japón atacó sin avisar a Pearl Harbor, de forma infame y cobarde acabando con el poder militar y naval de quienes cogieron en calzoncillos.

¡Tora, Tora, Tora! (Tigre, Tigre, Tigre), fue el grito que dieron los japoneses para anunciar en clave el ataque, finalizado con éxito.

Poco después, Isoroku Yamamoto, almirante y comandante en jefe de la Flota Combinada de la Armada Imperial Japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, declaró con extrema preocupación: “temo que hemos despertado un gigante dormido”.

En Puerto Rico, por años administración tras administración se aislaron en una burbuja, cuidándose la espalda, prometiendo lo que no podían cumplir, entre jingles y cantos de sueños y prosperidad, engañando y manipulando. 

Mientras la enorme mayoría de los buenos empleados del Gobierno se fajaban día a día para servir al pueblo, una pequeña clase aristocrática se llenaba el bolsillo.

El pueblo dejaba pasar y seguía tolerando porque todavía “había chavos en el bolsillo”.

A la vez el Gobierno vivía su política de aislacionismo escondiendo la hecatombe política y económica que redundaría en una gran quiebra. 

Economistas advertían la crisis, el País observó arrestos, el deterioro social acrecentaba y el pueblo comenzó a protestar dejando ver que ante la cercana debacle no toleraría el abuso y la corrupción. 

Nuevos arrestos y acusaciones se convirtieron en el ataque japonés a Pearl Harbor que nos hundió el espíritu en las aguas del Caribe y llenó de fuego y humo nuestras montañas y llanos. 

Entonces nos tocaron el corazón con la burla hacia los débiles, los pobres, las mujeres, los enfermos y hasta los muertos. 

¡Y hasta ahí llegamos! El pueblo se hartó y tomó las calles y se lanzó a protestar. Tristemente, ha puesto en batalla a hermano contra hermano en una lucha que es de todos.

Hay que recalcar que muchos de los que intentan mantener el orden en silencio, piden a los protestantes que luchen por ellos.

La política de aislacionismo se quebró y el pueblo explotó con rabia. Esta vez fue el cordero del escudo que gritó ¡Tora, Tora, Tora!

Sin embargo, al levantarse dejó ver un imponente tigre lleno de furia. Fue entonces que desde el “Palacio” se escuchó a alguien decir: “Yeni hemos despertado un gigante dormido”.