Desde muy joven he sido un tanto rebelde e irreverente. Los que me conocen saben que me gusta argumentar y buscar más allá de lo que se presenta o se proyecta.

Cuando niño me buscaba algunas “candelas” con mi papá por opiniones que daba sobre algunos asuntos que él catalogaba de personas mayores. 

En el 1971, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos dejó sin efecto el alistamiento obligatorio que mantuvo inactivo por tres años y medio al púgil Muhammad Alí, quien se negó a ir a la guerra de Vietnam reclamando objeción por conciencia. El caso de “el más grande” fue clave en la determinación. 

Al preguntarle a mi papá sobre el caso le dije que Alí tenía razón y que si el Ejército me llamaba haría lo mismo.

Pa’ que fue eso... encendí la mecha de un exmilitar. Eso sí, a mi padre le sorprendían mis argumentos en defensa de mi postura. 

Para esos días la política puertorriqueña tomaba un curso interesante con la elección de varios integrantes del Partido Independentista Puertorriqueño a la Legislatura.

Y aunque podía diferir de algunas de sus posturas, me llamaba la atención sus ideas y el momento político. Apenas contaba con 12 años.

Uno de esos líderes independentistas era Carlos Gallisá. Hombre de mirada penetrante, voz poderosa y verbo intelectual. Al leer sobre sus medidas y posturas me sentía obligado a investigar y conocer por ser innovadoras y retantes.

Don Carlos fue más allá y retó lo establecido, no solamente en el Capitolio, sino en la base de su propio partido, renunciando al PIP, integrándose al Partido Socialista Puertorriqueño, y convirtiéndose en representante independiente.

De ahí en adelante pasaron muchas cosas para Gallisá y para mí. Ocasionalmente seguía sus pasos a través de Claridad. 

Sus deposiciones ante el Comité de Energía y Recursos Naturales del Senado en los Estados Unidos en los años 1987 y 1997, apuntando firmemente con el dedo a los miembros de la comisión, le ganó el respeto de todos incluyendo los opositores. 

Por años seguí su trayectoria desde la radio en el programa de análisis político Fuego Cruzado. Escucharlo argumentar, analizar la historia y utilizar de forma jocosa el sarcasmo era una joya. 

Gallisá se convirtió para mí, junto a los integrantes del programa, en mi salón de clases y mi enciclopedia.

Pasó el tiempo y finalmente conocí en persona a quien yo llamaba el “guaraguao de la patria” por su mirada penetrante, como si fuera a cazar una presa o defender el nido.

Pronto se convirtió en un recurso valioso y frecuente en el programa En Record de ABC y en una universidad de conocimiento.

Aquel hombre alto, imponente y de inteligencia única era, además, un bromista natural, una persona respetuosa y un conocedor de la música y el deporte como pocos.

Don Carlos podía dialogar de cualquier tema con conocimiento y apertura. Era un hombre muy valiente, pues tenía bien claro cuando un método de lucha debía culminar y dar paso a otro acorde con los tiempos. 

En los pasados años mantuvimos comunicación a través de mensajes telefónicos muy breves, pues no era muy hábil con la tecnología. Su enfermedad me causó mucha tristeza y su reciente partida un gran dolor. 

Me provoca envidia el escuchar las anécdotas de sus amigos íntimos y lamento no haber intentado conocerlo antes.

Comandante... gracias por responder cada vez que solicité su presencia, por el tiempo extra que nos daba tras cada entrevista, por las bromas que colaba en medio de cada conversación. 

Gracias por permitirme aprender de sus conocimientos y enseñarme a luchar por un mejor Puerto Rico. Lo extrañaremos todas las tardes y confío que la historia le dé el justo lugar que merece.

Hasta luego “Comandante”, Guaraguao de la Patria.