Quiero contarles una historia verídica y para ello utilizaré nombres ficticios. 

Era una noche espectacular, fresca y de cielo estrellado. Mi esposa y yo dábamos una vuelta mientras los chicos se preparaban para la celebración de su fuga como parte de las actividades de su cuarto año de escuela superior. Ellos estaban muy bien organizados, pero siempre es bueno que mamá y papá estén cerca por aquello de reforzar el orden.

Sucede que mi esposa recibió la llamada de otra madre y decidimos encontrarnos para hablar sobre la “crisis de madres de graduandos”. En el área de encuentro estaba Lauri, leyéndole la cartilla a dos o tres de los muchachos que tenían cara de terror. Al coro se unió Jini, quien amenazó con quedarse toda la noche en vigilia.

Al marcharse los “nenes”, Cydnia y Lydia Esperanza se unieron al “corillo” y unánimemente decidieron darse unos vinitos para desahogarse y relajarse. Y yo observando y aprendiendo.

“¡Elwood, sube!”, fue la orden terminante de mi esposa y Jini. Entonces, acompañado de cinco mujeres, callé y obedecí.

Ya en otro local entraron como soldados y auscultaron el área. “¡Aquí está perfecto!, dijo Lauri con autoridad. Entonces llegaron Taína, Carmen, Nivea y más tarde Florencia. En total nueve mujeres y yo en este encuentro improvisado. 

Aquí parte de la conversación que pude retener. 

(Todas a la vez)

 “Fulano se cree que porque cumplió 18 puede hacer lo que le dé la gana. ¡Ja! Dímelo a mí. El mío me dijo ¡desaparece! Qué clase de €*%#><~#£¥ tiene. Yo le leí la cartilla al mío. ¿Pido copas o una botella? Llama al muchacho para algo de picar”.

“¿Cómo organizarán las mesas del prom? Yo quiero estar con ustedes. ¿Dónde van los sacerdotes? Ellos no bailan, ¿verdad? A mí que me pongan a padre Gabriel al lado, aunque no baile. Amiga, eso es pecado, pero a la verdad que es guapo”. (Risas y más risas)

“Pidan picadera. Yo quiero mesa afuera para llorar. ¡Noooo ... o lloramos o bailamos, pero las dos cosas no se pueden! (segunda botella)

“Florencia y yo lloramos cuando dejamos dos semanas a los nuestros en un campamento. Cuando íbamos a regresar había una tormenta y nos bajamos del avión. Nos quedamos en un hotel de mala muerte. Al otro día en el aeropuerto estaban los que se quedaron en el avión. Despegó y viró de emergencia. Ellos sin dormir y nosotras con blower. Mejor muerta que sencilla”. (Más risas)

Taína casi se cae por un desnivel del piso, pero hizo un movimiento de Spiderman que evitó la vergüenza. Todas aplaudieron.

Florencia les tenía GPS a unos 20 niños y cada diez minutos nos enseñaba dónde estaban. Mejor que el FBI.

Al final cerraron el local, claro luego de cantar algo de Juan Luis Guerra. Tres se fueron a la caza de sus hijos. Yo volví con cuatro originales y Nivea que lucía “cansada” y se fue a su cuarto. 

A las 2:00 de la mañana el grupo decidió dormir pues tres horas después había que llevar a los chicos al colegio. Fue una gran noche. Un “blind date” con nueve mujeres. 

¿Qué aprendí?

Las mujeres son como satélites, reciben múltiples señales y descodifican con éxito todas y cada una. Su capacidad de pasar de un tema a otro con la rapidez de un rayo o entrelazar todos los temas a la vez no tiene límites. Su autoridad no pierde fuerza con los años. Ellas son pequeños dioses omnipresentes y omniscientes. Están en todas partes y si no créanme, llegarán. 

Pasan de la risa al llanto y al coraje en fracciones de segundos. Siempre, siempre, siempre mantienen lo chic. Pueden ser selectivas, pero si entras a su reino estás hecho. Son solidarias, amigas de verdad y se protegen entre sí.

La mayoría de mis amistades son mujeres. Con ellas se pasa espectacular. Así que chicas, no me dejen fuera en la próxima cita. ¿Puedo?