Si alguien me preguntara ¿cuál es uno de tus principales defectos?, diría sin titubear que soy muy distraído y olvidadizo. 

Diariamente pierdo las llaves de la casa, bolígrafos, papeles y muchos otros objetos. Peor aún, le he preguntado a mi esposa si ha visto mi teléfono y al marcar el número descubro que lo dejé en el auto, en el cuarto y hasta ha sonado en el bolsillo del pantalón. Sí, a ese nivel. 

Llevo días buscando una rodillera que me ayuda a correr. Es mi favorita y la pierdo constantemente. Y no es la única. Tengo varias, pero en ocasiones olvido donde las guardo.

Mi distracción es a tal nivel que olvido cosas que he colocado en un lugar con apenas minutos de diferencia. La mayoría de las veces olvido en qué área de un estacionamiento dejé el carro. Olvido tomar medicamentos y hasta olvido poner la alarma para recordar a qué hora debo tomarlos.

Modestia aparte dice que eso ocurre con las personas inteligentes y muy creativas. Mi mente siempre está maquinando y mientras hago cosas estoy pensando en mil otras a la vez.

 ¿Y a qué viene todo esto? Si olvido mis llaves, los nombres, fechas y cosas de diario puede tener explicación. ¡Pero olvidar un furgón repleto de artículos de ayuda de emergencia muchos de ellos perecederos, no!

No fue uno, sino tres en Toa Alta y tres en Utuado, los que fueron reportados desaparecidos en fechas cercanas a diciembre y nadie hizo algo. Allí se perdieron alimentos y agua que muy bien hubieran servido a ciudadanos que carecían de esos productos tras el huracán María. 

Tranquilos, que todo está resuelto. ¡Umjú! Se botó lo que no servía y se ordenó repartir lo que sí, y ya. No señores, esto no es olvido. Esto es serio, pues alguien quiso beneficiarse y calladito, en complicidad lo “escondieron” hábilmente para luego llenar sus bolsillos. Esa es una probabilidad, la otra, pésima organización y planificación lo que también es un asunto grave. En ambas se demuestra la falta de responsabilidad y valores. 

Este es un país de contradicciones. Mientras por un lado hacemos causa común para ayudar a una persona enferma, abandonada, accidentada, así como hermanos de otros países, por el otro nos pasamos de listos y buscamos la manera de sacarle provecho a una crisis, una tragedia o alguna asignación de fondos en la que se pueda “guisar”. 

Por eso es por lo que del otro lado del charco nos congelan los fondos o los retrasan, pues no nos tienen confianza. Y así olvidamos al pueblo, al necesitado, al maestro y el sistema de educación, a la universidad y el sistema de salud entre otros.

Olvidamos las promesas de campaña y hasta para qué fueron electos. Olvidamos como poco a poco jorobamos al País sacándole el jugo y le echamos la culpa al adversario político olvidando que también eres culpable. Olvidamos que la prioridad es el pueblo, su presente y su futuro y le entregamos el alma al diablo por unas monedas. Olvidamos quienes saquearon las arcas del Gobierno y sus nombres, olvidamos quienes endeudaron al País hasta la médula y vemos cómo hoy día se presentan como la solución a nuestros males. Olvidamos nuestra historia, no solo para no repetir los errores, sino para ser creativos, decididos y valientes al momento de buscar soluciones. 

Sí señor. Esos furgones abandonados son más que un truco u olvido, son símbolos del deterioro social que nos aqueja y que nos ha hecho olvidar los valores.