Una jovencita comienza a bulear de la nada a otra. Una amiga mutua comete la indiscreción de hablar de más y le cuenta intimidades. En su “buleo”, la joven atacante saca a relucir que la persona de sus ataques fue contagiada con clamidia.

Sin encomendarse a nadie comienza a “quemar” por las redes a su víctima, particularmente en Twitter. Interpreta que la damita es promiscua y comienza a realizar todo tipo de señalamientos. Esta joven emitió un juicio. Un pesado juicio. Totalmente parcializado y con graves consecuencias, pues atentó con la salud mental de una persona. 

La joven “buleadora” no tenía toda la información a su mano. El que presentaba una conducta promiscua fue la pareja de la joven atacada en las redes y no ella. Su pareja, un inquieto varón, se acostó incluso con la amiga que sirvió de fuente de información.

¿Qué pasaría si a consecuencia de todo eso, la joven agredida en las redes hubiese atentado contra su vida? ¿Podría salir a la calle y mirar a los ojos a otras personas con tranquilidad? 

Así de rápido y llanita fue su conclusión. No midió el alcance de su juicio fragmentado que, a su vez, convirtió en prejuicio vertido en una red social. 

Caras vemos, corazones no conocemos. Eso dice un viejo refrán que cae como anillo al dedo. La historia de la humanidad está llena de juicios sin tener clara toda la información. 

Si miramos otro ejemplo de cómo un acosador puede acabar con la vida de un ser humano, miremos el Facebook.

La pasada semana, Javier Andrés Moya Rivera estremeció a muchos al tomar la fatal decisión de suicidarse tras el aparente acoso de un supervisor. Un escrito en esa red social presentó otro eslabón terrible de este mal. El hombre estaba agobiado, desesperado. Se sentía perdido. Ese supervisor, cuyo nombre se desconoce, emitió un juicio sin conocer las penumbras o problemas de Javier. 

Lo terrible es que el ahora occiso acusó a ese supervisor de “inventar” situaciones para afectar a ese empleado. A través de su escrito Javier lucía una persona noble. 

¿Se ocupó ese nuevo supervisor en conocerlo? ¿Se acercó a él y a otros con una estrategia de sumar en lugar de dividir? ¿Descargó contra él hombre sus inseguridades? 

La modernidad nos dio excelentes herramientas para comenzar a transformarnos. Como dije, la historia está llena de trágicos excesos.

Muchas vidas se han mutilado o perdido de manera física o emocional. El cambio puede comenzar con usted. No emita juicios a la ligera. Procure conocer todo lo posible de la historia de ese ser humano.

Notará que no todo es blanco o negro. Existen tonalidades grises o hasta con color. Luego de eso deténgase a pensar. ¿Me gustaría que me hicieran eso a mí? ¿Cómo me sentiría si hubiese sido un ser querido?

En los dos ejemplos tuvimos pérdidas. Una quedó con nuditos en el corazón, a punto de una depresión profunda. El otro perdió la vida en plena juventud madura. Ambos casos representan un precio muy alto. 

Insisto. Reflexione y meta mano. Que el cambio se vea en su red social. De seguro alguien se dará cuenta y le dirá, ¡tú cómo que estás diferente!