Estoy preocupado. Quiero compartir mi sentir, pero que no se confunda con paranoia. A los fotutos que aprieten la lengua. Por favor, terminen de leer para que luego opinen.

Amigo lector. Nos han estado vendiendo una falacia. Nos la hemos tragado. No vivimos en una democracia. Aquí las libertades son entre comillas. Existe miedo a la hora de hablar.

Por ello las redes sociales están llenas de personajes fake que se escudan en ese clandestinaje virtual para arrojarse como leones, opinando, criticando a diestra y siniestra.

Sin embargo, en el mundo real hablan bajito, murmuran y callan. Claro, hablo de los que utilizan esa herramienta para hacer comentarios que pueden ser descritos como edificantes, con sustancia. No de los otros, que tristemente son los que más abundan, que parecen un pozo muro desbordado. 

El pasado lunes, salí a la calle en una asignación de Noticentro. Se me encomendó recoger el sentir de los empleados públicos sobre la propuesta del empleador único. Esa herramienta que el Gobierno vende como la última panacea para salvar trabajos a la hora de fusionar agencias o convertirlas en Alianzas Público Privadas, si son corporaciones. Es algo que les atañe a ellos. Les impacta. Les afecta. 

Al llegar al Centro Gubernamental Minillas en Santurce, se me acercaban con emoción, cariño y afecto. Sin embargo, al prender la cámara y comentarles el motivo de mi visita, corrían despavoridos. Se desencajaban. Se molestaban. Se ponían pálidos. Balbuceaban. Se tapaban la cara. 

Era simplemente decir que la peste bubónica había llegado. Era el reflejo del miedo. Es más, ¡terror! No querían hablar. Decían que no sabían nada de eso. Preferían pasar o parecer ignorantes del tema. Sin cámaras, te corroboran su temor. “Es que, si hablo, me penalizan”. “Chacho, me gastigan”. “Jummm, en esa oficina, jodennnnn”. Era alguna de las realidades que debelaban el misterioso proceder. 

Esa es la realidad. La misma realidad de los valientes que dan un paso a’lante y ponen su cara al sol, frente a una cámara para hacer una denuncia. Los botan como bolsa. Los suspenden. Los persiguen o presionan para que renuncien.

Me ha pasado en mis programas investigativos y le ha pasado a Jay Fonseca en los suyos. Por esto, el uso de las imágenes en siluetas, con audio distorsionado. Usted se sienta a ver un show de investigación y se tendrá que tirar al cuerpo un show oscuro, con vídeo en contraluz, negro.

De inmediato, los imputados saltan y dicen: “Ahhh. Esa denuncia la hacen en el manto del secreto. Qué den la cara si es cierto y no tienen nada que esconder”. 

¡Qué carajos! Si lo hacen, les destruyen la vida por decir la verdad. En un sitio donde se depende del Gobierno como principal patrono, es casi imposible aspirar a ese elevado nivel de civismo bajo las actuales condiciones. 

Usted recordará por ejemplo los oficiales de FURA que denunciaron las deprimentes condiciones de los helicópteros de este importante cuerpo. Ellos fueron amonestados y movidos a otras funciones. Así se logra silenciar lo que es justo. 

Es penoso, repito, que esto ocurra. No podemos hablar de la falta de democracia en Venezuela, Cuba u otros lugares del mundo, sin hacer una parada en nuestra Isla. Aquí la democracia es tipo acordeón. Depende de quien la quiera aplicar. Si es para beneficio mío, en contra del otro pues es buena y la defiendo. Si opera en mi contra, la reprimo. Así es la realidad en el trópico.

Cuando vuelvan a decir que aquí se respira libertad para expresarse, yo diré sin sonrojarme. ¡Este ehhhhhhhh!