Las islas municipios de Vieques y Culebra tienen una larga tradición de problemas. Usted le cuenta a cualquiera las vicisitudes con las que tienen que lidiar los residentes de estas hermosas islas y de inmediato, lo considerarían un cuento de muy mal gusto. 

Sin duda, estos hermanos han sido presos de los cuentos. Gobierno tras gobierno prometiendo lo que al fin y al cabo son cuentos, que buscan solo aplacar la indignación y comprar tiempo. Allí es poco lo que se resuelve. Tienen problemas de salud, infraestructura, seguridad, desarrollo económico y el más visible, la transportación.

 Año tras año, las quejas sobre el servicio de lanchas son recurrentes. Da igual que las lanchas salgan de Fajardo o de Ceiba. El sistema es mediocre. No existe eficiencia alguna. Todos los administradores de la Autoridad del Transporte Marítimo terminan empantanados ante el mismo reto. 

¿Cuán difícil es ejecutar un Plan? ¿Cuán difícil es coordinar un servicio de lanchas que sea funcional y se pueda aspirar incluso, a que se tenga una lancha adicional para entrar en acción si alguna de las que está en servicio falla? Cuando uno formula estas preguntas al administrador o el político de turno, lo que recibe de respuesta es un gagueo, acompañado de una alta dosis de incoherencia. 

Siempre me he preguntado, ¿cómo es posible que cerca de nuestras islas municipios, las Islas Vírgenes conviven con un sistema de transporte que comunica sus tres Islas sin que usted escuche los problemas constantes de Vieques y Culebra? Digo, sabemos que pueden enfrentar retos, pero al menos son funcionales, si fueran igual de deficiente ya algún funcionario mediocre se hubiese armado de esa excusa para justificar que lo mismo ocurre a pocas millas náuticas de nuestras islas. 

Se habla de la falta de mantenimiento. Fenómeno. ¿Quién tiene la responsabilidad de velar que se cumpla con el mismo ? Digo, usted no tiene que se ser un faro de Alejandría para seguir unas directrices mínimas de mantenimiento. Es como su carro. Cada 3 mil millas usted sabe que tiene que cambiar aceite y filtro. De igual forma, le incluyen un libro que si usted lo sigue al pie de la letra le dice a cuantas millas de uso debe cambiarle las correas, los frenos, etc. 

Sospecho que con las lanchas de transporte y carga ocurre lo mismo. El fabricante debió entregar algún manual con instrucciones para cumplir cabalmente con el mantenimiento adecuado de las embarcaciones. Así que ese cuento de la falta de mantenimiento denota un alto déficit de supervisión. Esa agencia, como muchas otras, está al garete. Ese es nuestro gobierno. 

Aquí nos movemos de parcho en parcho y de crisis en crisis. Somos reactivos y no proactivos. Nos gusta contar historias para tratar de hipnotizar, cómo el flautista de Hamelin. Así pasamos de elección en elección con el mismo resultado. 

La imagen de Mara Pérez cautiva por una alegada turba enardecida, también tiene elementos de cuento. Vamos a ver cómo saldría un relato improvisado. 

Es la doncella rubita de Guaynabo que se sintió atemorizada por un grupo de plebeyos tostados por el sol. Allí, mientras estaba en peligro, custodiada por unos atemorizados guardias que no se atrevían enfrentar a la enardecida muchedumbre, esperaba por un carruaje que la sacara de aquella pesadilla. Una lancha, intentó, pero no pudo.

Estaba convencida de que su vida corría peligro. “¿Cómo es posible que me traten así ?, se preguntaba angustiada. “Yo solo he venido para ayudarlos!. Quiero una ruta corta desde la bahía Mosquito. Qué ingratos son!!. Decía a sus ayudantes mientras ponía su brazo sobre sus ojos para calmar su angustia. Estos consolaban a la doncella en peligro. “¡Qué se pongan en mis zapatos!” Se atrevió a decir. 

El salón quedó en silencio. De seguro, más de uno de los presentes que viven el día a día en la llamada Isla Nena, se mordía la lengua para no gritar: “¡Póngase en nuestros zapatos, que a diario nos quedamos varados con niños y ancianos enfermos!”. “¡Qué atrevida está niña!”, pensó otro mientras secaba su frente sudorosa, tras escuchar tanta prepotencia. 

No sería hasta altas horas de la madrugada, luego que el cansancio alcanzó a los que protestaban que nuestra doncella pudo salir de la peligrosa isla. Reclamaría con fuerza, el por qué nunca llegó su carruaje alado. El castigo para cualquier insubordinado, era seguro. 

Trato de usar el humor para dramatizar los últimos acontecimientos de una vieja tragedia. Nuestra Gobernadora no obtiene gran cosa al sacar del medio a la señora Pérez. Total, ella no es el problema. El problema es la ineficiencia. Llevamos tres largos años con el cuento de la APP que vendría a remediar lo que a nivel gubernamental, no se ha podido. De tiempo en tiempo, cambian la fecha para materializar el acuerdo y nada. Todo termina en puro cuento. 

Y del cuento ya están hartos en las islas municipios y en la isla grande, también.