Les voy a contar una historia de la vida real. Tal vez, usted no creerá los detalles que voy a exponer y no los culpo, pues si usted es un ser pensante le costará encontrar una justificación para los siguientes detalles. 

Corría septiembre de 1998 y Puerto Rico fue azotado por un huracán. Era la primera vez, en mucho, mucho tiempo, que toda la Isla era perjudicada por este tipo de fenómeno.

En el 1989, el huracán Hugo golpeó a nuestro territorio, pero de manera particular en la zona metro-norte y este. El resto de la Isla sufrió muy poco y algunos destacan que en Cabo Rojo hasta el sol salió. Así que Georges, cómo se le llamó al fenómeno atmosférico del ‘98, acarició con sus brisas toda nuestra extensión territorial. 

En Utuado, particularmente hizo estragos. Uno de sus efectos fue destruir totalmente un puente que conectaba la zona urbana a través de la carretera PR-111, con otros nueve barrios. No tan solo perjudicada el llegar a esos barrios, sino que la vía también conducía al vecino pueblo de Jayuya.

Esto dejaba a los utuadeños con una sola ruta para llegar a esos lugares. La misma era la vieja carretera que atraviesa por la misma mitad el antiguo pueblo. Se podrán imaginar lo terrible que fue, pues esta carretera es antigua, estrecha y de menor calidad, que la amplia avenida que conectaba el destruido puente. A los dos meses del desastre natural se instaló un puente de metal de manera provisional.

FEMA, la agencia federal que atiende desastres, le asignó en el 1999 unos $23 millones al Estado para ser repartidos en la reparación de puentes, carreteras y otros proyectos no cubiertos por las autoridades de Energía Eléctrica y la de Acueductos y Alcantarillados, y el propio Departamento de Transportación y Obras Públicas en el municipio.

En ese entonces, las noticias le dibujaron una sonrisa a más de uno, ya que se encontraban ansiosos de ver resultados. Un diseño se hizo, pero nada más. El puente permanente nunca se construyó. Tres alcaldes han pasado desde entonces. Representan los dos partidos que se han alternado el poder a nivel central. Sin embargo, coquí coquí. Nadie saber decir a ciencia cierta, dónde fue a parar el dinero asignado. 

En septiembre de 2017, llegó a nuestras costas el poderoso huracán María arrasando con todo a su paso. Con este huracán se fue el puente provisional. Hoy, 12 de diciembre, la vía está cerrada. Ha pasado más de un año y no se observa la urgencia. Se perjudica la calidad de vida de miles de personas que necesitan una vía de comunicación efectiva y moderna. 

El gobe actuó con prontitud con el sector que llamaron “los olvidados” en un ramal de la carretera PR-123, antigua carretera PR-10 del territorio utuadeño. Montaron un puente con prontitud y agilidad para darle acceso a decenas de familias. Aplauso.

Pero al otro lado, la historia es distinta. Los llamados hijos de la Ciudad del Viví, así como los jayuyanos, se ven obligados a usar la concurrida ruta del interior del antiguo pueblo. Esto crea largos tapones y que el aliento se detenga cuando ven algún camión que supera el tamaño de la estrecha ruta alterna. En algunos puntos la carretera ha cedido, denunciando que no aguanta el tráfico que está albergando en estos momentos.

Se han efectuado cuatro reuniones. La más reciente fue casi una vista de interpelación a funcionarios de agencias gubernamentales. Lucieron faltos de información, amén de que no existe coordinación entre las agencias que representan. Las promesas no faltan y se convierten en bla bla bla. Incluso, llevaron materiales para otro puente provisional y allí están bajo agua, sol y sereno.

Esta historia denuncia varias cosas. Primero, que existen dos Puerto Rico: el de la zona metro de San Juan y todo lo demás donde el olvido, el atraso y el arrastrar los pies es la orden del día. En otras palabras, importamos un carajo.

Segundo, al Gobierno le gusta tapar rotos sin buscar soluciones permanentes y de calidad.

Tercero, que se debe investigar hasta la saciedad la manera en que se manejan los fondos en la Isla, máxime los $23 millones asignados en el 1999.

Esto evidencia cómo llegamos al abismo fiscal y que nos merecemos el que tengamos una Junta de Control Fiscal.