Carmen Yulín, quien se pasa insultando a Trump por embustero, anda recientemente imitándole.

La alcaldesa de San Juan se inventa datos (como Trump) para justificar su posición en cuanto al alquiler a corto plazo o Airbnb. Empezó diciendo que 20% de las casas en el Viejo San Juan son alquiladas en Airbnb y ahora dice que es el 40% de las propiedades residenciales allí.

Alega que hay que reglamentar la industria porque el alquiler a corto plazo se ha salido de control y que está sacando puertorriqueños de sus hogares. Dice que los pobres residentes en el Viejo San Juan son víctimas del turismo y asegura que los que pagan alquiler la pasan mal porque muchos turistas no comprenden que esa zona es también residencial.

Que si la música, cigarrillos y bullicio hacen invisible al Viejo San Juan. Asegura que los dueños de propiedades suben el alquiler para sacar a residentes y así hacer de su casa o apartamento un negocio de Airbnb porque les deja más dinero. 

El problema es que ella tira estadística sin decir su fuente (como Trump) y sin pruebas.

Edgardo Vicenty y Nick Pastrana, del Podcast “Economía con Calle”, buscaron los datos. Según un artículo de Estudios Técnicos, el 24.3% de las residencias en el Viejo San Juan son utilizadas como Airbnb. Ahora, cuando analizas los datos colapsa la teoría. El artículo sobreestima las casas que están en Airbnb porque utiliza datos históricos agregados. Contaron toda propiedad que alguna vez ha estado listada en Airbnb, por lo que, si una propiedad estuvo ahí en 2014, pero en 2015 se convirtió en residencia, el escrito la cuenta erróneamente como Airbnb. 

Utilizando datos del Censo del año 2017 y AirDNA (usados por Estudios Técnicos), en el Viejo San Juan hay 4,489 residencias y 587 propiedades de Airbnb: 13.07% de las residencias allí son utilizadas para alquiler a corto plazo y no el 20% o 40% que presumen. 

De hecho, estamos en la temporada alta de turismo por la gente que le huye al frío en los Estados Unidos. Los datos muestran que en high season los hoteles llegan casi a su capacidad máxima, por lo que, si el Gobierno reduce la cantidad de Airbnb disponibles, acaban limitando la cantidad de turistas que pueden hospedarse por los precios altos. 

Tampoco es cierto que hay menos residentes en el Viejo San Juan tras la penetración de Airbnb. Entre el 2011 y el 2017, la población en la antigua ciudad aumentó de 6,064 a 6,540 (Censo); entre el 2011 y el 2017 VSJ se añadieron 360 residencias. El porcentaje de unidades vacantes se redujo en 2.6%, es decir, cuando los Airbnb florecieron, el Viejo San Juan añadió residencias, no eliminó como alegan. 

Existe la posibilidad de que esto cambie y comience el gentrification cuando se saque a los pobres y solo puedan residir ricos. Ahora, hasta el 2017 quedaban 1,793 unidades vacantes en el Viejo San Juan, es decir, se tienen que poner a producir 1,793 unidades antes de que podamos comenzar a hablar de que la ciudad antigua está llegando al punto máximo de desarrollo y que hay que proteger al local.

Para que tengan idea de la magnitud, actualmente el 39.94% de las propiedades residenciales están vacías; hay tres veces más propiedades vacías que las que hay en Airbnb. Los problemas en el Viejo San Juan se resolverían mejor con reglamentación para obligar a los dueños de propiedades a que las desarrollen. Empresarios no deberían poder comprar y dejar sin usar la propiedad en lo que alguien les ofrece más dinero del invertido. Eso se ha resuelto en otras jurisdicciones estadounidenses y países con un mercado de colateral e impuestos de la propiedad que te obligan a poner a producir o la puedes perder. El Estado puede poner impuestos a propiedades en desuso aún si están exentas. En todos los países hay zonas turísticas donde residir es caro. Puerto Rico necesita habitaciones para competir con República Dominicana.

Que se ponga la alcaldesa a trabajar y expropien con fondos privados o decrete estorbo público lo que esté abandonado. Cuando nos acerquemos al nivel de turismo de Barcelona, España, o San Francisco en Estados Unidos, y cuando no haya zonas abandonadas hablemos de prohibir o poner topes a los Airbnb. Por ahora, estamos bien lejos de eso.