El Tribunal Supremo sancionó al profesor Carlos Díaz Olivo por hablarle fuerte al Tribunal de Bayamón por la infinidad de errores cometidos allí. Pero antes, hablemos de quién es Carlos Díaz Olivo. 

El profesor Díaz Olivo es el que nos enseña la clase de Derecho Procesal Civil en la Escuela de Derecho de la UPR. Graduado de la UPRD y luego de Harvard, el profesor, precisamente, es quien da la cátedra en la clase de la materia donde los jueces metieron la pata. 

O sea, los errores que cometieron los jueces fueron, precisamente, en el campo donde Díaz Olivo es el profesor que enseña a todos los que cursamos en la UPR. Procedo a explicar lo peligroso del caso. 

El profesor Díaz Olivo está llevando sin cobrar el caso de Manuel Cruzado. En el proceso legal, ocurre que empiezan a plantearse errores dramáticos cometidos por jueces en el Tribunal de Bayamón dignos de una tragedia.

Por decir algunos, se cita una vista para una fecha, pero la jueza no resolvió la petición teniendo tiempo de antelación, sino que el mismo día del caso resuelve “no ha lugar” la cátedra del profesor Díaz Olivo. O sea, la jueza decidió que iba a ver el caso porque le daba la gana. 

No solo eso. La jueza sentó a Cruzado a testificar aunque este no había visto la prueba, ni se había preparado previamente para esto y le pasaron 14 documentos en evidencia admitidos, obviando totalmente el proceso legal que se supone que ocurra. Recuerden, Díaz Olivo es el que da la clase de cómo es que deben ser las cosas. Sin duda, la jueza no cogió la clase. 

Bueno, los cuentos son demasiados, pero en fin, tras una cantidad absurda de errores, Díaz Olivo le pide a la jueza que se inhiba, porque ha demostrado que tenía parcialidad en el caso. Entonces, la jueza se sale del caso. Pero el juez Administrador decide que se haga una investigación. 

En la misma, otro juez resuelve que ella no se tiene que inhibir aunque ya se había inhibido. En fin, la jueza vuelve al caso y empieza a resolver y dar instrucciones nuevamente. Díaz Olivo presenta la evidencia de que esta se había inhibido, pero el propio tribunal decía que no, aunque constaba que sí. 

Luego de diversos procesos, resulta ser que fue que la jueza quien cometió el error de enviar la inhibición de forma errónea, porque había escrito dos cosas distintas y envió la que no era. Luego de más errores, entra un nuevo juez. El nuevo juez también tuvo tumbos, al punto de que Díaz Olivo se querella. Entonces, el juez le envió al Supremo una querella contra el profesor Díaz Olivo en obvia revancha. 

El Tribunal de Bayamón admitió que se cometieron una sarta de errores enormes, pero aún así el Tribunal Supremo decidió sancionar al profesor Díaz Olivo. Entonces, ¿por qué es peligroso el caso?

Porque el Tribunal Supremo, en vez de corregir y sancionar a los jueces que erraron burdamente, sanciona al profesor que se atrevió a denunciar la mediocridad. Esa soberbia de los jueces es peligrosísima, porque muestra una incapacidad de introspección y envía un mensaje a los abogados sin los accesos y recursos -como Díaz Olivo- de que no se atrevan a retar la autoridad y menos a señalar vehementemente por escrito cuando hay prevaricación o se pueden estar jugando su título. 

El Supremo no anunció una investigación interna de los procesos y errores garrafales, no mandó a una escuelita a la jueza; por el contrario, en Puerto Rico aunque un juez saque F en la evaluación, no se le puede sacar de juez. 

El peligro más grande que tiene alguien que sientan ante un estrado más alto que los demás, y que le ponen una toga, es que se crea el cuento de que un nombramiento por políticos lo convierte en ser superior.

Huele a peligro cuando piden aumentos de sueldo y exigen pensiones más altas que el resto de los servidores públicos sin antes plantearse reformas y cambios con introspección genuina. Al parecer, algunos olvidaron que se juramenta defender la Justicia, no se juramenta a defender la toga.