Era el año 1997, terminaba la intermedia. Era la S.U. Jagual Adentro en San Lorenzo. Los carros con líneas estaban en moda. Comprábamos en la tienda de Felipe (quien se hizo famoso por publicar una lista en cartulinas frente a la tienda de toda la gente que le había cogido “fiao” y no le habían pagado). 

En mi caso, siempre lo mismo. Cinco paquetes de semillitas, Doritos y refresco. Denise compraba un “frisi” de pitufo. Pasó el Corolla 1.6 sapito. Con aros de brilloteo, líneas anchas violeta, azul y gris, tintiao con G5. Chilló goma como todos los que se lucen frente a las nenas. 

Denise me dijo… “wow, ese carro” con esta sonrisa de que si para me monto. Era el de un mamito del barrio que ya había preñao a otra de la intermedia. También era el bichote o ese era el rumor. En mi mente… “yo quiero ser bichote.” 

El que era mi mejor amigo terminó en ese mundo. El chamaco que competía conmigo en las clases, talentoso, atleta, inteligente, buen chamaco, le siguió los pasos a su tío que se pasaba intimidando al barrio por una cura. Ahora cuando miro atrás pienso en que una o dos decisiones y bien pude haber sido también un caco (aunque para mucha gente lo soy, al menos en mi gusto musical y por las cafrerías que digo al aire). 

Mi rumbo fue otro. No íbamos a ninguna iglesia, pero mi hermana y yo nos pusimos a leer la Biblia. Cindy, mi hermana mayor y mentora, y yo fuimos a la Iglesia Adventista de Río Grande. La familia de don Julio Soto nos invitó el almuerzo. Le hice 800 preguntas sobre la Biblia y las contradicciones. 

Curioso al fin, me puse a estudiarla para poder encontrar que Dios no existía. Terminé enamorado de la historia de un Sujeto que, de carpintero, se convirtió en El Salvador del Mundo con sus enseñanzas de amor y tolerancia. Su historia me cautivó porque era bien distinta a la prédica del infierno y el miedo. No vi un Evangelio de carros lujosos. En vez de amenazas de muerte en el fuego eterno, leí en Mateo 25 un Jesús que decía que al final, Él regresaría a buscar a los que dieron pan al hambriento, vestido al desnudo y a quienes en vez de juzgar, tenían misericordia. Y me salvó a mi también. 

Desde entonces, puse (como en la parábola de los talentos) mi “don” en Sus manos y prediqué el Evangelio de salvación y no el de condenación. Que quede claro. No soy cristiano. En nada parezco a Cristo y ese mote se lo dieron porque parecían al Maestro. Solo soy creyente en Sus enseñanzas y en Su ejemplo. Intenté seguir Sus pasos, pero bien que pude haber sido un bichote porque a mi también me gustaba llamar la atención de las nenas. 

Y ese es el verdadero problema social de violencia. Como Bad Bunny, yo también quería ser bichote, pero fui afortunado. Nuestro pueblo perece porque parte de la gente ve al bichote como su modelo. Queremos ser el bichote, porque en la escuela no vemos la movilidad social. Porque en el sistema educativo destruido que tenemos, solo la excepción logra subir la escalera social. 

Ahora vemos que se cierran escuelas y la UPR está en peligro y con ello tiran al fondo los sueños de eliminar la desigualdad social. Pero te dicen que “estamos bien” porque hay privadas que te dan el título sabiendo que muchas solo buscan la beca y no educan para los retos del mundo moderno. 

A pesar de la crisis, observamos que los contratos a los lambones siguen ocurriendo y se “jartan”. Tienen el carro “tintiao” gracias a los diggers. Cada noticia de eso hace que el modelo no sea premiar el esfuerzo digno y fomentamos inequidad que condena a nuestros jóvenes al punto.  

Espero que Bad Bunny y René le hayan hecho saber al gobernador que mientras se le otorgan los puestos y el crecimiento a quienes tienen las palas, él, fomenta la violencia rampante. En tanto eso no cambie, como dijo Benito, “yo también quiero ser bichote”.