Cuando el pasado domingo el aspirante a la gobernación por el Partido Nuevo Progresista (PNP) Ricardo Rosselló Nevares subió a la tarima del Coliseo Roberto Clemente, acompañado de su familia, a su esposa Beatriz Areizaga la presentaron todo el tiempo como Beatriz Rosselló.

Horas después en un aparte con medios Beatriz tuvo que deletrear su apellido para que los periodistas pudieran copiarlo correctamente. Acto seguido y con la cabeza inclinada hacia su izquierda y con una amplia sonrisa dijo: “¿ya entienden por qué prefiero Rosselló?”

Pero para algunas líderes feministas adoptar el apellido de marido es retroceder en una lucha que costó mucho sacrificio e implica invisibilizar la identidad de las mujeres.

Sin embargo, entienden que además de lo posiblemente práctico que resulta para la esposa de Rosselló Nevares, no tener que ir corrigiendo a todo el mundo acerca de cómo se escribe correctamente su apellido, pudiera haber también un intento de asemejarse a la práctica estadounidense donde hasta la aspirante demócrata a la presidencia, Hillary Rodham-Clinton, le agrega un guión al apellido del esposo para incorporarlo al suyo. 

Verónica Rivera ex presidenta de la Comisión para la Mujer del Colegio de Abogados dijo que en Estados Unidos hay la presunción de que inmediatamente te casas, te debes cambiar tu apellido.

Dependiendo del estado en el que la mujer resida, tratar de conservar los apellidos familiares o de soltera implica un trámite burocrático tan extenso y complicado que incluso muchas mujeres feministas que residen allá se dan por vencido y dejan a un lado la encomienda, relató.

Rivera y otras mujeres consultadas coincidieron en que la realidad de Puerto Rico es que en el 1976 hubo un gran avance y un cambio radical en el Código Civil que hasta entonces establecía que el hombre era la cabeza de la casa y él debía tomar todas las decisiones, mientras que la mujer estaba súbdita a esos deseos. Ese cambio estuvo precedido de intensas luchas.

Previo a ese momento las mujeres puertorriqueñas usaban el primer apellido propio y luego agregaban la muletilla “de” para agregar el apellido del esposo.

Según Rivera, el apellido de una persona es su vínculo con la familia y en Puerto Rico no hay impedimento legal por el cual renunciar a él.

“En el caso de Hillary ella no suelta el apellido de su esposo por muchas razones y una de ellas sin lugar a dudas es que se trata ya de una marca y le puede convenir. Pero como acá no tenemos esa costumbre, al cambiar el apellido de entrada lo que provoca es que invisibiliza esa identidad... Y si te fijas casi ninguna de las esposas de nuestros gobernantes se cambió el apellido: Wilma Pastrana lo conserva, Lucé Vela, (Luisa) ‘Piti’ Gándara, quizás fue precisamente Maga a quien más se le decía en ocasiones Maga Rosselló, pero tienes a Lila Mayoral, Inés Mendoza. Me parece que no es necesario y llevaría un mejor mensaje si conserva el suyo”, argumentó Rivera.

Amárilis Pagán, directora del Proyecto Matria catalogó la práctica como arcaica.

“La práctica de llamar a una mujer por el apellido del esposo la invisibliza como persona y la convierte en apéndice de él y lo que hace es crear la impresión de que no hay autonomía y se invisibiliza su historia familiar… No sé si hay intención de replicar una práctica estadounidense pero no deja de ser lamentable porque estamos en siglo 21. Ya de las mujeres no se espera que sean apéndices de los esposos. Todo depende de cuán importante es para la mujer expresar y reafirmar su autonomía como persona y su historia familiar versus un asunto de pronunciación”, señaló.

A su juicio, la práctica aunque parece un detalle simple debe levantar bandera entre las personas que evalúan en profundidad a los candidatos que aspiran a gobernar. Si en el caso de Rosselló Nevares fomenta que su esposa use su apellido y no el de ella, sus acciones no son acordes con lo que está proponiendo de defensa de las mujeres. Me parece que hay que anotarlo y hacer el cotejo de si hay coherencia entre lo que dice y hace”, indicó Pagán.

La ex presidenta del Colegio de Abogados Ana Irma Rivera Lassén coincidió en que fue una lucha muy fuerte en década de los 70 para cambiar el derecho de familia que entre otras cosas hablaba que la mujer tenía que seguir al hombre y él decidía absolutamente todo en el matrimonio.

“La que lo quiera hacer lo puede hacer, es una decisión individual pero no es una obligación legal y llama la atención que sea una persona joven la que opte por esa determinación luego de tanto trabajo y sacrificio. Llama la atención a estas alturas del juego que gente joven esté haciendo el uso de cosas que se dejaron en el pasado porque eran un vestigio de la mirada patriarcal en la relación hombre y mujer”, destacó.

Es posible que haya algo de olvidar o quizás una mezcla de comodidad por el reconocimiento que ya tiene el apellido del marido, pero según Rivera Lassén, el mensaje que podría estar proyectando es de que no reconoce la lucha de tantos años de las mujeres, la lucha por sus derechos.

“Es importante usar sus propios apellidos, independientemente de quién sea la persona que esté corriendo para el puesto que sea”, acotó.

Por su parte, Albita Rivera ex representante y ex presidenta de la Comisión de Asuntos de la Mujer, organismo antecesor de la Procuraduría de las Mujeres, dijo que conoce a Beatriz y reveló que al principio a la joven le incomodaba que no le dijeran su apellido. Luego decidió aceptarlo.

Sin embargo, Rivera asegura que Beatriz está clara en cuanto a que su lugar no es por debajo de su esposo y así lo reclama ante terceros cuando, por ejemplo, se les olvida no darle la palabra en actividades a las que ambos están invitados.

Según la exlegisladora novoprogresista, Beatriz fue sobreviviente de un hogar sometido a violencia doméstica y por lo tanto su perspectiva sobre el machismo es de que se trata de un asunto importante con el que hay que seguir trabajando.

En todo caso, lo más ofensivo sería que le dijeran Beatriz “de Rosselló” porque eso sí implicaría una pertenencia a su esposo que no es correcta, dijo la ex representante novoprogresista.

La ex representante también relató que la primera vez que se casó en el 1977 con el entonces vicepresidente de la Cámara de Representantes José Granados Navedos, ella asumió su apellido porque con lo doloroso que resultaba, era como único atendían sus reclamos como servidora pública.

“Pero después ¡el trabajo que me dio cuando me divorcié! Fue bien difícil cambiármelo”, reconoció.

Para su segundo matrimonio se negó rotundamente a un nuevo cambio a pesar del pedido de él.

“Yo misma tengo que darme cuenta de que son costumbres, es educación aprendida, pero lo que he tratado con los muchachos que la presentan en cualquier actividad es que aunque le digan Beatriz Rosselló no digan “de Rosselló”. El “de” ese sí que me indigna porque ella no es propiedad de él”, declaró.