Siempre es pensado que son los hijos quienes deben despedir y dar sepultura a sus padres, pero cuando ocurre lo contrario es un proceso difícil de aceptar y más aun si la muerte ocurre de manera repentina y violenta, como le ocurrió a Irma Caraballo, quien mañana enfrentará por primera vez el dolor de ver un espacio vacío -el de su adorado hijo, Andrés Laza- en la confraternización del Día de Madres.

El escenario ronda la cabeza de Irma hace varios días. Sabe que será difícil. Tan complejo y agónico como cada segundo que le ha tocado sobrellevar desde que el pasado 21 de marzo fue notificada de la muerte de su único hijo varón, un policía municipal de Juncos que fue asesinado c   uando intervino en una disputa ocurrida en una barbería donde un cliente fue expulsado por el dueño del local tras confirmarse que fumaba marihuana.

“Desde ese día  ha sido muy triste vivir sin él. Lo extraño mucho. Ahora se acerca un día tan especial para nosotros y sé que será difícil… ese hueco va a estar. Pero tengo que ser fuerte porque tengo otras dos hijas y tengo a mis nietos. Tengo que poner la inteligencia primero que las emociones”, expresa tratando de contener el inevitable llanto que termina por dominarla en un instante.

El apego a la espiritualidad, así como el apoyo de su familia, son el motor que le permiten soportar la angustia  y el duelo que por momentos se tornan estresantes.

“Yo no sé cuándo se me va a quitar  este dolor. No lo sé. Espero superar la ansiedad porque lo que tengo en estos días es  ansiedad. Espero superarla porque, como dije antes, tengo mis dos hijas. Además, yo sé que a mi hijo no le gustaba verme llorar ni sufrir”, dice tratando de aliviarse a sí misma.

Luego dice -y con toda razón- que para una madre que pierde a su hijo súbitamente y en circunstancias en las que no hubo preparación sicológica “esto debe ser un día a día”.

“Las circunstancias (violentas) hacen todo más complicado. Pero debo pensar que hasta el último momento ejerció lo que tanto apasionaba… en ese momento (de su asesinato) él vio el peligro inminente que había para otras personas en esa barbería y tuvo que intervenir para defender a la gente, como siempre lo hizo”, expresó al resaltar que desde pequeño “Andicito”, como le llamaba de cariño, manifestó que quería ser policía como su tío Nolo (Manuel Laza), quien se desempeña como agente en Bayamón.

Un poco más relajada la progenitora dejó aflorar los recuerdos y compartió algunas anécdotas del desempeño que tuvo su hijo como policía, una profesión que ejerció por los pasados 10 años.

“Una que me causa mucha  dolor y orgullo a la vez, es que una vez  vio a una señora que se quería tirar de un puente... él empezó a hablarle  y sicológicamente logró acercarse a ella y cuando se fue a tirar, él la agarró. Me dijo:  'mami, la salvé. No dejé que se muriera'. Y eso me llenó de orgullo porque salvar vidas era su pasión”, relató  mientras se le dibujaba una sonrisa.

 Otra historia que la conmueve hasta erizarle la piel es el reencuentro que tuvo con Andicito, tras el paso del huracán María.

 “Trabajó mucho en las labores del huracán y llevaba dos semanas sin verlo. Él me dijo que no podía ir a casa (Caguas) porque estaba trabajando con refugiados y todo aquello que ocurrió. Entonces, le dije a una de mis hijas que me llevara a Juncos a verlo... cuando él me vio - y yo lo vi a él- corrimos uno hacia el otro como si fuéramos novios y empezamos a besarnos y abrazarnos”, cuenta como reviviendo el momento y dramatizando aquel abrazo que  perdurará por siempre en su memoria.

 Y es que, según Irma, su hijo era bien cariñoso. Siempre estaba besándola y demostrando su  amor.

“Él y yo éramos como uno. Y siempre bien unidos. Era bien detallista y siempre que me veía nos besábamos demasiado. Era como si cada día fuera el último que lo iba a ver”, expresa.

Ahora ese inquebrantable amor se vuelca para su nietos: los dos hijos de Andicito: Andrés (10 años) y Sandra Michelle (9 años).

“Los veo un fin de semana sí y otro no y eso me tiene muy contenta. Es como si lo tuviera a él conmigo y eso me hace muy feliz, al igual que mis otros nietos”, destaca al mencionar que son cuatro los pequeños que, en medio de la tempestad, iluminan su vida. 

“Y viene otro en camino”, suelta contenta.