Barceloneta. “Es una frustración, una impotencia el tú saber que lo que tenías se acabó. Y pensar que tú buscas y buscas ayuda y no hay. Tú no ves al problema una solución…”.

Margarita Mustache tiene 52 años y toda su vida la ha pasado en el sector La Boca, en la PR-684, en Barceloneta.

Ahora ve con impotencia cómo las marejadas le van llevando poco a poco su hogar.

“Entonces deambulo, como yo digo. Hoy me quedo aquí, mañana allá; depende donde vaya a pinchar pacientitos, pues entonces me ubico. Hay momentos en que vengo y me tengo que quedar aquí, aunque no tenga luz, porque es tanta la depresión y tanta la ansiedad…”, confesó la enfermera.

Luego del huracán María los vecinos de esta comunidad -donde siete familias están prácticamente en la calle- vieron cómo los patios de sus casas, que estaban a unos 80 pies del cuerpo de agua, poco a poco se transformaban en un mar abierto que con sus oleajes socavaban los cimientos.

Fue en marzo pasado que con unas fuertes marejadas colapsaron algunas de las residencias, incluyendo la de Mustache, quien vivía con su tío y quien perdió dos baños, dos cuartos y una terraza. Ahora lo que queda está agrietado.

Ni ella ni los otros vecinos han recibido ayuda del gobierno estatal, tampoco de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA).

Para Margarita, como trabaja, la situación ha sido más difícil porque a dondequiera que va a pedir ayuda, le dicen que gana “más de $15,000 pesos”.

Así ha pasado por el Departamento de la Vivienda, por FEMA, entre otras agencias. En el Municipio han tratado de ayudarla.

“Con 52 años jamás en la vida yo voy a empezar de la nada a comprar una casa; a hacer una inversión. No tengo 15 años, hay que ser realista. Tengo un reemplazo de cadera, tengo artritis en las manos, no puedo comenzar de cero”, dijo frustrada y llorosa.

En el caso del matrimonio de Rafael Rosario, de 70 años, y Luz Ortiz, de 75, la situación no es menos desesperante. 

El pescador, con la ayuda del municipio -a través del programa Emergency Solution Grant- tiene una vivienda un poco más abajo de la calle. 

“Sinceramente, el gobierno central no ha venido para nada. Es bien difícil, porque yo no soy materialista, pero son las vivencias. La mamá de él (Rafael) nos dejó esta casita para nosotros. Éramos felices. Vernos que no tenemos nada. Somos pobres, pero éramos alegres y ya esa alegría como que se ha aguantado un poco ”, dijo apesadumbrada doña Luz que para el 2015 sufrió un derrame cerebral y también perdió a su madre. 

Aunque don Rafael “trata con fuerza” de ver un rayo de esperanza, acepta que “es duro y no solamente para mí. Lo que me choca es que con tanto dinero que ha recibido el gobierno y que todavía Puerto Rico esté pasando por la crisis que está pasando.... en Puerto Rico no hay nada, ni esperanza”, sentenció.

Mientras, para doña Inés Olmo, de 80 años, abandonar su casa, que es la única que ha tenido, no es una opción.

“De esta casita para sacarla es bien difícil”, confesó su hija Sara Nieves, quien al igual que sus hermanos está pendiente a ella y se la llevan por las noches.

“Yo estoy durante todo el día en la casa. Anoche me quedé por la noche, pero la mar está más brava. Sentía los murronazos, el escándalo. Sube la marejada y todo se llenó de arena”, dice la octogenaria con una tranquilidad pasmosa. 

El baño de la residencia ya está agrietado y para el huracán María se filtró el techo. Recibió ayuda para repararlo.

La alcaldesa de Barceloneta, Wanda Soler, que acudió al lugar mientras Primera Hora visitaba la comunidad, le insistía a doña Inés que ella puede escoger un lugar cercano para moverse y recibir ayuda de emergencia. 

Otra que pasa un susto brutal cada vez que la marea sube es Mayra Cancel, de 54 años, que vive allí alquilada hace tres años junto a sus nietos, una niña de 12 años y un varón de 8. 

“Cuando vino la marejada grande (en marzo), que se llevó la casa de más abajo, a mí se me metió toda el agua. Tuve que desalojar porque tengo a mis nietos y al otro día todavía estaba bajando el agua”, indicó.

Ahora, cada vez que sube la marea, el agua entra a su residencia.

En su caso tampoco ha recibido ayuda.

“Yo estoy bregando con Vivienda. Hoy me dicen que sí, mañana que no hay casa, que no hay parcelas”, explicó al confesar que teme que su casa también caiga. 

Los comerciantes del área no se salvaron.

Rafael González, propietario del restaurante Tsunami, dijo que después del huracán María el negocio comenzó a afectarse. “Hicimos una barricada, pero el domingo (pasado) volvió a subir la marejada. Las olas casi llegaron a la parte de atrás del negocio y eso no pasaba desde las marejadas de marzo”, explicó sobre el fuerte oleaje que provocó que perdiera la terraza de 20’ por 50’, con techo en cemento.

“Hay incertidumbre, porque no sabemos si el gobierno va a expropiar si vuelve a ocurrir un evento atmosférico. Tenemos que prepararnos para lo peor; no vamos a volver a construir porque si construimos y vuelve y se pierde es un riesgo. Lo que hicimos fue salvaguardar lo existente”, dijo el joven que de 18 empleados tiene ahora 14.