El camión con 16 soldados de la Guardia Nacional se detuvo frente a la estación de gasolina en Lomas Verdes, en Bayamón.

Uno de los oficiales, con un rifle M-16 sobre su pecho, se bajó a hablar con el encargado de la seguridad privada del local, quien portaba un revólver en su cintura, para preguntarle cuántos soldados necesitaba.

Le contestó que con dos o tres estaba bien, pero que se necesitaban más en la estación de más adelante.

“Parece que allá está más caliente”, comentó el soldado al regresar al camión.

Cientos de personas esperaban en el garaje PUMA de Minillas, Bayamón. Algunos llevaban más de 24 horas. Temprano en la mañana, cuando empezaron a atender al público, por un momento se caldearon los ánimos, según contaron algunos clientes.

Pero cuando llegaron los soldados y relevaron a los policías que estaban allí, a eso de la 9:30 de la mañana, los ciudadanos observaban detenidamente todo el operativo. El ambiente estaba calmado y, al menos durante las horas que observamos su presencia allí, no surgieron incidentes ni discusiones.

“Por lo menos controlan un poco, porque la gente… por la comisión… Es fuerte, porque llevan aquí mucho tiempo”, dijo Nicole Rosendo, quien estaba en la fila de carros desde la 5:00 de la madrugada del día anterior y su vehículo tuvo que entrar empujado al garaje.

“A uno le da hambre, no puedes ir al baño porque no hay agua… a uno le da de todo. Es canzón, es fuerte. Por lo menos ellos ahí controlan flujo y evitan que la gente se salga de sus casillas”, agregó.

Al parecer, a poco más de una semana después del huracán María, los ciudadanos han ido acostumbrándose a la presencia militar a simple vista en la Isla.

Incidentes violentos que se reportaron en algunos garajes de gasolina, llevaron a las autoridades a incluir a los soldados en apoyo a los Policías.

“Ayuda a la seguridad, porque hay clientes que se ponen medio agresivos, pero ya estamos acostumbrados”, destacó Arelis Marrero, empleada de la estación PUMA, quien también considera que la presencia de soldados les protege de “los robos y la criminalidad”.

El operativo, dirigido por la Policía Militar de la Guardia Nacional, comienza temprano en la mañana en el Fuerte Buchanan, donde reciben a los soldados que van integrándose a sus unidades.

Uno de ellos fue Mario Bournigal, de Canóvanas, quien tuvo que sacar a sus tres hijas y su esposa de su casa en pleno huracán, cuando colapsó un muro de concreto y el Río Cambalache inundó la planta bala.

Todavía con el teléfono funcionando, pudo avisar a un vecino, quien se amarró a una soga para ayudarlos a salir a salvo.

“Jamás pensé que iba a colapsar. En cinco minutos el agua me llegó a la cintura. Me asusté y dije ‘mis nenas, mi esposa, de verdad nos tenemos que ir…”, relató Bournigal.

“En ese momento, lo que me dio energía fueron mis hijas”, agregó. “Siempre tienen buen humor, siempre están relajando, pero me acuerdo de sus caras cuando les dije que teníamos que salir, hicieron sus mochilitas y ver cómo lucharon por sus vidas, me dio orgullo… verlas afuera en el huracán… fue un momento duro pero los cinco estamos con vida, gracias a Dios”.

Ahora se han acomodado como pueden en el segundo piso de la casa. Allí dejó a su familia y no dudó en reportarse.

“Es difícil, pero a la misma vez es un orgullo sentirse útil. Salgo de casa y estoy trabajando acá”, manifestó. “Puedo salir a ayudar a alguien, que quizás pasó por algo peor a lo que yo pasé. Por lo menos yo tengo donde vivir, pero hay otros que perdieron la casa y hasta la vida”.

A eso de las 7:30 de la mañana, los soldados son divididos en unidades, según las peticiones de seguridad de los garajes.

En esta ocasión despacharon las brigadas a Bayamón, Carolina y San Juan.

Por el camino, se pudo observar a personas que los saludaban y otros les tocaban bocina, con los pulgares arriba.

Una vez en la estación, pasan las horas caminado por las filas, ofreciendo direcciones y conversando con los ciudadanos, incluyendo los que aprovechan para expresarle quejas.

“Mira, esos vienen por otro lado”, le dijo un hombre a uno de los soldados en la fila del diesel.

La respuesta aparentemente dejó satisfecho al cliente, uno de los cientos que en la fila parecían ya habituados al orden de las cosas en las calles de Puerto Rico tras el huracán María.

“Me siento más segura y deja que los policías de nosotros descansen un ratito. En los momentos en que estamos pasando sí es necesario”, dijo Ada Cordero, quien pasó una situación similar en Florida con el huracán Andrew en 1992.

“Tenemos pocos policías y tenemos que ayudarlos con un reemplazo de alguien que nosotros podamos respetar”, afirmó.