Santa Isabel. Los adultos mayores residentes en la Égida de Santa Isabel llevan casi tres semanas subiendo y bajando escaleras con el apoyo de una linterna, haciendo una sola comida al día y desplazándose con temor en el mismo pasillo de su apartamento pensando que un extraño pudiera atacarles.

Como el resto del país, un centenar de inquilinos de este proyecto de vivienda han experimentado las limitaciones de no tener energía eléctrica a consecuencia del huracán María, con el agravante que representan sus problemas de movilidad, la artritis y otras condiciones que dificultan su día a día.

“El elevador lo apagan al mediodía por la necesidad de diésel. Aquí hay personas encamadas, la mayoría padecemos de artritis y otras condiciones como diabetes. Subir y bajar escaleras se nos hace bien difícil. Solo podemos hacer una comida al día porque no hay electricidad y de noche estamos a oscuras”, resumió Fidel Rodríguez, de 50 años y residente en el quinto piso de este edificio operado por la empresa Star Management.

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Noemí Santiago, administradora de la égida, explicó que antes del huracán dejó llena la cisterna, y la planta eléctrica funcionando para que los residentes pudieran tener agua y luz. Sin embargo, indicó, “al los familiares de los residentes no tener agua en sus casas, vinieron todos aquí y me agotaron el servicio que había previsto para ellos (residentes), al igual que el diésel”.

La consecuencia fue quedarse sin agua varios días y limitar el encendido de la planta eléctrica para rendir el combustible. 

“Hacemos café por la mañana y cocinamos a la misma vez porque la planta está prendida de 8:30 a.m. a 12 p.m. y tenemos que hacer todo corriendo”, comentó Amarilis Torres, de 56 años. 

Torres y sus vecinos del quinto piso comparten los ingredientes para el almuerzo-cena y cocinan para todos en una estufa eléctrica de uso común ubicada en el pasillo.

“Hemos estado cooperando para cocinar… arroz, salchichas, jamonilla, ensalada con una latita de pollo. Potería nada más es lo que se hace. Por la tarde, si sobra, se va frío porque no hay para calentarlo”, señaló Emérito Martínez, de 71 años.

Rodríguez, quien fue policía municipal de Ponce, puntualizó que, por miedo a quedarse atrapado en el elevador, no lo usa.

“Tengo dolor crónico en la espalda. A veces lo uso, pero me da mucho temor de que lo vayan a apagar y hago el sacrificio, aunque me dé mucho dolor, y bajo la escalera poco a poco”, contó.

Antonio Colón Renta, de 83 años, se ha tirado la misión de las escaleras con cargamento de agua.

“Yo tengo tornillos en la espalda, artritis y voy a cumplir 84 años, y he estado subiendo con dos bolsas llenas de agua por esa escalera. Yo sé que la situación está  mala, pero…”, dijo Colón Renta.

Mildred de Jesús, de 71 años, planteó el problema de inseguridad que vive.

“Por la noche no tenemos luz, esto parece boca de lobo, cualquiera se esconde y nos da un golpe. Y de noche en el parking, muchacho, no hay quien se baje. Eso es una oscuridad ahí”, señaló De Jesús, cuyo compañero se quedó encerrado en el ascensor el domingo pasado por problemas técnicos.

Durante los días que no tuvieron agua, el Municipio de Santa Isabel les envió un camión y el resto se consiguió a través de voluntarios. “Nosotros cogíamos par de galones para que diera para todo el mundo”, manifestó Martínez.

Con el diésel ha sido más complicado. La administradora de la égida dijo que ha hecho gestiones para conseguir el combustible, incluyendo con Star Management que es la empresa responsable del complejo, pero no ha tenido éxito. Reconoció, además, que la comunicación con el ayuntamiento “lamentablemente, es un poquito difícil”.

“Ellos (el municipio) entienden que esto es privado y yo les digo que tengo envejecientes, personas incapacitadas que tienen unas necesidades. Inclusive mis residentes han repartido cositas por esta urbanización y cuando salen a buscar les dicen que no les van a dar nada porque esto es privado y es algo ilógico porque ellos son residentes del pueblo de Santa Isabel”, expuso Santiago, quien dijo haberle comunicado la situación a empleados de la Oficina del Procurador del Paciente, el Departamento de la Vivienda y la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA, en inglés) que se presentaron a la égida.

Vivienda y el municipio les llevaron agua y comida, respectivamente. En cuanto al diésel, destacó la importancia de que alguien les supla cuanto antes.

“He estado monitoreando el diésel para ver si puedo darles más tiempo de luz. Yo sé que ahora mismo ellos necesitan muchas cosas y es la realidad. Si yo consigo que el diésel sea de una manera más continua, es más fácil para mí”, sostuvo la administradora.

Los residentes, mientras tanto, se sienten abandonados.

“La supervisora trabajó perfectamente y ha hecho lo que ha podido. El alcalde mandó un truck de agua y después dijo que no mandaría una gota de agua aquí porque esto era privado. Aquí estuvimos sin agua”, expresó Colón Renta.