“Yo no sé cómo no morí. Es un dolor tan profundo, y le puedo decir que ese es el dolor con el que se miden todos los dolores; la pérdida de un hijo”.

Margarita Castellano perdió a Javier Sánchez Castellano, de 33 años, el 28 de mayo de 2016. El joven salió esa noche de su casa en Río Grande y nunca regresó. Al día siguiente lo encontraron muerto en Canóvanas. Fue asesinado a balazos. 

“Él era jovial, hacía reír a todo el mundo y todo el mundo lo quería. Era brillante. De mis siete hijos, él siempre fue el que mejor nota sacó; nunca me dio problemas en la escuela… ni para parir…”, dijo apesadumbrada sobre su retoño que quería ser mecánico de aviación.

El dolor de esta madre se agudiza cada vez que se cuestiona quién asesinó a su hijo y por qué, pero no consigue la respuesta; es un eterno peregrinar.  

 “Esa es la gran incógnita, porque el mismo agente (investigador) me dijo a mí: ‘ ¿por qué le habrán hecho eso a tu nene, si él no estaba en ningún punto de droga’”, sostuvo la vecina de Río Grande que agregó que se siente “revictimizada por el sistema… no hay respuesta, solo excusas”.

Sí se conoce que el joven estuvo la noche del crimen en un negocio cercano a su casa compartiendo con un grupo, cuando alguien lo fue a recoger y él subió a un auto.

“Eso es lo único que sé”, explicó al agregar que pudo identificar a su hijo por las placas dentales, ya que el rostro quedó irreconocible.

Pasó una semana antes de ser identificado oficialmente, pero días antes ella sabía que era él por un tatuaje.

“Ahí empezó la experiencia más horrible. Cómo decírselo a sus hermanos (estaban en Estados Unidos). Él los llamaba todos los días así como a sus amigos”, recordó.

Margarita confesó que desconoce cómo sobrevivió. “Yo no viví ese dolor abiertamente por mis hijos. Disimulé y cuando ellos se fueron me quedé sola con mi dolor”.

Aceptó que aún lo siente. “Es algo punzante. Unos días uno se levanta bien, otros está en el suelo; unos días uno llora mucho, otros días sigue hacia adelante. Como que uno congela el dolor momentáneamente. Pero elegí transformar mi dolor…”, indicó.

A los dos meses de la muerte de Javier, un 6 de agosto y como regalo de su cumpleaños, la mujer que crió sola a sus hijos, decidió buscar ayuda y visitó el centro Alapás, donde participa –los primeros sábados de mes- en un grupo de apoyo.

“Yo sabía que estaba mal…”, dijo al explicar que lo único que la ayudaba a estar de pie era mantenerse ocupada en su trabajo como coordinadora de eventos. 

“Eso me ayudó a no caerme. Pero cuando estaba en las bodas me sentía en un letardo… pero sabía que necesitaba ayuda… y en Alapás he podido transformar el dolor. Estoy activa en el Comité de Casos no esclarecidos”, mencionó.

Mañana, día de madres, Margarita lo pasará “haciendo delivery de flores… y mis otros hijos me llenan de cariño, están pendientes”.

La mujer, quien vive junto a una hija, exhortó a los que pasan por una situación similar a buscar ayuda en grupos como Alapás.

Si necesita más información sobre los servicios de Alapás llame al 1-888-631-5528 o accede la página alapas.org.