Toa Baja.- La puerta del cuarto abría hacia afuera. Eso permitió que Alberto Hernández pudiera salvar a su esposa, su bebé de seis meses y a su hija de ocho años del golpe de agua que anegó el pasado miércoles en la noche la urbanización Levittown Lakes y a otras comunidades de este municipio.

Hernández, empleado de la Guardia Costanera, relató que esa noche la familia se acostó a dormir temprano y de pronto, él sintió que golpeaban una ventana. “Pensé que eran pillos y cuando salgo para ver, era mi vecino que gritaba: el lago se salió, hay peces ahí (en la calle)”, contó el hombre, cuya residencia está ubicada en una de las calles paralelas al Bulevar de Levittown.

Relató que de inmediato su esposa, Katia Rosner, preparó los nenes, buscó los documentos importantes y de la ventana del cuarto del bebé brincaron a la escalera de su vecino hasta una segunda planta.

“Ya el agua estaba a tres pies en la calle”, sostuvo Hernández y explicó que su vecino les tiró una escalera en metal y de ésta subieron a la escalera en concreto. Añadió que cuando “se tiraron” por la ventana ya el agua le llegaba a él, que mide 6 pies y 4 pulgadas, más arriba de la rodilla.

“Si el agua no hubiera estado, no sé qué hubiéramos hecho. ¿Con un bebé de cinco meses, qué uno puede hacer?. Nadie nos vino a rescatar”, expresó Hernández, tras relatar la odisea que vivieron esa noche.

Dijo que estuvieron en la casa del vecino hasta las 11:00 de la noche y cuando las aguas bajaron un poco una persona que él conocía los trasladó a la casa de su suegra en otra urbanización en Toa Baja.

El agua penetró en la residencia y llegó hasta una pequeña piscina en el patio, donde se podían observar renacuajos.

En la parte de afuera de la casa estaban empapados los muebles, colchones, gaveteros y otras pertenencias personales de la pareja. Una casita con barbies también estaba entre los artículos mojados al igual que un carro compacto y una guagua. “El carro no prende y la guagua tiene todo el panel activado. Ambos vehículos están dañados”, sostuvo el empleado de la Guardia Costanera.

En la misma calle Magali, de Levittown Lakes, Aida Negrón también narró que tuvo que irse al segundo piso de la casa en la que pasaba el huracán para salvar su vida.

Pagán es residente de Hato Rey en un edificio de varios pisos y pensó que en la casa de sus parientes en Levittown, que se encuentran de viaje, pasaría el ciclón más segura. Lo que no imaginó es que el golpe de agua sería peor que el temporal.

“Esa es una zanja podrida que no tiene bomba (para sacar agua). En los años ’60 la tenía, pero se dañó y nunca la arreglaron. La taparon con tierra, según dicen algunas personas y cuando abrieron las compuertas (de la represa La Plata) el agua no podía hacer más nada que subir”, dijo la odontóloga retirada.

Pagán indicó que cuando alumbró con una linterna y vio que el agua seguía subiendo, se subió al segundo nivel de la vivienda con “una estufita de gas que era de mi papá”.

La inundación provocó que muchas familias y residentes del sector fueran desalojados y transportados a un centro comercial.