La costumbre es de antaño, según dice el comerciante, quien no tiene corazón para negar el fiao a sus clientes, porque recuerda cómo a su padre le ayudaron otros en el pasado, cuando las cosas también le iban mal a su familia.

Más de una decena de colmados fiaban en Isabela hace diez o doce años, según recuerda.  

“Antes no había límite de deuda, pero ahora se les pone límite dependiendo del crédito. Pueden llegar a los $100 o a los $500”, afirma don Rey, quien opera el negocito junto a su esposa María Jiménez Pérez  y su hija Awilda Cruz.

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El negocio lleva 60 años en el mismo sitio, a la altura del kilómetro 3.8 de la carretera 475.

 “¿Tú sabes lo que es que venga una señora con los dos nenes a pedirme ayuda? Yo viéndolos, tengo biznietos, tengo que hacer algo. Es triste ver a una mujer sola con los muchachos pidiendo leche y comida a la madre”, explica.

Aunque el requisito para el fiao en su negocio es que la persona cumpla con el pago, la realidad es que ha habido años en los que don Rey cuadra números rojos en su caja porque la libreta carga con una lista de nombres sin tachar, de personas que no hicieron valer su palabra. 

“He llegado a tener fiado en la calle hasta $6,000. Ahora han bajado las cuentas porque los comercios grandes enseñaron a la gente a pagar”, acotó.

Don Rey guarda libretas desde 1972. De ahí se desprenden créditos de $5 y $10. A veces las deudas podían llegar a los $1,000 y los abonos eran de $500. El resto, “a Dios gracias”. Y el cheque podía incluso llegar sin fondos. 

“A veces yo tenía hasta 85 personas en la lista. Tiene uno que arriesgarse a que le pagaran. Ahora, cuando pasé la libreta, tenía como 50”, agregó, al destacar que para bien hoy día la deuda no llega a $1,000 porque la gente ha tomado conciencia de lo que no pueden pagar.