Orocovis. A la 1:00 de la madrugada, los vientos de María soplaban con toda su furia en Damián Abajo, un adentrado barrio de la Cordillera Central, en los dominios del Cerro Mime. Ya se había ido la luz y con el tanque de oxígeno desconectado se apagaba la vida del agricultor orocoveño Teodoro “Dorito” Colón Rodríguez. 

Guarecidos en los bajos de la casa, su hija Marta Rosa y su yerno, Ángel Luis, luchaban por revivir al patriarca de la familia, de 82 años, que se les iba aquel 20 de septiembre. Junto a ellos estaba su hija de 12 años y en medio de la pérdida “del viejo”, el matrimonio se quedaba sin techo, pues con los vientos voló la casita de madera y zinc de la segunda planta.

Sin amainar los ventarrones, Ángel Luis se tiró de la casa para avisar a su cuñada Carmen de la muerte de don Dorito. Lo que no imaginaba era que el destructivo ciclón había dejado a la comunidad y al pueblo entero totalmente incomunicado y que su difunto suegro estaría casi cuatro días en el cuartito en el que murió.

Para conservar el cuerpo sin vida, Ángel Luis mantuvo el lecho de muerte clausurado, que conservaba frío con un aire acondicionado que conectó a una planta eléctrica. Eso lo aprendió en una funeraria en la que había trabajado, contó a Primera Hora, a lágrima viva, el humilde hombre.

“El 20 de septiembre no se me va a olvidar nunca. Quedé marcado para siempre”, dijo reviviendo un año después cada detalle de aquellos días de dolor y sufrimiento para su familia. “Hasta ahora nadie ha venido aquí, ninguna agencia (del gobierno)”, lamentó el hombre, de 47 años, retirado por un padecimiento nervioso, que caminó más tres horas, atravesando escombros, ríos crecidos y desprendimientos de tierra para notificar el fallecimiento a la Policía de Orocovis.

“Yo tenía una camita al lado de él y al irse la luz, mi papá se fue en un paro”, narró con voz quebrada Marta Rosa.

Dijo que días antes del ciclón, a su progenitor le había dado un derrame cerebral. Estuvo hospitalizado en Aibonito y lo dieron de alta con un tanque de oxígeno y un desfibrilador.

“Cuando me di cuenta que murió le dije a mi esposo, ‘ay Dios mío, se nos fue’. En eso, la casa arriba, que era en madera, se nos va. Suerte que teníamos estos bajitos de cemento”, narró para agregar que su papá vivía en una casita contigua, pero cuando salió del hospital se lo llevaron allí para cuidarlo.

Ángel Luis detalló que una vez se calmó la tormenta empezaron a llegar los vecinos. “Ya yo había clausurado el cuarto. Me puse mi capa, mis botas y machete en mano me fui por ahí pa’ abajo a buscar ayuda”, relató en voz baja.

“Ya era jueves por la tarde. Me fui bajo el agua, cruzando quebradas y bajando por derrumbes hasta cruzar allá”, dijo refiriéndose a un gran desprendimiento que dejó la carretera PR-157 totalmente tapada.

Fue a la funeraria, al cuartel de la Policía, a la alcaldía y al hospital de Orocovis, pero como el pueblo estaba incomunicado no pudieron hacer nada.

“Trataron de venir hasta acá a buscarlo, pero la carretera estaba tan mala que no pudieron llegar. Regresé a pie y nos quedamos en espera, pero no venían”, narró Ángel Luis.

El viernes, al ver que pasaban los días, aumentaba la desesperación en la familia. Sin saber qué hacer, vecinos comentaban que si no venían a buscarlo que tendría que enterrarlo en el patio. Ese día, Ángel Luis volvió al pueblo con su cuñado.

“Estaba lloviendo a to’ fuete. Lo que quiero es equipo para poder sacar al difunto”, relató que fueron sus palabras al alcalde Jesús Colón Berlingeri.

Al otro día, sábado a la 1:00 de la tarde, llegó una brigada de la Defensa Civil y personal de Orocovis Memorial, en un pequeño vehículo todoterreno hasta el área del derrumbe “y nosotros fuimos desde acá con el difunto”.

Acompañando al muerto iban Ángel Luis, su cuñada Carmen, familiares de ella y más de 30 personas del barrio. “No querían que yo cargara el difunto solo y todo el mundo salió a mirar y nos acompañaron hasta las máquinas, que pararon para dejarnos pasar”, recordó.

Lo cargaron bajo lluvia envuelto en una bolsa plástica entre 3 y 4 kilómetros, pasando por derrumbes, maleza y por la orilla del río Damián crecido. Llegaron hasta un tramo en la PR-157 al que pudo llegar el todoterreno. En el trayecto, que Primera Hora recorrió recientemente, todavía hay varios desprendimientos que obstaculizan la carretera.

Relató Ángel Luis que en el four track lo transportaron hasta la funeraria. Ningún fiscal certificó la muerte y el cadáver, ya casi en estado de descomposición, tampoco pudo ser embalsamado ya que no había paso por las carreteras. Lo enterraron el domingo 24 de septiembre.

¿Qué fue lo más difícil?

“Sacarlo de aquí… Él era un padre para mí”, dijo llorando Ángel Luis. “Años atrás había perdido a mi suegra (la esposa de don Teodoro). Yo también la cuidé y ahora a él también”, narró sollozando. “Eso fue lo más doloroso para uno, porque cuando uno vela a una persona y lo carga, no es lo mismo que arrastrarlo en una camilla”, sostuvo para describir que en aquel momento se le estrujó el corazón. 

No hay imágenes del momento en que cargaban bajo la lluvia los restos de don Dorito, ya que por la falta de electricidad los celulares estaban descargados y, además, la Defensa Civil pidió guardar solemnidad. Antes de ser sepultado, el cuerpo de don Dorito fue llevado hasta la iglesia católica para que un sacerdote le echara la bendición; posteriormente lo enterraron en el Cementerio Nuevo de Orocovis, donde sus restos descansan junto a los de su esposa, Rosa Angélica de Jesús.

Contó Ángel Luis que todavía están en trámites con la Agencia Federal para el Manejo de Desastres (FEMA, en inglés) para que cubra algunos de los gastos del funeral y no fue hasta finales de noviembre y principios de diciembre de 2017 que la familia obtuvo el certificado de defunción.

“Tuve que ir a Bayamón y finalmente nos dieron el certificado en Camuy”, sostuvo.

El certificado dice que la causa de muerte fue “fallo cardíaco congestivo”.

Don Dorito, dedicó su vida a sembrar la tierra. Cosechaba batatas, calabazas y frutos menores. Era padre de tres hijos, Carmen, Teodoro y Marta Rosa. Tenía seis nietos y tres biznietos.

Un año después, la estampa de aquel 20 de septiembre sigue viva en el recuerdo de Ángel Luis y en el de su esposa. Desde un pequeño altar de la vivienda, ahora reconstruida con ayuda de FEMA y con un préstamo que la familia hizo en la cooperativa de Orocovis, se honra la memoria del agricultor. Todos los meses le rezan un rosario y hoy jueves, le mandarán a hacer una misa.