Jayuya. La contradicción de convertirse en un héroe de esos que salvan vidas y su incapacidad de presagiar que a decenas de millas su familia en el barrio Caricaboa de Jayuya era víctima del huracán María todavía no las puede concertar en su mente.

A un año del paso del fenómeno atmosférico, el agente de la División de Explosivos, Jimmy Rivera, con 28 años en el Negociado de la Policía, intenta cicatrizar estas profundas heridas, pero confiesa que siente mucho dolor y pena no solo por lo que le sucedió a su familia, sino al ver que hay comunidades en mayor desventaja.

“Uno trata de ayudar y ahí entra la contradicción de proteger vida y propiedad, que es el mandamiento del policía, y no estuve para proteger a mi hermana, porque es la sangre de uno, pero también es parte del proceso en lo que uno va asimilando lo que pasó”, se lamenta Rivera, quien mientras ponía a salvo a sus vecinos de una inundación sin precedentes que dejó el saldo de nueve personas ahogadas, su hermana Evelyn Rivera y su cuñado e hijo habían sido arrastrados por un deslizamiento de terreno.

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Su historia comenzó a las 7:10 p.m. del 20 de septiembre, cuando se creía que había pasado el mayor peligro, porque la zona de mal tiempo estaba de salida rumbo al noreste de la Isla y los potentes vientos habían amainado. En menos de 15 minutos, de la nada, su vivienda comenzó a inundarse y el agua alcanzaba los cuatro pies. Al notar que la situación era incontrolable se armó de una linterna, mudó a su familia a la casa del lado, que estaba desocupada, y aunque había perdido parte del techo era la estructura más alta de esa cuadra. De ahí siguió casa por casa avisándole a los vecinos que salieran de sus hogares. Había ancianos, niños y hasta mascotas. Fueron unas 30 personas a las que sirvió de guía hasta su refugio improvisado. Ya para las 11:00 p.m., el agua le llegaba al cuello.  

“La gente estaba desesperada dentro de sus casas, porque no sabían lo que debían hacer ni lo que estaba pasando y solo con las linternas daban señales de vida”, narró Rivera.

 Desde la altura cada uno tomó un punto de referencia; uno fue las capotas de los vehículos para tener una idea de la magnitud de la inundación procedente del lago artificial localizado al cruzar la avenida, que confluyó con la apertura de las compuertas de la represa La Plata.

“Ya se hablaba de que el área conocida como el ´puente Mi Sitio´ había colapsado y que las compuertas de la represa La Plata se habían abierto y de ahí en adelante el caudal de agua tal vez no se midió para aminorar lo que pasó”, rememoró Rivera.

“Había la lluvia, los vientos y escuchar la gente gritando y verlos en los techos sin protección o con sombrilla o una capa, porque era algo que hizo que todo el mundo empezara a gritar ‘¿qué es esto?’. Nadie se podía explicar lo que estaba pasando”, agregó Rivera, quien dijo que organizaron un círculo de oración para calmar los nervios y luego conversaron para tratar de calmar a los niños, que estaban ansiosos.

Como pasaban las horas y la ayuda no llegó, a eso de las 2:30 de la madrugada, “me pude comunicar con el 9-1-1 para indicarle que entendía la emergencia que había a nivel Isla, pero que en la medida que pudieran evaluar (enviaran ayuda), porque tenía envejecientes y niños y temía por la salud. Me dijeron con tranquilidad que la ayuda iba a llegar. Llegaron las 11:00 (de la mañana) del otro día y todo el mundo bajó a su hogar para encontrarse con el desastre que dejó esa inundación”, reveló Rivera.

La situación para ese momento era “caótica”, porque lo habían perdido todo y en sus hogares había todo tipo de desecho, incluidos peces y fluidos de vehículos mezclados con lodo. 

Dos días después su mundo se desplomó y su manera de ver la vida cambió luego de que un conocido lograra enviarle un mensaje que corrió de boca en boca entre policías debido al colapso de las comunicaciones. Al llegar al Cuartel General de la Policía se enteró que su hermana estaba hospitalizada, en estado de gravedad.

“En ese momento, el pensamiento cambia. Se me nubló el entendimiento, había más preguntas que respuestas. Me amanecí pensando ¿qué pasó? Sé que Jayuya es un área topográficamente de montañas y un huracán hace mucho daño. Al otro día fue que mi sobrina me informó que mi cuñado había muerto en el acto y que mi hermana estaba bien delicada de salud, que tenía unos golpes. Hasta que finalmente me dijo que le habían amputado su pierna izquierda y me fui… Me caí, porque es algo que no lo imaginaba, es difícil. Es duro de atender, de aceptar, toma tiempo, son imágenes que se quedan”, puntualizó.

La familia sufrió el derrumbe del hogar a consecuencia de un deslizamiento y el matrimonio fue expulsado y quedó sepultado.

Los más difícil para Rivera fue despertar al otro día y poner sus pies en el piso, porque inmediatamente pensaba que su hermana ya no tenía una pierna.

A los cuatro días logró llegar hasta el hospital.

“Fue bien difícil, porque cuando yo miro ese cuerpo y está en cuidado intensivo, donde no se sabe si va a continuar con vida o si está en sus últimos momentos, y ver cada área de su cuerpo con cortaduras, porque cuando viene la avalancha que rompió la casa, que ella cae como a 160 pies desde donde estaba y ese alud de tierra rompe la pared del cuarto, rompe la pared de la sala y por el balcón los tira. El cuñado quedó sepultado y ella queda prácticamente sepultada ahí. Ella aguantó porque eso fue hasta las 9:00 de la mañana. El huracán apenas estaba empezando a sentirse por Yabucoa. Ella estuvo el día y la tarde completa recibiendo el castigo de un huracán a la intemperie”, narró quien lleva esa imagen grabada en su corazón.

Luego regresó a su realidad, los turnos de trabajo de 12 horas o más. “Se continuó trabajando porque eso era parte del oficio”.

Su anhelo es volver a ver a su hermana entrar a su hogar y compartir como antes en familia.

“Yo creo que en ese momento en que ella entre y abra la puerta yo puedo decir que cierro el capítulo y estaría en paz. Pero el anhelo más grande mío es ver a mi hermana en mi casa, que llegue como venía a visitarme, que se abran las puertas, compartir y que se quede, tener esa normalidad que he tenido todo ese tiempo para estar como una familia unida”, afirmó.