Guayanilla. Luego de tres años de padecer la odisea de quedarse sin hogar, como consecuencia de los temblores que sacudieron el suroeste de la Isla, tres familias de Guayanilla estaban este lunes de celebración en sus nuevos hogares seguros, levantados gracias a los esfuerzos colaborativos de seis organizaciones.

Aunque las tres historias estaban llenas de situaciones conmovedoras, una de ellas era particularmente dramática, pues se trata de cuatro hermanos, todos ciegos, y de edad avanzada, entre 60 y 79 años.

Una vez se sentaron en el sofá de la espaciosa y fresca sala de su nueva residencia, era evidente la felicidad entre Perfilita, Wilson, Myrna y María García Torres, mientras un cortejo de vecinos se acercaba a felicitarlos y a ofrecerle bendiciones.

Myrna, quien para la aterradora madrugada del temblor todavía veía algo, recordó cómo sacó a sus hermanos de la casa, en medio del miedo y la incertidumbre.

“Yo estoy durmiendo, ellos están durmiendo en los otros cuartos, y como yo siempre cojo el primero, pues la cama mía se me iba a caer y yo me levanté corriendo, descalza, busqué el cuarto, entonces saqué el muchacho (Wilson) primero porque es el primero que estaba. Lo puse abajo. Empezó a gritar, y le dije, ‘quédate aquí que voy a buscar a las otras dos’”, relató.

“Vine a buscar a las otras dos, saqué a la menor (María) y la puse allá. Y la que no podía caminar, casi me la eché al hombro, porque ella no quería salir. Y empezó a temblar la casa, a temblar, temblar... entonces la pude sacar”, añadió, con voz entrecortada.

Luego fueron a vivir a casa de su hijo, por varios días, y después a casa de otra hermana, Elsie, donde estaban hasta ayer.

Pero el funesto recuerdo era cosa del pasado, pues este lunes, Myrna se sentía “bien feliz” y “muy agradecida” de todas las personas que habían colaborado para que volvieran a tener una casa.

“Le doy las gracias a todos los que me han hecho mi casita. Estoy muy agradecida de todos ustedes. Que Dios los bendiga donde quiera que vayan”, afirmó Myrna, en un inconfundible tono de humilde agradecimiento, mientras cargaba en brazos a su pequeñito bisnieto.

“Y siempre mis puertas estarán abiertas para ustedes, y mientras yo tenga salud y pueda de esto, porque así como estoy le cocino a ellos y todo, también le puedo cocinar a ustedes”, invitó, dejando saber que tiene una pasión por la cocina, que ahora, con una nueva estufa de seis hornillas, podrá desarrollar a gusto.

La nueva casa, en la barriada Guaydía, segura y equipada con todo lo necesario para que tengan una buena calidad de vida, fue levantada en el mismo lugar donde se derrumbó la vivienda que tenían antes, lo que también era motivo de regocijo para los hermanos.

El proyecto de construcción de la vivienda, al igual que el de los otros dos hogares, fue gestionado por PathStone Corporation, a un costo de $450,000, y contó con el respaldo de Fundación MMM, Direct Relief, Fundación Comunitaria de Puerto Rico, Filantropía Puerto Rico y el Federal Loan Bank de Nueva York.

De hecho, Myrna tuvo palabras especiales de agradecimiento “a María (Rodríguez, directora del programa de Vivienda de PathStone) que la amo con el corazón, porque ella fue la primera que llegó a donde mí, a hablar con mi sobrina para esto de la casa”.

“Fue horrible”

Las historias de agradecimiento y felicidad se repetían con las otras familias. Para Alex Caraballo y Cecilia Williams, la nueva casa se trataba de una oportunidad para salir adelante junto a su pequeño hijo y su sobrina, que también vive con ellos.

Cecilia recordó la jornada del temblor, y los días siguientes, buscando dónde refugiarse y durmiendo en su vehículo, mientras la tierra seguía temblando con las réplicas.

“Eso fue por la madrugada. El estruendo, el terror, el nene gritando. Fue horrible, horrible. No quiero ni recordar”, rememoró Cecilia.

El temor obligó a Alex Caraballo, a su esposa Cecilia Williams y al pequeño Alex a dormir en sus carros.
El temor obligó a Alex Caraballo, a su esposa Cecilia Williams y al pequeño Alex a dormir en sus carros. (Suministrada)

Luego fueron a vivir en Yauco, en casa de un tío de Alex. “Y después dormimos en el carro, en la guagua”, y posteriormente se fueron a casa de su suegro. “Pero como seguía temblando, estábamos de día en la casa, pero dormíamos en los carros todos”, narró.

“Ellos se acostaban en los carros, y yo me quedaba despierto por vigilancia”, agregó Alex.

Más adelante, consiguieron alquilar en Cabo Rojo por un año, “y ahora estamos alquilados, todavía, en Yauco”.

El nene, que también se llama Alex, aunque solo tenía año y medio de vida al ocurrir los temblores, recuerda lo ocurrido y lo puede describir con bastante detalle.

“(La casa) se derrumbó por el terremoto”, afirmó el niño. “Y me puse triste”.

“Pero ahora me están haciendo mi casa nueva”, celebró el pequeñín.

Cecilia aseguró que su nueva casa “es hermosa” y están deseosos de comenzar esta nueva etapa en sus vidas.

“Es una nueva oportunidad. No lo veo como una tragedia, sino como una nueva oportunidad de empezar una nueva vida en una casa sólida, en una casa fuerte. Aquí sigue temblando, y a nosotros nos van a dar una casa que estabilizaron el suelo, que lo prepararon, que es en concreto armado, es más segura”, comentó.

“Estamos felices. No pensamos que nos fuera a pasar a nosotros. Uno trabaja toda la vida, y lo pierdes todo en un día. Y básicamente ellos nos están devolviendo todo en un día”, insistió Cecilia, agregando que la casa que se derrumbó es en la que vivió de niña, “y lo perdí todo allí, los recuerdos”.

Agregó que, “no hay palabras que describan es alegría” que están sintiendo, pero el pequeño Axel sí encontró las palabras para describir lo que está pasando, y aseguró que está “feliz”.

“Había unos constructores. Pero ya terminaron. Y ya me mudé. Mi habitación es graaande. Y voy a poner allí los juguetes que están en el autobús”, expresó el niño, visiblemente contento.

“Papá Dios ese día nos salvó”

Don Rafael Hernández y doña Lilliam Rodríguez, ambos de 75 años, también eran una estampa de júbilo y celebración, ahora que volverán a vivir en su propio hogar.

Su casa, ubicada detrás de una iglesia católica, se derrumbó y fue una de las imágenes más vistas de la destrucción que dejó el terremoto. Afortunadamente, ellos nos estaban allí el día del terremoto, porque se había ido la luz la noche antes, y se habían ido a casa de su hija en Santa Isabel. Allí se quedaron por unos cinco meses, hasta que pudieron preparar otra vivienda temporera allí cerca, en la extensión Guaydía.

Así quedó la casa que habitaban don Rafael Hernández y doña Lilliam Rodríguez.
Así quedó la casa que habitaban don Rafael Hernández y doña Lilliam Rodríguez. (suministrada)

“Gracias a Dios, Papá Dios ese día nos salvó. Porque ese día cuando mi esposa iba a cocinar, se fue la luz. Entonces llamamos a mi hija y dice, ‘olvídense de cocinar allá, se vienen y se quedan esta noche acá’. Nos fuimos tal cual estábamos, y nos quedamos con la ropa que teníamos, porque, al otro día por la madrugada, se fue la casa. Fue un milagro. Una cosa milagrosa”, aseguró Rafael.

Más adelante, entre sus hijas hicieron las gestiones y lograron contactar a PathStone, y terminaron entre los seleccionados.

“Nos sentimos felices y contentos, porque la pasión de nosotros siempre era vivir en nuestra casa. Siempre, desde antes de casarnos, ya teníamos casa mi esposa y yo. Siempre hemos anhelado ser dueños de nuestro propio hogar, no vivir alquilados, ni prestados, ni nada. Y nos sentimos felices de que volvamos a tener nuestra casa”, aseguró Rafael.

Dan la mano

Para las organizaciones detrás de este esfuerzo de reconstrucción, que en esta iniciativa se han convertido en una familia, también era un día de regocijo.

María Rodríguez, de PathStone, celebró que, además de abrir las puertas de su nuevo hogar, las familias pudieran “conocer personalmente a los héroes tras bastidores que nos proveen los fondos” para poder hacer las construcciones y festejar junto a ellos, así como junto al alcalde de Guayanilla, Raúl Rivera, sin cuya colaboración con el trabajo de las demoliciones no se podrían llevar a cabo las nuevas construcciones.

“El motivo de hoy es compartir la alegría de ustedes de que van a recibir sus hogares, pero que tengan la oportunidad de que esa alegría la compartan con los héroes anónimos detrás de estos esfuerzos”, afirmó Rodríguez.

Agregó que, “haber completado estos proyectos demuestra que aún con los retos del alza en costo de construcción es posible desarrollar vivienda sin sacrificar calidad y espacio. Una vez más las alianzas del sector privado y sus donaciones hacen la diferencia”.

Carla Haeussler-Badillo, directora ejecutiva de Fundación MMM, subrayó que “mejorar la calidad de vida de quien lo necesita es parte de nuestra misión y es lo que nos mueve día a día a seguir trabajando. Hoy vemos estas familias que reciben su nuevo hogar, un gran ejemplo de cómo todos podemos poner nuestro granito de arena para lograr cambios reales”.

Adriana Rivera, de Direct Relief, también celebró la ocasión y aseguró que “estamos alegres de poder apoyar a PathStone a continuar su misión, que a la vez apoya la misión de Direct Relief de mejorar las vidas de las personas afectadas por la emergencia”.

Por último, el alcalde Rivera catalogó la jornada como “un día muy especial” desde que cambiaran las vidas de todos los guayanillenses y pueblos vecinos a partir de diciembre de 2019, y en particular desde el temblor del 7 de enero de 2020.

Lamentó que los procesos de burocracia retrasen las reconstrucciones, pero agregó que, aunque “a veces las esperas son largas, pero las recompensas son mejores”. Agradeció a los “héroes anónimos” que “no buscan protagonismo, pero buscan una mejor calidad de vida para nosotros”.

“A nombre de todos los guayanillenses, gracias a todos los que hicieron posible de que hoy estemos, no llorando por la tristeza como el 7 de enero, sino llorando de la alegría por este gesto de amor, de caridad y de humanidad que han hecho con mis residentes”, afirmó el alcalde.