Una zona de mangles se convirtió en una comunidad porque no había más na. La guerra que pelearon para quedarse allí le dio nombre al barrio y hoy, Vietnam vuelve a librar una batalla porque lo que antes era un lugar a donde nadie quería mirar, ahora le han visto una posibilidad de desarrollo que no incluye a los residentes.

“No quiero pensar que esto ha sido un proyecto tramado, planificado por años. No quiero tener mi mente tan dañada, pero todo me da a pensar que sí”, confesó Mía Torres, una de las líderes de este sector de Guaynabo.

Desde el 2001 el municipio que administra Héctor O’Neill ha intentado, según Torres, adquirir los terrenos, lo que presuntamente pone en peligro de expropiación a más de 300 familias. “El Municipio adquirió los terrenos en diciembre de 2005. Vivienda le vendió por un dólar estos terrenos”, indicó sobre la transacción que incluyó las parcelas que no tenían título de propiedad, con o sin viviendas en ellas.

A partir de ese momento, el Gobierno Municipal empezó a ofrecer dinero o un apartamento a los residentes de Vietnam.

“Les ha dicho que es para ofrecerles algo mejor, mejor calidad de vida. La mejor calidad de vida son unos apartamentos que él está ofreciendo. Es un intercambio de tu casa por un cajón”, expresó.

Las familias que han sido expropiadas ya pasan del centenar. Muchas, según Torres, “cayeron por curiosidad”.

“La curiosidad que mata el gato. ‘Quiero saber cuánto vale mi casa, tásala’, y no saben que con esa acción lo que están haciendo es comprometiéndose. Comienzan a llamar, a presionar”, afirmó.

Descrita como un cáncer por la líder comunitaria, la acción del Municipio ha dejado una calle que parece como “si hubiera caído una bomba”. “Cuando nos dimos cuenta, había expropiado a más de 100 familias de un sector solamente”, expresó sobre una zona que ahora está llena de escombros.

La estrategia municipal, aseguró la mujer que vive en Vietnam desde los 12 años, se ha modificado con el tiempo. “Al principio, enviaban cartas bien bonitas; papel amarillo, de hilo, timbrado. Ahora es solamente un papel que lo pudo haber hecho mi nieto en computadora, diciendo: ‘Yo, fulana de tal, quiero que el Municipio me compre mi propiedad’”, afirmó.

Lo más que le sorprende es que el Alcalde tenga planes “sin consultar con la gente (que vive) donde él quiere hacer sus planes. O sea, yo me quiero casar con alguien, pero no se lo he dicho”, dramatizó.

¿Qué tiene Vietnam que ahora lo hace atractivo?

Tiene lo que muchos pueblos quisieran, una costa, un litoral.

“Quiere tener su playa, pero a to cojín”, dramatizó Byron López, residente de la parte de Vietnam que pertenece a Cataño.

El Alcalde, según la apreciación de López, “no es todo malo”. “Lo que pasa es que los buenos sentimientos se les van cuando se le enseña un billete”, manifestó.

Sea o no el billete, la realidad es que las expropiaciones forzosas han acabado con múltiples comunidades en las últimas décadas. La más reciente, fresca en la memoria, fue la de Las Gladiolas.

“Uno de los problemas en las expropiaciones forzosas es que son comunidades que están devaluadas ya de por sí y el residente a lo que tiene derecho es a una justa compensación y está por debajo del precio de tasación”, explicó el abogado Alvin Couto.

Aunque se supone que cuando el Gobierno expropia es porque hay un “interés público”, ese fin público es tan abarcador que puede incluir un centro comercial. “Se puede utilizar en contra de lo que es lo público y fortalecer el mercado privado”, reiteró el portavoz del Partido del Pueblo Trabajador.

De entrada, las comunidades están en desventaja cuando el Gobierno decide expropiar. “Una vez se gana un round, el Gobierno usa otra estrategia legal para llevar el caso al tribunal”, señaló el abogado, quien fue parte del equipo legal que asesoró a los residentes de Villas del Sol.

“Además del desahucio, de expropiaciones, hay formas en que el Municipio puede lograr que una comunidad se destruya”, afirmó y ofreció como ejemplo la eliminación de vigilancia para que aumente la criminalidad o la ausencia de mantenimiento. “En Las Gladiolas no se arreglaban los ascensores”, dijo y añadió que cualquiera que tenga que subir 14 pisos todos los días puede perder el deseo de luchar.

A Vietnam, con más de 60 años de establecida, el cansancio no ha llegado.

“¿Cómo es posible que Vietnam se vaya? ¿Cómo es posible que Vietnam se va si todavía hay gente que dice que no?”, cuestionó López, quien vaticinó que en algún momento quedarán 20 o 30 casas, “todas salteá”. “Está convenciendo a los más débiles poco a poco, pero al final se va a encontrar con la fuerza”.

El desarrollo que O’Neill quiere para la zona es un proyecto, sin dudas, ambicioso. Los residentes no se oponen a un Vietnam cinco estrellas, pero con ellos adentro.

“Él tiene unos sueños bien grandes, qué bonito. Nosotros somos su pesadilla”, concluyó Torres.