Gregory de Jesús vive la mitad del tiempo en un carro y la otra parte, literalmente, donde lo dejen pasar la noche. Ese es su día a día desde que el huracán María, hace dos años, le destrozó la casa que ocupaba en la calle Villareal de Cantera.

El martes, era una de las 18 personas que llegaron hasta el centro comunitario El Gandul, de Santurce, donde operó un refugio para personas sin hogar como parte de los cuatro que habilitó el Municipio de San Juan ante la emergencia provocada por el paso de la tormenta Karen.

“Vivo como puedo”, dijo con voz ahogada el hombre incapacitado de 59 años. “Estoy deambulando, entre la calle y casas de amigos, familiares y amistades, resolviendo. Pero, hay que creer en Dios y que todo está lindo y bello, mano. Y que mañana va a ser mejor”.

Este albergue fue el único habilitado para las personas sin hogar de la zona. Hasta las 4:30 p.m. del martes, era uno de dos albergues sanjuaneros que contaban con clientela. Al de Barrio Obrero habían llegado otras nueve personas, según informó José Cerra, director del Departamento de Desarrollo Social del Municipio de San Juan, que además abrió albergues en la Casa Alcaldía y en el Pedrín Zorrilla.

Según Cerra, aunque la zona de El Gandul no es inundable, la población de personas sin hogar sabe del lugar y cuando ocurre un evento atmosférico llegan hasta allí. Además, se realizaron rondas para alertar a los que no lo supieran.

En el centro de El Gandul, que tiene capacidad para 30 personas, los refugiados cuentan con baños, aire acondicionado, planta eléctrica, tres comidas al día, trabajo social y servicios de salud con una enfermera y un médico.

“Y mientras están aquí aprovechamos para hacerle acercamientos sobre otros programas que tiene el municipio para personas sin hogar y se les da seguimiento. Es todo voluntario”, dijo Cerra.

Entre el grupo, compuesto en su mayoría por varones, muy pocos estuvieron dispuestos a contar su historia o a salir en fotos. Solo De Jesús y Heriberto Hernández Quiñones, quien dijo que confrontó problemas con la entidad Fondita de Jesús y tuvo que regresar a las calles tras ser desahuciado del apartamento que ocupaba luego del paso de María, que es su denominador común con De Jesús.

“Tengo una casa y no está a nombre mío. Está a nombre de mi papá, que murió, por lo que FEMA prácticamente me negó todos los servicios. No me dio nada. Ni contestaciones”, denunció De Jesús. “Dos años después de María, no importa el familiar que sea, por más que uno llegue con compra o lo que sea, la presencia de uno les apesta. Y ya yo estoy cansado. Yo quisiera que me metieran preso para tener tres comidas garantizadas y una cama para mí”.