Es considerado el cerebro detrás del rescate de los 33 mineros atrapados el año pasado en la mina San José, en Chile. Él, en parte, es el hombre que hizo posible el milagro de sacar de las entrañas de la tierra al grupo de trabajadores después de 70 días en la oscuridad.

Pero a André Sougarret le gusta mejor pensar que el rescate de los mineros fue el resultado del trabajo maestro de más de 700 expertos que por semanas abandonaron todo para dedicarse en alma, cuerpo y corazón a rescatar al grupo de hombres que, en un momento, se creyó que estaban muertos.

Fue el 5 de agosto que los mineros quedaron atrapados. Cinco días después, Sougarret recibió una llamada que le cambió la vida para siempre. Le solicitaron que colaborara en los trabajos de rescate.

El “Capataz de Chile”, como le llamaba la prensa, recordó que llegó a la mina de cobre y oro y, “pocos minutos después”, el presidente de la república, Sebastián Piñera, le dijo que estaba al mando. “Al principio no (pensé que me llamarían), porque lo veía muy lejano... con el correr de los días sabía que se venía aproximando, pero era una ayuda, nunca pensamos en liderar el rescate”, reconoció Sougarret durante una reciente visita a la Isla como invitado especial de la convención anual del Colegio de Ingenieros.

El peso que sintió sobre sus hombros fue inmenso. Sobre él no sólo estaban los ojos del mundo, sino que acarreaba la esperanza de quienes añoraban volver a ver a los suyos, el anhelo de un pueblo de ver el milagro.

Nunca dudó de sus capacidades y de las de su equipo de trabajo. Lleva dos décadas trabajando en la mina El Teniente, localizada al sur de Santiago, pero, sí temió sobre cuál sería el escenario que enfrentaría.

André Sougarret es un hombre de hablar pausado. Muy metódico en sus movimientos, escoge las palabras. Estudió ingeniería civil en la Universidad de Chile junto con su hermano mayor. Es el quinto de seis hermanos.

¿En qué momento supo que tenía que aceptar la encomienda?

El primer encuentro que tuvimos con la familia de los mineros que estaban atrapados fue bien fuerte. Yo sentí ahí un clima muy tenso, mucha angustia, mucha desesperación... algo se vivía ahí distinto, que no me había tocado a mí vivir y ahí yo sentí que, bueno... tenía que tomar esa responsabilidad, no pensarle dos veces y aplicar lo que conocía y pedir ayuda.

Desde que asumió el mando de la misión, Sougarret no abandonó ni por un día la misión, confiando en que al final , literalmente, los mineros volverían a ver la luz pero, más que eso, abrazarían a los suyos.

¿Cómo fue el día a día?

Fue difícil. Lo primero que hicimos fue hacer un buen diagnóstico de cuál era la situación. Tuvimos que entender cómo se explotaba la mina, cuáles eran los accesos, dónde estaban ellos trabajando, dónde fue el derrumbe, en definitiva, lo que hicimos fue una geometría en tres dimensiones.

El primer contacto con los mineros lo lograron el 22 de agosto a través de un mensaje que llegó a la superficie a través de una sonda que alcanzó el refugio donde, se presumía, estaban protegidos los mineros. “Lo primero que pensé fue: ‘Al menos hay uno vivo’, ésa fue mi primera reacción. Y, posteriormente... que encontramos el famoso papel en que daba respuesta a todo lo que nosotros andábamos buscando, que era saber cómo estaban, dónde estaban y cuántos estaban bien... me saqué un peso de encima”, recordó el ingeniero sobre la nota que decía: “Estamos bien en el refugio los 33”.

Esa nota no sólo le quitó un peso de encima, sino que, además, le dio fuerzas. “Le avisamos a los familiares, nos dimos abrazos y quise, primero, volver a las operaciones, porque teníamos que entregarles alimentación, agua y empezar el rescate final”, recordó sobre ese 22 de agosto.

Pero el gran momento, entre tantos otros, fue el rescate de los 33 mineros, transcurridos más de dos meses de haber quedado sepultados, gracias a una cápsula llamada Fénix 2. Se realizó en 24 horas entre el 13 y el 14 de octubre del año pasado. Se trató, posiblemente, del rescate más visto a nivel mundial. El primero en salir fue Florencio Ávalo.

“Fuimos cautos siempre en términos de expectativas que podíamos generar... la estrategia siempre fue decir la verdad, fuera buena o mala”, dijo el padre de tres hijas: Natalie, Ivette y Rocío.

Ver esa primera persona salir después de enfrentar tantos miedos y sobrepasar no pocos retos, ¿cómo se sintió?

Fue un día intenso. Primero, porque no sabía exactamente cómo iba a salir todo a pesar de que yo estaba convencido de que todo iba a estar bien, pero a mí lo que me complicó en ese momento fue ver el hijo del minero... Me imaginaba yo qué estaría sintiendo ese niño. En los últimos días le habían dicho que probablemente su papá estaba muerto y verlo aparecer... Yo lo único que rogaba era que apareciera bien y que no pasara nada, y fue difícil el momento al ver a su hijo llorar y tener esa ansiedad de que su papá va a salir... Afortunadamente, no pasó nada y finalmente se pudieron abrazar, eso fue significativo para mí.

¿El algún momento lo vio difícil?

Sí, sí, seguro, pero nunca me desesperé, porque siempre pensé que una persona puede vivir hasta 40 días sólo con agua y a los 17 días los encontramos.

Durante el pasado año la vida de Sougarret ha dado un giro drástico a pesar de que él ha tratado de volver a la normalidad. Ya retomó la rutina y regresó a su trabajo en la mina El Teniente. Pero ya nada es igual.

¿Sintió miedo al regresar a la mina en la que laboraba?

No, no, porque yo pienso que lo que se hizo en esa mina fue el resultado de un problema de mala planificación, algunos errores de ingeniería que se cometieron.

Sougarret, no sólo ve ahora la ingeniería como una ciencia más humana, sino que también hoy está más seguro que nunca de que el accidente del 5 de agosto, así como otros que ocurren en las minas, pueden ser “erradicados”, por lo que gran parte de su tiempo lo invierte en llevar ese mensaje a los trabajadores.

“Yo trabajo para eso, pero hoy estoy más convencido de que eso es posible y que depende de todos los que laboramos allí”, sostuvo quien dedica tiempo semanal a hablar con los mineros del yacimiento donde labora.