A pocos días del segundo aniversario del devastador paso del huracán María sobre el archipiélago de Puerto Rico, un grupo de profesionales de diversas disciplinas que participaron activamente en labores de ayuda y recuperación compartieron experiencias y lo que consideran fueron las principales lecciones que dejó la tragedia en un foro celebrado en la Universidad Carlos Albizu.

La abogada Amaris Torres repasó que luego de la tormenta se vio una gran necesidad de servicios legales en las comunidades. Esa necesidad se reflejó en particular en lo relacionado con llenar los documentos que exigía la Agencia Federal de Manejo de Emergencia (FEMA, en inglés) para ofrecer ayuda, así como a la hora de someterle a la agencia reclamaciones y apelaciones.

Resaltó la labor voluntaria de muchos estudiantes de derecho, asegurando que fue “fundamental” para poder asistir a miles de personas.

Ese trabajo, que se ofreció en ocasiones en ferias o acudiendo directamente a las viviendas de personas que tenían más dificultades para moverse, permitió a las entidades que ofrecen servicios legales poder compilar información importante sobre necesidades legales, y además sirvió de importante taller para que abogados y estudiantes se adiestraran sobre las disposiciones de la Ley Stafford, que es la que rige los protocolos de ayuda de FEMA y de la Administración Federal de Pequeños Negocios (SBA, en inglés).

“Esto es parte de proveer acceso a la justicia”, afirmó Torres, resaltando que los abogados, con su labor pro bono, que es parte de los cánones de la profesión, pueden funcionar como “agentes de cambio social”.

Recordó que de su labor también surgió la necesidad de llevar un enfoque multidisciplinario al asistir a comunidades luego de desastres. Contó que a menudo, mientras llenaban documentos, personas expresaban deseos suicidas en medio de momentos de depresión y desesperación.

El doctor Víctor Ramos, pediatra y presidente del Colegio de Médicos, habló de la situación surgida por la falta o deficiencia de servicios médicos luego de María.

“Esas 2,975 muertes fueron en tres oleadas. La primera fue el impacto directo, la gente que se ahogó, que le cayó un árbol encima. La segunda, fueron por enfermedades agudas, por falta atención, y por enfermedades infecciosas. Y la tercera, ya para enero de 2018, fueron muertes por condiciones crónicas que no se trataron adecuadamente”, dijo Ramos.

El doctor insistió en la necesidad de educar a personal médico en cómo lidiar con situaciones de rescate. “Eso es bien importante. A mí no me interesa llenar certificados de defunción. A mí me interesa rescatar a la gente. Si tengo que llenar el certificado, significa que fallamos”, afirmó. “Es fundamental la preparación, para que no perdamos tanto”.

La sicóloga comunitaria Blanca Ortiz resaltó la labor de organizaciones no gubernamentales y voluntarios que “se convirtieron en la primera línea de defensa, por su trabajo y su cercanía a los lugares”.

Agregó que las organizaciones y voluntarios tuvieron que crear sus propios mecanismos para poder lidiar con las situaciones, y tomaron iniciativas como la ocupación de escuelas abandonadas por el gobierno, y la creación de centros de acopio y cocinas comunitarias.

No obstante, alertó que la labor de organizaciones y comunidades no puede suponer que el estado deje de hacer su parte. “La autogestión no implica que el estado deje de tener responsabilidades”, insistió.

El doctor Domingo Márquez, sicólogo clínico y coautor del estudio de la Universidad de Harvard sobre los muertos de María, resaltó que el efecto de María fue más allá del huracán, porque también dejó la secuela de inundaciones, deslizamientos, el apagón, la falta de agua potable, de comunicación de servicios, así como una gran incertidumbre.

Acotó que, además de los miles de muertos “es necesario estudiar los datos de los vivos”, porque reflejan que hubo mucho sufrimiento, desplazamiento, así como falta de acceso a médicos.

Explicó que con todo eso hubo un efecto de dosis “de alta intensidad y duración”, que explica por qué se vio tanta ansiedad ahora con la cercanía de Dorian.

Evaluó que ahora mismo, “apenas el otro día hubo un plan oficial de manejo de emergencias. El propio plan admite la situación de falta de capacidad de servicios médicos, manejo de muertes masivas e incidentes catastróficos”.

Asimismo, resaltó lo que llamó “mediocracia” de las autoridades, y que describió como “un círculo vicioso” en el que “mediocres se organizan para adularse unos a otros”, en lugar de llevar a cabo un trabajo efectivo.

Por otro lado, la meteoróloga Ada Monzón resaltó la labor de las organizaciones no gubernamentales pero acotó que “ninguna organización puede pretender ayudar en toda la Isla”.

Monzón insistió en la necesidad de más educación y preparación. “En caso de terremoto, ¿qué vamos a hacer. En ese caso no hay aviso, y puede ocurrir en cualquier momento”, alertó.

La meteoróloga llamó a “conversar sobre el tema del cambio climático ampliamente” y por reevaluar “la manera en que hacemos los negocios” para avanzar hacia un mayor uso de energías renovables.

Asimismo, el panel llamó a la cautela a la hora de tomar decisiones de desalojo y reubicación de comunidades, pues podrían afectar de manera desproporcionada a sectores pobres y más vulnerables, como ha ocurrido en el pasado. De igual forma, llamaron a estudiar más a profundidad el impacto de desastre entre las personas de edad avanzada, grupo que resultó particularmente afectado, para poder mejorar los planes de respuesta y atención a esa población en el futuro.