Guavate. Largas filas, guaguas que transportaban a grandes grupos de personas y familias comiendo en mesas al aire libre eran estampas características durante la época navideña de la ruta del lechón en Guavate.

Sin embargo, la pandemia por la COVID-19 trastocó otra de las costumbres puertorriqueñas.

En marzo, cuando la gobernadora Wanda Vázquez Garced decretó un cierre total del país para evitar el colapso del sistema salubrista, muchos de los negocios que configuran esta zona cerraron sus puertas esperanzados de que en dos semanas atenderían a su clientela.

Ese deseo no se concretó.

Los comerciantes tuvieron que transformar sus servicios para sustentar a sus familias y las de su personal.

“Nuestros empleados estaban deseosos de que abriéramos. Ellos mismos me dijeron: ‘Mira, vamos a abrir. ¿Qué hay que hacer?’. Me motivaron a mí a continuar”, sostuvo Leida Rivera, dueña de la Lechonera El Mojito, comercio familiar con casi 40 años de establecido.

Además del distanciamiento físico, el uso de mascarillas, la desinfección de manos y la toma de temperatura a quienes acuden al local en busca de su comida, el equipo de uno de los restaurantes ubicados en Cayey creó una página web en la que los clientes ordenan su plato típico -que incluye, entre otros, lechón, arroz con gandules, morcilla y pastel- y, luego pueden pasar a recoger al estilo “servicarro”.

“Son muchas las pérdidas; hemos tratado de mantener la misma plantilla (21 empleados)... hemos tratado de no hacerlo (despedir) porque mis empleados son mi familia”, dijo Rivera en entrevista con Primera Hora.

De igual forma, destacó que las ventas han disminuido, especialmente, en esta época de Navidad porque, además de la merma en consumidores, no pueden ofrecer servicios de “catering” en empresas o fiestas privadas.

Anteriormeente, aseguró, han vendido hasta 3 mil platos en una sola actividad. La actual orden ejecutiva prohíbe eventos multitudinarios sin la dispensa del secretario de la Gobernación.

En la fila de unas diez personas se encontraba Tere Miranda con su sobrina, ambas son clientas asiduas del restaurante desde hace cinco años y, aunque tres semanas atrás aún llamaban para ordenar su comida, ya tienen la confianza de disfrutar de su plato en el local.

“Esto aquí es un éxito. Me encanta. Es bien rápido. Las medidas de seguridad son excelentes. El trato a los empleados es excelente; la comida, divina”, subrayó la también enfermera.

Secan bolsillos de lechoneras

Un tramo más adelante en la montaña se encuentra Doctor Lechón. El negocio -fundado el mismo año que los huracanes Irma y María azotaron la Isla-, además de recibir a sus clientes en las cinco mesas disponibles para resguardar la distancia entre los comensales, atienden a personas que llegan en sus vehículos como si se tratara de un restaurante de comida rápida.

Allí, el flujo de los clientes depende de las disposiciones incluidas en la orden ejecutiva que esté vigente en el momento.

“Actualmente, los fines de semana bajó bastante la visita de los clientes, ya que, obviamente, por la ley seca la gente tiende a quedarse un poquito más en la casa y más el domingo que hay un ‘lockdown’ total”, indicó Francisco Vázquez, dueño de la lechonera junto a su hermano gemelo José.

Mientras Primera Hora se encontraba en el local, un hombre se acercó en busca de una cerveza, pero, ante la negativa de José en venderle lo que le pedía, el cliente se marchó sin consumir nada.

Entre las medidas estatales vigentes hasta el 7 de enero para atender la emergencia de salud, está prohibida la venta de bebidas alcohólicas desde las 5:00 a.m. de los sábados hasta la misma hora del lunes siguiente.

“Ayer, estábamos tanteando cómo íbamos a hacer para el 24 y el 25 (de diciembre), cuántos cerdos vamos a tirar. Estábamos comparando con el año pasado, pero el año pasado no teníamos pandemia… estábamos como si fuera un primer año”, manifestó Francisco.

Catalogó esta realidad como peor que la dejada por los fenómenos atmosféricos de 2017 porque, aunque no tenían electricidad o agua, al menos veían un mayor flujo de personas en la zona.

Más adelante, a unos minutos de viaje en la carretera , está El Caldero del Fogón, un local más pequeño que pudo reabrir sus puertas entre junio y julio. A pesar de considerarse optimistas, les preocupa el constante cambio en la capacidad de ocupación de los restaurantes.

“Mi saloncito es un poco pequeño y angosto. A veces llega todo el público a la vez y tengo que maniobrar con el cliente porque lleva entre 15 o 20 minutos… Tengo que ajorarlo. Quiere comer un poquito más cómodo, pero lamentablemente, en un máximo de 30 minutos hay que abandonar el salón”, apuntó Gilberto Torres, dueño del negocio.

Los comerciantes coincidieron en que es poco probable que recuperen el dinero perdido, pero confían en que el proceso de vacunación iniciado contribuirá a celebrar la Navidad de 2021 como el país está acostumbrado.