El pasado domingo, 5 de mayo, me paré en un restaurante mexicano para comer algo. No cabía un alma. Las mesas todas llenas y muchos otros de pie, todos en actitud de fiesta y vacilón.

Fiestera al fin, me contagié de inmediato con aquella buena vibra. Prendí mi celular para vacilar con los presentes. En las historias que grabé para mi Instagram, le pregunté a los presentes que era lo que estábamos celebrando y las respuestas son para morirse de la risa.

Era evidente que allí, no muchos tenían claro lo que se celebraba. Tampoco importaba.

En mi caso siempre había escuchado que se trataba de la “Batalla de Puebla”, algo muy importante para los mexicanos. Pero no conocía los detalles, así que antes que me comiencen a fastidiar en los mensajes de Facebook, sepan que hice la asignación y me empapé del tema, antes de escribir esta columna.

Pero yo estaba igual que todos los allí reunidos, me bastaba con saber que nuestros hermanos mexicanos tenían razones para celebrar algo, para nosotros unirnos

Siempre hay quien critica que los días festivos se conviertan en excusas para la bebelata, olvidando el propósito real de lo que se conmemora. Que los negocios sean más efectivos promocionando sus eventos de celebración, que las autoridades gubernamentales sus actos protocolares, son quejas que ocurren en Puerto Rico, México y en todas partes del mundo.

Como todo en la vida, la verdad está en el centro. La bulla siempre hará más ruido que el protocolo, pero ambos son importantes.

El estado de bienestar que permite el festejo, con moderación, permite asociar el momento con algo bueno. Lo que crea una oportunidad para que se converse y reflexione sobre el tema que se supone se esté conmemorando.

Además, a cada cual le toca hacer su diligencia. Los negocios van a aprovechar cualquier oportunidad para atraer clientes, es lo que tienen que hacer. Igual tienen que hacer las instituciones que interesan hacer otro tipo de ceremonias.

No veo nada malo en celebrar nuestros días y los de otros países. Para nada. Debemos aprovechar cualquier ocasión para convocarnos a reunirnos y pasarla bien. Si eso ayuda a los negocios y a la economía, mejor.

También, entre fiesta y vacilón, siempre sobra tiempo para hablar de temas importantes. A mí me gusta ver a mi gente alegre y celebrando, nada tiene eso que ver con otros asuntos que tenemos que atender como sociedad.

Por el contrario, independientemente de los problemas y retos que podamos tener como pueblo mantener esa actitud de alegría, siempre ayuda.

Si tenemos que celebrar con los mexicanos, los españoles o los colombianos, que se celebre.

Por el momento: ¡Qué viva México!