Durante el fin de semana, recibí en varias ocasiones por distintos grupos de WhatsApp un video de lo que parecía ser una discusión en un negocio. Quienes me lo enviaron lo titularon como una supuesta discusión entre defensores y objetores de la vacunación, pero al ver el contenido me topé con otra cosa.

Una mujer comerciante, de manera enérgica, le explicaba a un cliente que no podía entrar a su negocio si no usaba mascarilla. No era un debate, ni una discusión sobre la vacuna, ni nada por el estilo, era algo mucho más sencillo: la dueña de un negocio estaba exigiendo lo que la ley le requiere.

No era algo opcional, la señora como todos los comerciantes que operan en Puerto Rico, tenía que seguir unas reglas y cumplir con la ley. En este caso, exigir el uso de mascarillas y la evidencia de vacunación. Así de sencillo.

No se trataba de si estaba a favor o en contra de la vacunación, simplemente, de que las reglas son las reglas. Tan firme como tan clara, la señora lo explicó muy bien y no pretendió sermonear a los insistentes comensales que pretendían convertir aquello en un debate que no procedía.

“Si quieren, no usen mascarillas, pero aquí no pueden entrar” se le escuchó decir a la comerciante. También los invitó a presentar una denuncia formal, si no estaban de acuerdo con su decisión. Así debe ser. Ella cumple con su parte y si alguien no está de acuerdo, en vez de crear una situación incómoda afectando su negocio y la actividad comercial que allí se genera, lo correcto es acudir a las autoridades pertinentes.

Los reclamos o cuestionamientos sobre las leyes y reglamentos establecidos, a lo cual todos tenemos derecho, se deben dirigir a quienes hacen las leyes y establecen política pública, no a quienes las cumplen.

Tenemos derecho a nuestra opinión y a tomar nuestras propias decisiones. Lo que no está bien es afectar la vida de los demás, en este caso, las operaciones de un negocio que, simplemente, está cumpliendo con la ley. Me parece importante distinguir entre lo que es ejercer el derecho a expresarnos y cómo ese derecho debe ejercerse sin afectar la vida de otros.

En más de una ocasión he tenido que ir a cambiarme de ropa para poder entrar a un negocio o ir a una fiesta. Salgo de la playa en traje de baño y no puedo pretender que me dejen sentar en una mesa cuando sus reglas no lo permiten. También me ha pasado en la iglesia, es un asunto de reglas de admisión que aplican a todos por igual.

En este caso es aún más específico, pues es una ley o una orden ejecutiva la que obliga a los comerciantes a establecer estos requisitos. Me pasa a mí como productora de espectáculos y a todos los proveedores de servicios que operan lugares donde se reúne la gente. Ningunos de ellos merecen ser increpados ni cuestionados por cumplir con su responsabilidad. Evitemos este tipo de conflictos, se puede discrepar y expresar oposición sin afectar a otros ciudadanos. Me pongo en los zapatos de la propietaria de Annie’s Place en Cabo Rojo y puedo entenderla perfectamente. Las reglas son las reglas.